domingo, 24 de enero de 2010

Monstruos


Una tarde cualquiera en un parque cualquiera, me siento solo, en un lugar apartado y me dedico a observar a la gente pasar, sin pensar en nada especial, solo observando. A veces me imagino qué serán en su vida profesional y cómo serán en su vida diaria. Veo al hombre calvo que viste un elegante traje con una cara corbata y un maletín de cuero y me imagino a un amable comercial, o quizás a un director de entidad bancaria con un exquisito trato al público; amable y educado con sus clientes y compañeros. ¿Pero será igual cuando vuelva a casa o pagará su frustración por no poder contener sus malos pensamientos en el trabajo pegando a su mujer? Puede que tanta simpatía y tanta sonrisa forzada vayan acumulando horas y horas de odio escondido tras su amble sonrisa y todo eso salga en una tonta discursión familiar sobre lo poco hecho que está su filete un domingo por la tarde. O que pague su frustración engañando a su mujer con una puta barata a la que azota (o por la que se deja azotar) por 100€ por sesión.
No lo se... Tampoco me importa, pero se que le mataría.
Así paso mis tardes de domingo, imaginando una posible víctima a la que matar, alguien que merezca morir, aunque se, en el fondo, que nunca sucederá; que soy incapaz de ponerle la mano encima a alguien. Al menos de momento... Pero sueño con ello, sueño despierto, es mi mayor fantasía.
Sí, ya sé, pensáis que estoy loco, ¿Verdad? ¿Os habéis parado a pensar alguna vez en vuestras fantasías? ¿En las más profundas?
No lo creo.
A veces, en mis maquiavélicos planes no solo aparecen seres ruines y miserables que merecen un escarmiento, no soy ningún superhéroe frustrado tratando de imponer la justicia en el mundo, todo lo contrario, mi deseo es matar, ser el villano de la película, ser el monstruo que azota, el castigador. Me da igual si la víctima se lo merece o no, si sufrirá o no, si morirá o no... Quiero perder los escrúpulos, quiero saber que puedo ser cruel. Tan cruel como un asesino a sueldo, como un mafioso de la peor calaña; cruel como un banquero, sin escrúpulos como un usurero, quiero ser capaz de echarte de tu casa y mearme en tu sofá. Quiero quitarte a tus hijos y decidir que no eres lo suficientemente bueno para cuidarlos. Quiero robarte el coche por placer, quiero encerrarte para siempre y tirar la llave al río. Quiero ser quien decida si puedes o no adoptar, si mereces o no ese ascenso que te puede cambiar la vida. Quiero anular tu seguro médico, recetarte paracetamol si necesitas insulina, quiero apagar tu pulmón artificial. Déjame juzgar si tu mujer merece o no quedarse con tu casa y la custodia de tus hijos. Dame la clave de tu tarjeta de crédito para que decida cuánto dinero mereces. Véndeme tu alma a cambio de una hipoteca. Véndeme tu sangre a cambio de un bocadillo. Deja que dirija tu futuro, que hunda mi cuchillo en tu pecho, mi bisturí en tu vientre. Deja que cuide de todo lo que más quieres, que pasee a tu perro, que cuide de tus hijos. Déjame entrar en tus sueños.
Déjame ser normal...