viernes, 30 de octubre de 2009

Siempre puede ser peor... o no...



Esto no es un escrito, es una simple recomendación. Me encanta tomarme la vida a cachondeo, creo que es la mejor manera luchar contra la monotonía, el aburrimiento, la depresión o lo que sea que te quite una sonrisa de la cara. Por eso, porque me encanta tener una sonrisa en la cara y verme rodeado de ellas, os dejo esta perla de página de internet donde la gente se rie de sus miserias... Toda una joya.
Relájate, olvídate de todo y piensa en lo afortunado/a que eres después de leer lo que pasa por ahí, las historias del día a día pinchando aquí.

El retorno del gladiador


Lusidio volvió a la arena, desafiando así al emperador y éste, sorprendido por la actitud de aquel bravo guerrero le mandó llamar en privado tras ver su última batalla y le preguntó: Te ofrecí la libertad, ¿Por qué has vuelto a la arena? A lo que Lusidio respondió: Si vuelvo a Helmántica, y dad por seguro que no deseo ir a ningún otro lugar, volveré a rebelarme contra vuestro gobernador, ya que lo considero indigno de su cargo e injusto con mi pueblo, por eso vuelvo a la arena y por eso seguiré volviendo día tras día hasta que muera o escucheis mi mensaje. La constancia de Lusidio finalmente dio su fruto, pudo volver a su tierra y lo hizo con honores, acompañado por el flamante nuevo gobernador de Helmántica, elegido por el emperador en persona con Lupidio como consegero. El puesto de Lupidio en la arena fué ocupado por el antigüo gobernador, aquel que se había enriquecido a costa de las arcas del imperio. Desfortunadamente, él no tuvo tanta suerte como Lupidio, no logró superar su primer día en la arena. Lusidio vivió muchos años, nunca volvió a pelear, pero sus cicatrices le recordaron tanto a él como a los suyos todos y cada uno de los días de su vidaque a veces es mejor luchar hasta la muerte por la libertad que conformarse con vivir con lo que te ofrecen...

Naúfrago


Mi nombre es Roberto, soy naufrago, vivo solo desde hace años en mi pequeña isla desierta, bueno, no exactamente... Me explico: En realidad (aunque la realidad es algo bastante relativo...), soy escritor, vivo en una pequeña casa cueva a las afueras de Guadix, al norte de Granada, en una zona bastante apartada donde, por propia voluntad, paso la mayoría de mi tiempo. Mi única compañía es un pequeño perro al que adoro y con el que no paro de hablar, él es el primero en conocer mis escritos (quiera o no...), y la verdad es que tengo que agradecerle su paciencia, hasta le he enseñado a asentir con la cabeza si le pregunto si está bien. Hay otros dos amigos en mi vida de naufrago; por cierto, a veces me dejo el pelo y la barba bastante largos y desaliñados como si fuera el mismísimo Robinson Crusoe y no me importa vestir ropas viejas y hasta rotas. Mis otros dos amigos de los que hablaba son un tanto peculiares; el primero es un viejo teléfono móvil al que solo respondo cuando la palabra Editor aparece en la pantalla, ya que eso quiere decir dos cosas, o bien me han hecho un ingreso en el banco y pronto me llegará un sobre con algo de dinero (haya o no gustado mi libro o artículo, eso me da igual), o bien me he pasado demasiado tiempo sin enviarle nada y me llama para echarme la bronca y ponerme las pilas (eso quiere decir que me faltará dinero pronto). Mi otro amigo tiene que ver con esos sobres de dinero que me envía mi editor, le pido que lo haga así ya que no me gusta ir al banco, prefiero hacer mis compras por internet, me las traen a casa, pago por el banco y no tengo ni que hablar con nadie, pero por otro lado, siempre me gusta tener algo de dinero suelto para visitar a mi único amigo humano, al único con el que tengo algo de contacto y al único que hablo, aunque a él parece no gustarle mucho... Me refiero a mi amigo Viernes, el indígena de mi isla (no hace falta que explique el por qué ¿verdad?). Él insiste en que se llama Juan y se enfada muchísimo cada vez que le llamo viernes, bueno, cada vez menos, creo que ya me da por imposible y me aguanta pensando que estoy loco perdido (y lo peor es que tiene bastante razón). El caso es que Viernes trabaja en una gasolinera 24 horas y cada Jueves por la noche me paso a verle para comprar un par de bocadillos, un poco de vino y, como no, a darle un poco de conversación... Normalmente , como he dicho antes, pasa de mí, o bien me sigue el juego o ni me habla esperando que me aburra y me vaya, otras veces (ya las menos) le pillo con mal día y me manda a tomar por culo chillándome que está harto del puto loco todos los Jueves... Si tiene buen día, simplemente hablo con él, aunque no me responda, le cuento siempre lo mismo: El día que naufragué, como llegué hasta esta playa, como le conocí... Le enseño palabras como galleta, leche, etc (mostrándole ejemplos de cada una, claro), eso le pone de los nervios... Y le explico que le llamé Viernes porque, aunque le encontré un Jueves, me recuerda al amigo de Robinson Crusoe... El día que está cansado, me echa directamente, a lo que siempre respondo a voces: He visto la luz, solo yo conozco el camino, dame un brick de Don Simón, que quiero hartarme de vino hasta acabar en mi ataúd. ¿Que por qué lo hago?... Yo que sé... Solo se que me encanta... El día que "Juan Viernes" tiene buen día hablamos un poco de todo, después, por supuesto, de mis estúpidas y pesadas bromas de aprendizaje del idioma. En realidad me cae bastante bien, es un tipo sencillo pero inteligente con el que puedo hablar de todo y, aunque no lo sabe, es fuente de inspiración para muchos de mis artículos, ya que es mi foco de contacto con el mundo y me pone un poco al día de todo lo que pasa. A veces me pregunta el porqué de mi encierro, o mi destierro voluntario, como queráis llamarlo, y la verdad es que siempre escapo a la respuesta porque, en realidad no quiero recordarla, creo que mi vida naufragó en algún momento por motivos que no puedo recordar, pero recuerdo que no estaba solo, que echo de menos a mi tripulación, pero que me siento seguro en mi isla, con mi perro y mi amigo Viernes. Algún día construiré una balsa y saldré de aquí, pero de momento me quedo aquí, bajo mi palmera que me protege del sol y los recuerdos.

martes, 27 de octubre de 2009

El juego de la vida



Sombras en la noche,
murmullos en la oscuridad.
Todos tememos algo,
todos lo esperamos con ansia.

Susurros al oído,
palabras de amor y caricias.
Todos ansiamos algo,
todos lo tememos.

Abrazos de pasión,
amores furtivos.
Todos buscamos algo,
todos lo ocultamos.

Miradas cruzadas con odio,
rencores escondidos.
Todos ocultamos algo,
todos lo escondemos.

Escritos con sentimiento,
pensamientos en alto o en letras.
Todos tenemos algo que decir,
Todos lo sacamos por algún lado.

Amigos de ida y vuelta,
almas descarriadas buscando reposo.
Todos tenemos decepciones,
todos tratamos de superarlas.

Dulces y malos momentos,
lágrimas y sonrisas entrelazadas en el tiempo.
Todos pasamos por caminos de rosas y espinas,
todos seguimos andando.

Momentos duros y deliciosos,
peleas con sangre y sudor.
Todos luchamos y amamos,
todos seguimos aprendiendo...

Momentos de amor y de guerra,
camas hechas y desechas.
Todos nos enamoramos y desenamoramos,
todos lo seguimos disfrutando...

domingo, 25 de octubre de 2009

Regreso al hogar



Mi nombre es Lusidio, viví en mi ciudad de nacimiento, mi amada Helmántica, hasta que fui detenido y acusado de traición por mi oposición abierta a la política del gobernador elegido por Roma para dirigir esta región con mano de hierro. Por esa simple discrepancia fui detenido y llevado hasta Roma en un carruaje de esclavos, encadenado y humillado, despojado de todas mis posesiones y con un destino bastante incierto.
Mi llegada a Roma fue bastante traumática, ya que la incertidumbre de mi castigo, el desprestigio de mi nombre y el trato como a un traidor a mi llegada a la ciudad ya fue bastante castigo para mí. Fui presentado ante las autoridades como un enemigo del imperio, como una amenaza para la estabilidad de mi ciudad, por lo que fui castigado a luchar por mi vida en el circo romano contra otros parias como yo, condenados también por otros motivos tan injustos como el mio propio.
Nunca fui un guerrero, aunque supe defenderme cuando tuve que hacerlo, por lo que fui bastante inseguro al circo, pensando que mi paso por la arena sería bastante fugaz y mi sangre se derramaría por ella rapidamente, no me imaginaba luchando por mi vida y menos aún para diversión del pueblo romano.
Sin tiempo apenas para pensar y descansar, entré en el circo romano y encerrado en una celda junto con otros "compañeros" de aventura. Nos despojaron de nuestras ropas y nos entregaron una pequeña túnica para que nos cubriéramos, de ahí fuimos llevados a una sala donde los "perdedores" del expectáculo anterior yacían ensangrentados, algunos de ellos desmembrados e irreconocibles. Fuimos obligados a elegir armas y armadura que arrancamos directamente de los fríos cuerpos de los muertos y nos vestimos para la función.
Saltamos a la arena entre vítores y aplausos; algunos lloraban, otros (como yo) temblaban de miedo, incluso alguno de ellos se hizo sus necesidades encima o fue incapaz de de andar ante su temblor de piernas, por lo que fue aniquilado directamente antes de salir ante el público.
De repente, me encontré en mitad de la arena, muerto de miedo, temblando y sin un enemigo claro, unos 10 luchadores estábamos en la arena, mirándonos unos a otros sabiendo que solo uno saldría de allí con vida y, aun así, su futuro seguiría siendo incierto.
Entonces dieron la señal, todos nos estremecimos y un gran luchador de color abrió el juego destrozando el hombro de otro luchador con una gran maza, sus gritos de dolor nos hicieron reaccionar a todos y vi como un pequeño luchador con barba venía hacia a mi con una lanza, por lo que realicé una acción evasiva y cuando falló su golpe me abalancé hacia él blandiendo mi espada y lanzando un ataque que resultó mortal para mi pequeño adversario; mi cara se salpicó de sangre, miré mis manos y miré a mi alrededor. Levanté mis manos y grité, grité con todas mis fuerzas, tan fuerte que los otros luchadores miraron hacia mi preguntándose que pasaba, entonces corrí hacia ellos y empecé una orgía de sangre y destrucción sin pensar siquiera lo que estaba haciendo, algo en mi interior creció y me hizo más y más fuerte, perdí mi miedo a la muerte y me centré en hacer lo que tenía que hacer: "Sobrevivir".
Una vez acabé con todos mis contrincantes me dirigí hacia el palco y, negando mi saludo al representante del emperador que ocupaba el trono, tiré mis armas al suelo y grité: SOY INOCENTE.
Por supuesto, este gesto no gustó a nadie, por lo que fui encerrado en los calabozos de la arena para repetir espectáculo al dia siguiente, eso si, 20 latigazos fueron mi único "premio" por mi gesta, mi victoria y rebeldía posterior.
Al dia siguiente, volví a repetir mis pasos: Elegir una armadura, un arma y un escudo, y paseo triunfal hacia la arena. Solo que esta vez ya iba preparado, los latigazos en mi espalda me recordaban que yo no estaba allí para defenderme de mis injusto castigo, nadie escucharía mi defensa, solo era un animal entrenado para animar al gran público. Por segunda vez, la furia se apoderó de mi y volví a ser el único luchador que acabó de pie en la arena. Volví al palco y volví a repetir mi gesto del día anterior, lancé mis armas a la arena y grité mi inocencia, añadiendo esta vez un insulto a la ley romana por mi injusto castigo.
Otros 20 latigazos calmaron mi furia antes de volver a mi frío calabozo, otra noche en un frío suelo de piedra y otro día comenzaba con las mismas expectativas del anterior.
Por las marcas en mi espalda, llevaba ya más de 8 días repitiendo la misma rutina una y otra vez, era difícil prestarle atención al tiempo cuando estabas tan ocupado tratando de salvar tu vida cada día y tratando de olvidar el dolor de los latigazos y las heridas de la lucha cada noche, llegó un momento en el que todo daba igual, no había un nuevo día, si no que se alargaba el anterior, o se repetía, no lo se muy bien. El caso es que aquel día el emperador en persona había ido a ver al fenómeno del momento, aquel luchador hispano que había sido capaz de sobrevivir más que nadie y, lo que es peor, había sido capaz de desafiar a la muerte desafiando al imperio romano poniendo en duda su justicia. Aquella tarde luché con más bravura aún que los días anteriores, no solo maté a mis "enemigos" si no que puse hincapié en hacer el mayor daño posible, en hacer sufrir y sangrar a mis contrincantes para darles exactamente lo que querían ver. Al acabar el espectáculo, volví a dirigirme al palco, pero esta vez, antes de que pudiera hacer mi reivindicación, la guardia del emperador me rodeó y me obligó a arrodillarme ante él. El emperador se levantó y se dirigió a mi para concederme un deseo, eso sí, debería luchar una vez más, una última tarde de sangre para ganar mi libertad y volver a mi tierra, ese sería mi premio, volver a mi vida anterior y recuperar mis posesiones.
Aquella noche no pude dormir, no hice más que pensar en que me esperaría en la arena al día siguiente, aún así, me sentía preparado, habían sido tantas tardes de lucha que me sentía fuerte para superar cualquier reto. Me levanté aquella mañana, comí lo mejor que pude e intenté no pensar demasiado en lo que me esperaba aquella tarde. Volví al cuarto de los cadáveres, escogí mi armadura y mi armamento y salté a la arena confiado en mi victoria. Aquella tarde era especial, muy especial, no lucharía contra otros gladiadores, si no contra soldados profesionales de la mismísima guardia del emperador, 6 hombres bien armados y organizados, acostumbrados a la lucha, serían mi prueba para ganarme mi libertad. Volví a sentir miedo, como la primera vez, pero pronto lo perdí, en cuanto vi que ellos sangraban igual que los demás. Una vez que maté al primero volví a sentirme invencible, como cada tarde, tanto que tiré mi escudo y me armé con una segunda espada que arrebaté al primer caído, lancé mi grito de guerra y corrí hacia ellos, que desorientados y sorprendidos por mi ataque perdieron a otro de sus compañeros.
Uno tras uno, los 6 guardias reales cayeron a la arena y derramaron su sangre, como todos los demás; levanté mis espadas al cielo y grité. La gente se volvía loca, aplaudían como locos y gritaban como yo. El emperador en persona se había puesto en pié para aplaudir y me pedía que me acercara al palco. Y eso fue lo que hice, me acerqué al palco, me arrodillé para escuchar al emperador y éste me dijo que, como prometió, era libre de volver a mi tierra, a mi casa, con mi familia. Me puse en pie y le pregunté que qué pasaba con mi honor, con mi nombre manchado con la sombra de la traición. Extrañado por mi petición y con un notable enfado me gritó que no tentara a la suerte, a lo que respondía tirando mis armas al suelo, maldiciendo la ley romana y gritando: Mañana volveré a la arena...

miércoles, 14 de octubre de 2009

Escalando la montaña


Pasaba casi todas las semanas por aquel paraje, me encanta escaparme al campo siempre que puedo y esa pared vertical me tenía casi obsesionado. Nunca he hecho escalada, al menos a nivel profesional, por lo que nunca había visto la montaña de aquella manera, pero aquel día, sin saber muy bien por qué, me planté delante de aquella pared de unos 20 metros de altura, solté mi mochila y me dije: ¿Por qué no?
Sin ninguna seguridad, sin ninguna idea de escalada y sin saber muy bien por qué lo hacía, empecé a trepar por aquella pared con entusiasmo, como si me fuera la vida en ello. Vamos, que me lo tomé como si fuera una cuestión de vida o muerte, o al menos de superación personal.
Empecé tan entusiasmado que los primeros metros fueron bastante fáciles, aunque poco a poco empecé a darme cuenta que no era tan fácil como me había imaginado en un primer momento. Para empezar, empezaba a asustarme cada vez que miraba hacia el suelo, mis manos empezaban a doler por el esfuerzo de aferrarme a pequeñas grietas en la pared. También me di cuenta que mi calzado no era el mas adecuado para aquella aventura, pero bueno, que le iba a hacer, ya se me había metido en la cabeza subir aquella pared y no quería echarme atrás, además, casi era más difícil volver a bajar que seguir subiendo, aunque hubo bastantes momentos en los que me planteé seriamente dejarme caer o intentar como fuera porque empezaba a sufrir en todos mis músculos el esfuerzo de aquella aventura que cada vez me parecía más una tontería y me hacía plantearme seriamente mi salud mental... Vamos, que me sentía como un gilipollas por haberme metido en semejante lío. Pero cuanto más cerca veía la cumbre, más dulce me parecía aquel dolor que recorría todo mi cuerpo. Estando a medio camino tuve que detenerme unos minutos, aprovechando un saliente que me permitió apoyar mi cuerpo sobre mis pies con comodidad. Durante esos minutos que pasé apoyado en la pared descansando pensé en muchas cosas que no venían a cuento, pero claro, ¿En qué puede pensar uno cuando se ha subido, sin venir a cuento, a escalar una pared perdida en mitad del campo? Pues la verdad es que allí, con aquella maravillosa vista del valle a unos 10 metros de altura, el miedo te hace sentir un cosquilleo en el estómago por que te estás exponiendo a un riesgo innecesario, pero por otro lado, el estar allí subido sin más razón que demostrarte a ti mismo que lo puedes hacer también te da una sensación de poder y de seguridad en ti mismo que te puede ayudar a superar retos que en tu vida te habías siquiera planteado.
Por cierto, subí el resto de la pared (con dificultad, pero la subí) y al llegar arriba me sentí como si hubiera conquistado el mundo, aunque solo había subido una pequeña pared que, para cualquier iniciado en escalada, sería muy fácil, pero para alguien como yo que no lo había hecho nunca, fue algo para recordar. Durante 15 minutos estuve allí sentado, en lo alto de aquella pared, mirando el valle y sintiéndome como un gran héroe que hubiera conseguido un reto inigualable, aunque después de mis 15 minutos de gloria aparte de sentirme feliz y cansado, también me sentí un poco como un imbécil porque, entre otras cosas, abajo, en el valle, vi mi mochila tirada, esperando allí a que volviera a recogerla, pero, por supuesto, no iba a bajar otra vez por aquella pared, tendría que dar un gran rodeo para volver a por ella, perder un tiempo precioso dando la vuelta a la montaña y esperar que si algún alma caritativa pasaba por allí antes que yo no se la echara a la espalda...
Pues eso, que es muy fácil pasar de sentirse un héroe a un bobo en un solo segundo, pero, por otro lado, también se puede hacer al contrario...
Con pensar un poquito antes de hacer las cosas...

lunes, 12 de octubre de 2009

El colmo de la superación


Hace poco conocí a una de esas personas que te dejan el corazón en un puño, ciega y sordomuda, no solo se negaba a pedir ayuda si no que seguía viviendo sola, en una gran casa heredada de su madre y ella sola se valía para todo, le bastaba con seguir ciertas normas de aprendizaje que estudiaba en otra ciudad a unos 50 kilómetros de su casa donde, por supuesto, se desplazaba ella sola en autobús una vez por semana, además aprovecha las tardes para ir al gimnasio ya que también tiene problemas musculares y necesita ejercitarse bastante.
Sí, los que conozcais mi blog sabreis que las historias que escribo son irreales en su mayoría, aunque siempren lleven parte de mi, inevitablemente. Pero en esta ocasión, esta es una historia real, sobre una persona real. Una persona que es capaz de luchar contra todo lo que se cruza en su vida y saltárselo (con más o menos esfuerzo) para seguir adelante. No voy a entrar en otros detalles de su vida, porque aparte de conocerlos solo de oidas y no tenerlos contrastados, tampoco vienen al caso, bastante duro ya es perder sentidos como el oido, la vista y la capacidad de hablar. Si a todo eso sumamos que por esos detalles en los que no voy a entrar, esta chica (de unos 35 años) se ha visto obligada a luchar sola desde hace años, ya no solo estamos hablando de una luchadora, si no de una mujer casi sobrenatural, capaz de enfrentarse a la vida, plantarle cara descaradamente y vencerla por K.O, porque no solo he visto a una mujer con ganas de vivir y seguir luchando, si no que me he encontrado al mirarle a la cara a una de las sonrisas más dulces y puras que he visto nunca, el simple hecho de visitar a una amiga ya le ha iluminado la cara, y su expresión al tocar a un bebé con sus manos es algo que nunca olvidaré, esa sonrisa burlona, cómplice, tan inocente como la del niño que recibía su caricia.
He visto la esencia de la vida en unos segundos, un enano de 3 meses sorprendido ante una desconocida y una desconocida, ciega y sordomuda, sorprendida ante el suave tacto de un enano de 3 meses. Él, inocente, acabó llorando (hay que decir en su defensa que estaba cansado porque le jodimos la siesta), pero ella, no menos inocente, iluminó la casa con su sonrisa y no pudo impedir que su boca soltara una casi-carcajada de felicidad y sorpresa. Tardaré tiempo en borrarme esa imagen de mi mente porque, ciertamente, es de lo más bonito que he vivido nunca. No he tenido ocasión de hablar con ella, ya que no es fácil seguir el ritmo de su tablilla adaptada al braile (o como se escriba...), pero he quedado tan impresionado por su fuerza y su coraje encerrados en un cuerpo aparentemente tan frágil e inocente, que me he echado una mirada por dentro y no he podido evitar reirme de todos esos problemas que tanto me agobian y que, al fin y al cabo, se pueden superar luchando, solamente, con unas gotas de alegría, esfuerzo y ganas de vivir.
A veces, hay que mirar al dolor a los ojos para enfrentarte a tus monstruos, pero si te fijas bien, siempre hay un amigo en el camino dispuesto a prestarte unas buenas gafas para que veas que ni existen monstruos invencibles, ni las cosas son tan malas como las ves. He conocido a una chica con problemas... Con muchos problemas, y he visto en ella a un ejemplo de superación y felicidad. Me he quedado con ganas de abrazarla y darle un buen par de besos, pero he pensado que podría interpretarlo como un símbolo de pena y compasión, cuándo en realidad, lo que quería expresarle era admiración y agradecimiento, por lo que, al final, he optado por no decir nada, dejarle seguir su camino y quedarme solamente con su recuerdo, bien guardado, como un cromo de la suerte que pienso utilizar cuando las cosas me vengan grandes.
Gracias por tu ejemplo, se que no leerás esto, ni creo que te lo comenten, pero me ha encantado conocerte.

martes, 6 de octubre de 2009

Bocados de realidad


Me desperté una noche, angustiado, alterado, nervioso, sin poder dormir, con mil y una ideas en la cabeza (ninguna buena, por cierto). Acababa de ver una historia de vampiros, una de esas que tanto me gustan (sin final feliz). Mi primer impulso fue levantarme y escribir todo lo que se me estaba pasando por la cabeza, pero por vaguería pura y dura, me di la vuelta e intenté seguir durmiendo (cosa que me costó un rato), pero mientras intentaba dormir, mil y una ideas daban vueltas y mas vueltas por mi cabeza y era algo así....:
Miré a mi derecha y vi tu cuello, pero no lo vi como siempre, ese cuello sexy que tanto me gustaría comerme a besos, pero esta vez no lo veía de esa manera, no lo veía como un cuello sexy de mujer, si no como un apetitoso cuello con sus venas marcadas, unas apetitosas venas que me gustaría morder hasta reventar y chupar su sangre hasta saciar mi hambre (o mi curiosidad a probar la sangre), pero no con intención de matarla, si no simplemente de alimentarme de ella y continuar con mi vida, esa vida en la que yo domino de cabo a rabo. No solo mi propia existencia si no la de todo aquel que está a mi alrededor. Como la suya, por ejemplo, hoy mismo he mordido su yugular, he arrancado su garganta y me he alimentado de su sangre y de su alma, mañana... ella será la misma, aparentemente, pero no para mí, porque yo ya la maté ayer, ya me la comí. Hoy es el mismo cuerpo pero ya no es mi Ariadna, hoy es Jessica, o Marta, Silvia, Déborah o Ramona... ¿Qué más da? Ella es un recipiente, un vaso. Un simple termo que guarda mi alimento, mi energía, la esencia de mi vida.
No estoy muy seguro si es sueño o realidad, porque me encuentro en la cama, entre sueño y sueño. Miro tu cuello de nuevo, veo tu vena, tan sugerente, tan apetecible...
Al final, ni te muerdo ni me levanto a escribir. ¿Qué quiere decir eso? Pues no se, seguramente querrá decir que vivo entre realidad y fantasía y que, ni en mundo ni en otro, soy tan manso ni tan peligroso como parezco. Y por cierto, también debo decir que hay que tener paciencia para aguantarme y (válgame la modestia) suerte para conocerme...
Besitos de madera y mordiscos inocentes para todos.

lunes, 5 de octubre de 2009

El largo regreso a casa


Conducía tarde, cansado y medio dormido después de varias horas al volante, pero me resistía a parar porque ya estaba cerca de casa y al fin podría descansar a gusto. Pero entonces pasó, pasó tan rápido que no se en que momento perdí el control del coche, quizás me confié demasiado al entrar en aquella curva, aquella curva que tantas veces había pasado sin problema, pero aquella tarde, entre el cansancio, la confianza y puede que algo más que hubiera en la curva, perdí el control por completo y mi coche salió disparado fuera de la carretera y comenzó a dar vueltas y más vueltas de campana a una velocidad endiablada. Mientras, dentro de aquella noria del infierno, el tiempo pasaba despacio, muy despacio y miles de imágenes comenzaron a pasar por mi cabeza.
De repente vi a mi novia, sonriente, acercándose hacia mi para abrazarme y darme un beso. Vi a mi abuela, frente a mí, estábamos comiendo juntos uno de aquellos platos que tanto me gustaban, y también me sonreía mientras me tendía la mano. Mi madre me miraba medio sonriente, pero con cara de preocupación, incluso vi una lágrima resbalando por su mejilla, mientras, mi padre me miraba con cara seria, intentando esconder la tristeza de su cara y reprimir las lágrimas mientras me tendía la mano con cara de estar muy orgulloso de mi. Vi a mis hermanos y hermanas, me decían adiós entre risas, besos y abrazos, mis sobrinos jugaban conmigo y me pedían que no me fuera. Vi aquella cara que me sonreía en el autobús cada mañana cuando iba al instituto, hacía años que no pensaba en aquella chica, o aquella otra de sonrisa contagiosa y eterna alegría, aquella mirada azul capaz de alegrarte el día y aquellas sábanas tan suaves... Vi a mi mejor amigo, me invitaba a una cerveza, tras él había otros amigos que levantaban sus vasos intentando que aceptara la invitación. Por supuesto, no todo fué bonito, también aparecieron por medio algunas decepciones, desamores, discursiones y desilusiones, pero apenas me fijé en ellas. Vi como el tiempo se iba deteniendo, sentí un golpe que paró el coche en seco, y fue ahí donde me relajé. De repente un gran dolor sacudió todo mi cuerpo, pero pronto fue tan fuerte e intenso que desapareció de golpe. A partir de ahí todo se fue volviendo cada vez más tranquilo y oscuro, algunos seres queridos mas pasaron por mi mente, pero cada vez más lejos, más serios, más borrosos. Empecé a sentir frío, cada vez más, pero no me molestaba, porque al mismo tiempo una sensación de paz me iba invadiendo a la vez que que todo se iba apagando. Aquel fue el fin (o el principio) de mi viaje, fue lento, algo doloroso, pero dulce y emotivo, un viaje que no esperaba y que me trajo tantos recuerdos que, tristemente se borrarán conmigo con la luz que cada vez se va apagando más y más. Vuelvo a casa...

domingo, 4 de octubre de 2009

Miradas telefónicas


Trabajé de noche durante muchos años, es duro adaptarse a vivir contra corriente, al revés que todo el mundo, pero por otro lado, la tranquilidad de la noche te da algo que no te puede dar el día, una paz y una visión del mundo que es completamente diferente a los que viven durante el día. No hay ruido por la noche, no se ve la polución de la ciudad, la gente no corre hacia su trabajo, nadie tiene prisa de noche. Por otro lado, la gente que vive la noche suele ser gente extraña, hay que ser muy especial para poder vivir de noche, o bien te dejas atrapar por ella y sus tentaciones, o bien la dominas acostumbrándote a ella y viviéndola en toda su intensidad. En mi caso, la noche no llegó a dominarme del todo, más bien fui yo el que llegó a dominar la noche, adaptándome perfectamente a su cruel y constante maltrato a mi cuerpo (cambio de hora de dormir, de comidas, trastornos del sueño...), me sentía como un pez en el agua trabajando de noche, además, allí la conocí a ella, y esa es la historia que os quiero contar hoy.
Yo trabajaba en una recepción de hotel, por lo que tenía que atender durante la noche las entradas, salidas y antojos de los clientes que allí se alojaban. En cuanto a ella, era una simple voz, una voz sensual y divertida que algunos días coincidía conmigo, era la encargada del turno de noche del servicio de radio taxi, por lo que, de vez en cuando, teníamos que cruzar unas pocas palabras, las justas para solicitar que uno de sus coches se acercara a mi hotel para recoger a alguno de mis clientes.
Daniela, así se llamaba aquel ángel de voz dulce y sonrisa fácil y dulzona con la que intercambiaba algunas palabras algunas noches de trabajo. Nunca hablamos de nada personal, al menos durante los dos primeros años de trabajo, después de un tiempo fuimos tomando más y más confianza, hasta llegar incluso a hacer pequeñas bromas entre el momento de pedir el taxi y confirmar el número del coche asignado. Poco a poco, aquella confianza fue creciendo y su voz me iba obsesionando cada vez más, sin ninguna razón aparente. Yo era un tipo normal, dentro de lo normal que se puede ser viviendo de noche y durmiendo de dia, lo que quiero decir es que tenía mis amistades, mis pretendientes, incluso alguna amiga más que especial con la que compartía algo mas que palabras y copas en mis noches libres. Pero Daniela era especial, no se por qué razón aquella voz me parecía tan sensual, tan sincera, tan especial...
Aquella noche, una noche tan tranquila que me dejó horas y horas para pensar, empecé a pensar en ella, en su voz, deseando que alguien bajara de su habitación para pedir un taxi y me hiciera el favor pedírmelo para poder oir su voz, aunque solo fuera unos segundos, pero pasaba la noche y nadie pasaba por mi recepción. Así que al final cedí, marqué su número y simplemente le pregunté si tenía mucho trabajo, ella contestó que no, su voz denotaba cierto entusiasmo, enseguida me di cuenta que estaba tan aburrida como yo aquella noche, por lo que mi llamada le alegró especialmente, parecía que deseaba tanto como yo hablar con alguien (especialmente conmigo, diría yo). Aquel fué el desencadentante de todo, una simple llamada, una simple e inocente llamada destinada a matar una noche de aburrimiento se acabó convirtiendo en una charla entre amigos que duró varios minutos, desafortunadamente ella tenía más trabajo que yo, por lo que tuvimos que cortar al poco tiempo, eso si, el poco tiempo que pudimos hablar nos dio mucho de sí, tanto que aprendí mucho de ella. Daniela era algo mayor que yo, apenas un par de años, pero su alegría, su voz y su manera de hablar sonaban como si fuera mucho más joven. Tuvimos que despedirnos pronto, demasiado pronto, pero prometimos repetir aquella experiencia cada noche que no tuviéramos mucho trabajo. Aquello desembocó en noches y noches de pequeñas charlas en las que nos fuimos conociendo poquito a poco y yo fui cayendo en más y más en su red, enamorándome de ella completamente. Nunca la había visto, nunca cambiamos fotos ni hablamos de nuestro aspecto, solo de trabajo, aficiones y alguna que otra charla íntima sobre nuestra vida personal (antiguas relacciones fallidas, ilusiones, etc...).
Al fin me decidí, una noche, tras una de nuestras charlas insistí en conocerla personalmente, algo a lo que ella se negó, en principio, pero no me fue muy dificil convencerla para quedar un dia aunque solo fuera a tomar un café.
Aquella tarde fué la más dura de mi vida, nunca había estado tan nervioso, tan indeciso, tan tembloroso... Como si fuera a encontrarme con la mujer de mi vida, con la mujer que siempre había deseado. El caso es que sabía tan poco de ella... Ni siquiera sabía como era fisicamente, solo sabía que era un par de años mayor que yo, que tenía la risa fácil y preciosa y que podía hablar con ella con una gran facilidad de cualquier cosa, es más, teníamos bastantes cosas en común.
Llegué al bar donde habíamos quedado, me presenté allí nervioso, muy nervioso, con mi camisa negra, como le había dicho que iría, sudando por culpa de los nervios y con el estómago encongido pensando qué me iba a encontrar en aquel bar. Ella me dijo que iría vestida con baqueros y camisa blanca, eché un vistazo por el bar pero no la ví, al menos nadie con aquella descripción, aparte de una mujer rolliza acompañada de un niño de unos 4 años sentada en la terraza del bar. Me senté en la barra, pedí una cerveza y me senté e uno de esos taburetes altos justo a la puerta del bar, desde donde podía dominar todo el bar y la terraza. Esperé unos minutos, pero nadie apareció a mi encuentro, me notaba nervioso, mejillas coloradas, un calor horroroso me recorría mi cuerpo y mi cara, miraba de una lado a otro intentando buscar a aquella chica de sonrisa perfecta con la que hablaba cada noche, pero no veía a esa chica de camisa blanca y baqueros.
Mi ilusión se iba apagando, pensé que era una triste broma que me había gastado alguien que no me había tomado en serio, pero de repente me di cuenta de algo, aquella mujer rolliza, que aparentaba unos 40 años (yo tenía 32 por aquel entonces) y que intentaba controlar a su pequeño hijo miraba hacia mi de vez en cuando, timidamente, con cierto aire de vergüenza. Me acerqué hacia ella y le dije que estaba esperando a alguien, preguntándole si podía sentarme allí con ella, fue entonces cuando me dijo que ella también esperaba a alguien, así que teníamos algo en común entre risas.
Mi primera impresión fue bastante extraña, la verdad era que Daniela parecía mayor de lo que esperaba, tampoco habíamos hablado nunca de su aspecto físico, que, desde luego, no era el de una top model, ni tampoco sabía nada de su maternidad. Todo este cúmulo de pequeñas sorpresas (incluso podría decir pequeñas decepciones) me hicieron un flaco favor a la hora de controlar mis nervios, la verdad es que estaba loco por salir de allí, por encontrar una excusa que me sacara de aquella incómoda situación en la que estaba. Pensaba encontrarme con la mujer de mi vida, pero lo que me encontré fue una completa desconocida de la que no sabía nada de nada, tenía incluso ganas de llorar y salir corriendo de allí ya que no era, ni por asomo, lo que esperaba encontrar.
Pero entonces sucedió algo, algo tan inesperado como todo lo que había sucedido hasta ese momento. En plena desilusión, en plena abalancha de ideas que me sugerían que una huída a tiempo podría ser una victoria (aún quedando como un cobarde...), Daniela empezó a reir, su risa se contagió a su pequeño y allí estaba yo, colorado, con cara de tonto y el cuerpo tenso, preparado para salir corriendo, cuando ella me preguntó:
¿Decepcionado? Que le voy a hacer, me hago vieja, como todo el mundo...
Y siguió riendo con esa risa que tantas noches me había conquistado y me tantas noches me había alegrado.
Fué entonces cuando sucedió, volví a mirarla y no vi a la mujer rolliza y envejecida que había visto desde la puerta del bar, si no a una mujer un poco mayor que yo, con la sonrisa más pegadiza y adictiva que había visto nunca. Decidí tranquilizarme, sentarme y darle (y darme) una oportunidad.
Así empezó nuestra historia, me enamoré de una voz y, tras años de perseguirla y soñar con ella, me decidí a buscarla. Sí, vale que no era exactamente como la había imaginado, quizás no fuera, fisicamente, la mujer 10 que había idealizado en mi mente, y para más inri, era separada y tenía un pequeño demonio (tan indominable como adorable) que no esperaba encontrar... Pero era ella.... Y era tal cual la conocí, con su voz adorable, con su risa fácil y pegajosa y con un corazón tan grande que era imposible no querela.
Aún no se muy bien como pasó, no acabo de comprender como acabé viviendo con alguien en quien no me habría fijado nunca aunque la hubiera tenido delante de mis narices durante años, pero así fue, su voz me conquistó, me convenció y me sigue alegrando cada noche cuando tengo que enviar un taxi. La única diferencia es que ahora, también me alegra los días cuando llego a casa.
El aspecto es importante, sí, suele ser en lo primero que nos fijamos, pero, en el fondo, hay tantas cosas detrás de un cuerpo, de una sonrisa, de una mirada... Qué bonito es saber mirar con la suficiente calma para ver más allá de la primera impresión.
A todos/as los que teneis ese don (o la paciencia suficiente para dar una oportunidad a la gente), un sincero abrazo y mi más sincera felicitación.