lunes, 30 de noviembre de 2009

domingo, 29 de noviembre de 2009

Heridas de guerra


Hoy te quiero contar
con todo mi sentimiento
que tengo ganas de cantar,
aunque se que aún no debo,
ya que aún debo librar
mil batallas contra el tiempo.
Algunas he de ganar,
de otras salir huyendo
y muchas otras perder
en un combate sangriento,
pero en todas lucharé
hasta quedar sin aliento,
porque la guerra es muy larga
y el enemigo muy fiero.
Me gustaría llorar,
sin embargo estoy riendo,
por fuera muestro alegría
mientras estallo por dentro,
mi sangre corre deprisa
extendiendo ese veneno
que me hiela el corazón
y esconde mis sentimientos.
Me he batido a muchos monstruos,
dragones llenos de fuego,
hombres llenos de maldad,
mercenarios del acero
me han intentado quitar
todo aquello que aprecio;
mi vida, mi libertad,
mi alma y hasta mi cuerpo,
mis ansias de oler el mar,
mis ganas de ver el cielo.
Algunos, sin rechistar,
me han ofrecido dinero
para poder comprar
cosas que yo no quiero,
pues ni el oro ni las joyas
valen la mitad del viento
que enfría mi duro rostro
mientras mece mi cabello,
ni el poderme despertar
donde, como y cuando quiero,
ni por supuesto llevarme
otra vez hasta tu lecho,
aquí es donde quiero estar,
aquí es donde yo me siento
tan libre para volar
como un pájaro entre el viento,
aquí es donde yo hallo
el descanso del guerrero,
aquí tengo mi hogar,
en el calor de tus pechos,
aquí quiero despertar
de todos mis dulces sueños,
y aquí quiero morir
cuando me llegue el momento,
aquí quiero que reposen
mi alma, mi espada y mi yelmo.
No quiero mirar atrás
he dejado un gran reguero
de sangre por el camino,
caminos lleno de muertos,
siempre he vuelto a caminar
escuchando los lamentos
de todos esos caídos
tras probar mi duro hierro.
Hoy he vuelto a soñar,
aunque dormir no puedo,
que me vuelves a abrazar
mientras me dices
te quiero.



Desde el andén


Un halo de misterio rodeaba toda la casa, una brisa fría la recorría invadiendo hasta el último de sus oscuros rincones haciendo olas en las cerradas cortinas que no dejaban pasar apenas luz al interior. Allí estaba él, sentado en un sillón, solo, en silencio, pensando en ella como cada día.
Hacía mucho tiempo que ella se había ido y el sabía que se había ido para siempre, pero cada tarde pasaba horas y horas sentado en aquel sofá, en aquella habitación oscura deseando que volver a tocar su pelo, a oler su fina piel, en besar sus bellos labios...
Hay trenes que solo pasan una vez en la vida y él sabía que el suyo hacía tiempo que había dejado su estación en un viaje sin retorno, un viaje al que él no se quiso sumar cegado por el miedo, por la carga de una vida que no le enseñó algunas cosas útiles para una vida plena si no solo las imprescindibles para vivir, o mejor dicho, para sobrevivir...
Un sofá como estación, un tren como sueño y un reloj roto como corazón; esa era su triste vida.
Aquel tren había pasado, la estación estaba vacía, triste, pero no muerta. Allí seguía él, esperando que un tren volviera a iluminar aquella estación y que alguien bajara de él con las herramientas que volvieran a poner aquel reloj en marcha.
O mejor aún, un día se levantaría, abriría las cortinas, las ventanas y sacaría la cabeza al exterior, volvería a disfrutar del viento, del olor de la hierba del jardín y de la preciosa vista de la avenida. Aquello abriría las puertas de la estación de nuevo, levantaría las barreras que impedían a la gente entrar a ella y el sonido de un otro tren haría vibrar sus vías.
Esta vez estaría preparado, ésta vez no dejaría pasar el tren.

viernes, 27 de noviembre de 2009

El dia después




Hoy me siento como si me hubieran arrasado por dentro, algo que se nota por fuera, claro, no hay más que ver con que cara me he levantado esta mañana. Hoy he vuelto a sentir la tristeza más profunda y mil y un fantasmas han recorrido mi cabeza volviéndome a recordar tiempos peores, aquellos tiempos en los que me sentía podrido por dentro, donde este blog era mi alimento diario y a la vez el cubo donde vomitaba mi desilusión y agonía. La única diferencia entre el tiempo pasado y ahora es que, poco a poco, voy descubriendo las armas que me permiten enfrentarme a esos fantasmas que tanto daño pueden hacer, atacando en lo más profundo de nuestro ser, tocando donde más duele, haciéndote sentir un cero a la izquierda. Y no hay más arma que contraatacar con sus mismas armas, levantándose cada mañana blandiendo el arma más poderosa que tenemos y que no es otra que nuestra propia autoestima, el saber que hay quien nos aprecia tal como somos, que cada uno de nosotros es un ser único y maravilloso, con algo especial que le distingue de los demás, con algo que le hace inigualable, insustituible.
Al final, lo que empezó como un día triste (nunca es fácil cuando acabas de perder un buen amigo) que amenazaba con no dejarme levantar de la cama ha cambiado a un día más, a otro día con sus cosas buenas y malas, a un día de limpieza en casa, siguiendo la rutina diaria, a un día de catálogo de juguetes para los sobrinos...
En resumen, hay que mirarse más al espejo y acostumbrarse a lo que hay, porque sea como sea, seguro que es maravilloso.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Un niño en un rincón


La primera vez que le vi, solo en su rincón oscuro, me dio lástima, me pareció tan triste... Me acerqué hacia él y le pregunté si le pasaba algo solo me dijo: "Estoy solo" ¿Estás bien? Le pregunté. Y su respuesta fue: "Si, pero quiero estar solo" Me fui, con mucha pena, dejándolo allí, solo en su rincón oscuro, triste por no poder hacer nada por él, pero estaba claro que no quería que le molestasen. Al día siguiente volví y allí estaba otra vez, acurrucado en su rincón oscuro, solo, con la cabeza entre la piernas, pensativo, con aire triste. Me volví a acercar a él y le pregunté si podía hacer algo por él; su respuesta fue la misma del día anterior: "Estoy solo y así quiero estar" ¿Puedo sentarme a tu lado?, pregunté. "Si no me molestas... No tengo ganas de hablar", me dijo. Me senté a su lado, observándole. Al principio pareció molestarle, por lo que hice como él, agaché la cabeza, la metí entre mis piernas y así, en esa posición fetal, pasé un rato con él. Ninguno de los dos habló, pero no hizo falta, sentí su cariño sin cruzar siquiera una mirada con él, sentí su dolor, su soledad, su fuerza interior. Después de un buen rato a su lado, me levanté, me despedí de él y le dije: "Ha sido un placer conocerte, ¿Te importa si vuelvo mañana?" Levantó la vista y encogió los hombros, para mi sorpresa, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, como si el comienzo de una amistad se acabara de encender. Fueron varios días los que pasamos juntos, cruzando pensamientos sin cruzar una sola palabra, solo alguna mirada fugaz muy de vez en cuando, incluso alguna pequeña sonrisa furtiva o un gesto de tristeza de vez en cuando. El primer día que me habló sin que yo le dijera nada me sorprendió tanto que casi se me escapa una lágrima, y eso que lo único que me dijo fue, con una sonrisa burlona: "Hoy llegas tarde". Aquella fue la primera vez que me hizo reír de verdad, la primera vez que sentí que teníamos algo especial, que por fin habíamos conectado como verdaderos amigos. Es más, como hermanos, como si nos conociéramos de toda la vida, de hecho, yo iba pensando en hacer alguna broma sobre mi retraso aquel día y parece que me leyera la mente. A partir de aquel día hablamos bastante más, no voy a decir que nos contáramos nuestras vidas, porque extrañamente ninguno de los dos teníamos curiosidad por saber del otro. Como he dicho antes, parecía que nos conociéramos de toda la vida, por lo que no teníamos nada que contarnos el uno del otro. Es más, un día me di cuenta que nos conocíamos, que nos conocíamos mucho más de lo que yo pensaba, por eso nunca hablábamos uno del otro, ni de nosotros mismos, por eso, después de tantos ratos juntos y tantos buenos momentos compartidos nunca nos habíamos preguntado ni siquiera nuestros nombres. El motivo era que no hacía falta, que ya lo sabíamos, aunque ninguno de los dos se había dado cuenta. Bueno, creo que él lo supo antes que yo, pero su timidez o simplemente su manera de ser le hizo dejar que fuera yo quien descubriera el porqué de nuestro encuentro, que no fue casual. Al fin me di cuenta de quien era él, al fin me di cuenta de quien era yo... Lo encontré, al fin lo encontré. Todos tenemos un niño interior, pero a veces estamos tan ciegos que no somos capaces de verlo ni teniéndolo delante. A mi me costó mucho tiempo darme cuenta de donde estaba, pero al final, después de muchos sueños y mucha paciencia, allí estaba, en su rincón oscuro, acurrucado, solo, triste... Ahora, sale bastante más, aún me siento alguna noche a su lado, entre sueños, a disfrutar de un rato de soledad, aunque ya hay mucha más confianza. Le abrazo si le veo triste, le limpio su llanto cuando necesita desahogarse, me río con él cuando juega, juego con él cuando me llama y, sobre todo, le dejo salir siempre que quiere, porque me encanta verle salir, jugar, disfrutar y reír. Cuando cae la noche, vuelve a su rincón, aunque ahora no es un rincón solitario y oscuro, tiene su tele, si la quiere, sus juegos, su luz y sobre todo, un gran amigo que le escucha, le entiende y le quiere como se merece.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Agapornis papilleros




Cosas de la vida, un día va uno paseando tranquilamente por la calle y se encuentra un cartelito colgado de una farola en que le ofrecen "bonitos agapornis papilleros", ideales como mascota y mira por donde le da a uno por pensar (y es que cuando uno se aburre y tiene tiempo... malo malo). El caso es que me hizo gracia, mejor dicho, nos hizo gracia, porque iba acompañado de otra "pájara" de cuidado y nos hemos pasado el día entre bromas y chorradas a cuenta de algo tan simple como el nombre de los pajaritos, que nos ha parecido de lo más curioso, que si podíamos comprar la parejita y llamarlos Nacho y Lucía (por Vidal y Lapiedra), que si ponga un agaporni en su vida, etc... Pero lo mejor de todo es que, tras un día como otro cualquiera me he acostado y, como muchas otras noches, no podía dormir y he hecho un pequeño balance del día y no se me ocurre otra forma de definirlo que "perfecto". He aclarado un malentendido tonto con una gran amiga y creo que le he vuelto a sacar una sonrisa, eso ya me parece más que suficiente para alegrarme el día, he cotilleado un poco con otra buena amiga y me ha contado que todo le va más o menos bien, mis espectativas laborales parece que van cambiando... Al menos me llaman de vez en cuando, aunque sea para decir que no... Ya es algo... Y puede que pronto alguno diga que sí, lo cual es muy esperanzador. Me he reído como hacía tiempo que no me reía (sobre todo gracias a la "pájara" que mencionaba antes) y, sobre todo, me he dado cuenta de que me encuentro en un gran momento, féliz, contento, esperanzado y, aquí vienen lo mejor de todo, muy bien acompañado, así que aquí os dejo, os mando un abrazo, un besote de madera y me vuelvo a la camita, que me están esperando y, aunque no pueda dormir, no hay nada como acabar el día abrazado a alguien con quien encajas perfectamente... Por cierto, si alguien está pensando en regalarme un agaporni por mi cumpleaños, os diré que por muy bonitos que me parezcan, no me gusta tener pájaros, no hacen más que cagarse por todas partes y dar el coñazo desde que se despiertan... Donde esté un perrito que se quite un agaporni...

miércoles, 11 de noviembre de 2009

El elixir de la eterna juventud


Como un explorador en la selva, como un paracaidista novato, como un torero en mitad del ruedo; todos buscamos algo en la vida: emociones fuertes, o una vida tranquila sin sobresaltos, depende de cada uno y su manera de ser. En mi caso, yo buscaba el elixir de la eterna juventud, ese que la humanidad ha anhelado desde hace siglos, pero yo, a diferencia de mis antepasados no lo buscaba para vivir eternamente, mi sueño era otro, mi sueño era volver atrás y disfrutar de cosas que ya casi he olvidado a pesar de haberlas vivido ya.
Por supuesto, no voy a revelar donde lo encontré, y no solo porque sería desilusionante para algunos y demasiado simple de conseguir para otros, pero el caso es que lo conseguí. Una sola gota de aquel elixir era suficiente para volver un año atrás, para recuperar un año de juventud, yo lo encontré cuando tenía poco más de 40, por lo que empecé a pensar en qué punto de mi juventud me gustaría estar... 35? 25? 20?...
Aquello me planteó un gran problema moral ya que yo no quería volver demasiado atrás, tenía muy clara la idea de que no quería hacer negocio con aquello tampoco, mi idea era clara (hasta entonces), vuelve a ser joven una vez más, estudia, aprende, aprovecha esta oportunidad que te brinda la vida para ser alguien, para volver a hacer todo aquello que en su día no pudiste o no tuviste valor para hacer, y luego, recupera tu vida normal, sigue tu camino y no cometas los mismos errores que cometiste en el pasado.
Lo malo es que, en el fondo, el ser humano nunca tiene nada tan claro, o al menos éste que escribe, y mil y una ideas se me empezaron a pasar por la cabeza, había mil y una cosas que podría volver a hacer con menos años, empecé a añorar aquellas juergas universitarias, aquellas salidas nocturnas hasta las tantas que hacía tiempo no hacía, los viajes con mochila y sin un pavo... La locura juvenil, resumiendo.
Me pasé noches y noches sin dormir pensando si debía hacerlo, si debía probar aquel elixir y volver atrás. ¿Sería capaz de dominarme o me vencería mi ansia de poder que me ofrecía aquel elixir? La eterna juventud... La vida eterna...
Pues bien, la respuesta es fácil, después de mucho deliberar tiré el contenido de aquella botella al retrete y tiré de la cadena, lo hice rápido para no darme tiempo a pensarlo más, y decidí no volver nunca al lugar donde la conseguí. ¿Que por qué? Pues creo que está claro, he cometido muchos errores en mi vida, he hecho muchas cosas de las que me arrepiento, pero ha sido mi vida y hay cosas de las que me siento orgulloso: He conocido amigos/as de verdad, he conocido el amor, he visto mundo y lo poco que tengo me lo he ganado trabajando duro. ¿Volver atrás? Sí, tengo que reconocer que sería bonito, pero nunca me ha gustado jugar haciendo trampas y si la vida me ha dado estas cartas, pues tendré que jugar con ellas lo mejor que pueda.
Al menos me queda el orgullo de saber que conseguí lo que nadie pudo, el maldito elixir...


martes, 3 de noviembre de 2009

El arbol de la vida


Llevaba años intentando pintar el cuadro de mi vida, aquel que me daría por fin el reconocimiento del público, aunque no lo hacía por eso, lo hacía porque me lo pedía el cuerpo y mi mente, hacía mucho tiempo que soñaba con aquel cuadro, el cuadro perfecto, un árbol vivo, tan vivo como un árbol en llamas, rojo y vivo como el fuego. Pero cada vez que lo intentaba algo salía mal, o bien el color no era lo bastante vivo, o el árbol no estaba lo bastante vivo... Siempre faltaba algo... Cada vez que lo intentaba había algo que no me acababa de convencer, por lo que acababa quemando el boceto del cuadro en mi estudio y mirando la belleza del fuego durante horas, preguntándome que era lo que había fallado aquella vez, hasta que un día lo vi, lo vi claramente, el árbol, el fuego, el rojo, la sangre... Eso era lo que faltaba para que mi cuadro estuviera vivo, el color perfecto, el color sangre sería el perfecto, más concretamente el de mi sangre, el de mi vida; era mi cuadro, mi fuego, mi vida, mi sangre... Me corté las venas de mi muñeca izquierda y mi sangre comenzó a caer sobre mi paleta, con ella empecé a mojar mi pincel y con él a pintar mi cuadro, mi árbol. El trabajo que comenzó a intuirse en mi lienzo era espectacular, exactamente lo que buscaba, un árbol vivo en tonos rojos más o menos intensos según su movimiento en su ramaje, algo completamente impresionante, cuanto más pintaba, más y más me involucraba en el proyecto, más y más sangre necesitaba, por lo que mis cortes en la muñeca izquierda, aunque tapados con vendas blancas, de vez en cuando se volvían a descubrir para darle algo más de color a mi paleta de colores. Solo con el rojo de mi sangre , el cuadro iba tomando más y más vida, era exactamente como lo había imaginado, solo necesitaba más y más rojo para darle más intensidad a algunas partes que lo requerían, por lo que necesitaba más y más sangre para darle ese tono rojo vivo que estaba en mi cabeza. Al fin conseguí exactamente lo que quería, mi árbol vivo, mi árbol rojo en llamas, pero a la hora de firmar el cuadro, mi cabeza empezó a irse, a meterse más y más en aquel cuadro y a perder conciencia de la realidad. El perder tanta sangre empezaba a afectarme, empecé a sentir un mareo que, mezclado con el placer de contemplar mi obra, me llevó a una especie de éxtasis que no acababa de comprender. Por un lado parecía que me mareaba por la pérdida de sangre, por otro, parecía una especie de orgasmo acompañado de una sensación de orgullo y tranquilidad que me invadía mientras miraba mi cuadro. Así me encontraron, muerto ante mi obra con una sonrisa de felicidad que hacía pensar que seguramente la droga habría sido la causa de mi muerte, por lo que tampoco se investigó demasiado mi muerte, al menos hasta que se dieron cuenta que mi cuadro, mi último cuadro, estaba hecho con mi propia sangre, eso fue la pista que finalmente incitó a la policía a investigar mi muerte, a mí a descansar tranquilamente en mi cama de agua (mis cenizas en el Mediterráneo) y a mi familia y amigos a entenderme un poco más...