lunes, 27 de abril de 2009

Viaje a la felicidad


Era su primer viaje juntos, su primera escapada de fin de semana. Javi tenía mucha ilusión por aquella relacción, hacía mucho tiempo que no conocía a alguien tan especial. Susana, por su parte, a sus 23 años apenas había si sabía lo que eso significaba, sus relacciones habían estado marcadas siempre por su extrema timidez, tenía tanto miedo a no gustar a sus parejas, que acababa haciéndose realidad por su inseguridad.
Pero esta vez era distinto, desde que conoció a Javi, se sentía segura, mas segura que nunca de sí misma, porque podía sentir que él la quería solo con mirarle a los ojos. Apenas habían pasado dos meses desde aquel día en que habían coincidido en aquel bar, donde, tras horas de miradas y sonrisas, al fin él se había decidido a hablar con ella. Fué una noche un poco rara, la verdad, parecían dos niños de 10 años con sus mejillas coloradas por la vergüenza y esos largos silencios entre cerveza y cerveza, pero desde aquel primer beso al despedirse (un inocente "piquito" tras horas de pensárselo...) saltó la chispa entre ellos, algo se retorció dentro de ellos. Él no se quitó la sonrisa de la cara hasta bien entrada la mañana, cuando al fín pudo dormir. Ella, ella ni si quiera pudo dormir, se lo impedían aquellas dichosas mariposas en el estómago...
Hacía un día precioso, habían salido pronto de Madrid, no querían verse en mitad de un atasco en su primer escapada juntos, querían que fuera algo especial, muy especial. Habían reservado una cabaña en un pequeño pueblo perdido, por una vez, querían alejarse de todo y todos, vivir un fin de semana de soledad rodeados de un romántico paisaje de bosque verdes y frondosos, un pequeño paraíso perdido en las montañas en alguna zona del norte.
El viaje había empezado bien: Buena temperatura, buena música en la radio ( su complicidad era tal que tenían gustos muy parecidos) y una inmejorable compañia, solos los dos. No conocían muy bien la ubicación exacta de la cabaña, pero las indicaciones de la página de internet eran bastante precisas, hasta entrar en Asturias todo eran autovías, por lo que no había mayor dificultad, y tras la salida indicada, un tramo de carretera nacional para luego desviarse por una pequeña carreterla comarcal, bastante bacheada, pero lo bastante ancha para conducir seguro. A ambos lados de la carretera el paisaje era espectácular, bosque cerrado a ambos lados, donde apenas tocaba el suelo la luz del sol, y a medida que la carretera ascendía por la montaña, el arcén derecho empezó a desaparecer y a cortares cada vez mas, convirtiéndose en una escarpada y peligrosa caída cada vez mas alta y pronunciada, pero eso no hacía sino acentuar la belleza del paisaje.
Entre miradas furtivas, tímadas sonrisas y arrumacos, continuaron su viaje, pensando en lo maravilloso que sería su fin de semana juntos.
Aquella misma mañana, Toño y Juan, dos de los pocos habitantes de aquel pequeño pueblo perdido en la montaña, salieron con sus bicicletas, aprovechando aquel Sábado de sol, por la parte trasera del parque, donde una empinada cuesta bajaba hasta el camino del cementerio. Bajaban con el cuerpo echado hacia delante, como aquellos ciclistas que veían por la tele, intentando adoptar una posición mas aerodinámica para así incrementar su velocidad, entre risas y gestos desafiantes entre ellos. Hoy era uno de sus pocos días libres ya que, apesar de contar apenas 10 años, solían ayudar a sus padres en los días que no había escuela, los dos vivían entre ganado y ya sabían lo que significaba trabajar duro. Pero aquel día habían logrado eludir el trabajo, su buen resultado en la escuela en los últimos meses había hecho que sus padres les dieran algún tiempo mas para ellos y, aquel día, decidieron aprovecharlo. Además, eran las fiestas del pueblo y todo el mundo andaba de acá para allá ultimando preparativos, lo que les daba aún mas margen para perderse.
Recorieron varios kilómetros con sus bicicletas, hasta acabar en el viejo camino utilizaban los primeros habitantes de aquellas montañas para caminar hacia la ciudad, un camino ya en desuso desde que se hizo la carretera, aunque mucha gente lo utilizaba para dar largos y placenteros paseos, aunque en algunos tramos llegaba a ser incluso peligroso, ya que la obra de al carretera había cortado la montaña en algunos tramos sin tener en cuenta la proximidad del camino. Aunque eso no era problema para los dos muchachos, ya que conocían aquel camino como la palma de su mano.
A lo lejos, un grupo de motoristas llamó su atención, no era fácil ver motos por aquel lugar, y menos aún un grupo de motoristas con aquellas máquinas impresionantes y esos trajes tan llamativos, corrieron todo lo que pudieron y se situaron sobre un tunel, encima de la carretera, para poder apreciar aquel espectáculo en todo su explendor, se sentaron y esperaron a que aquel grupo pasara bajo sus pies, fué algo increible sentir el rugir de aquel grupo de motos debajo de ellos, y porque nó, ver las mujeres que algunos de ellos llevaban en la parte de atrás... Se dieron la vuelta para verlos alejarse y empezaron a gritar como locos, como si acabaran de ver no un desfile de motoristas, sino un desfile de superhéroes en sus naves espaciales, no paraban de reir, de decir que algún día cambiarían aquellas tristes bicicletas por motos como aquellas que acababan de ver, por supuesto, incluyendo a una estupenda rubia de pelo largo en la parte de atrás, con uno de esos pantalones ajustados que tanto les marcaban las curvas.
Estaban tan excitados por aquel momento que ni siquiera se dieron cuenta de que las motos se habían ido hacía ya mas de 10 minutos, seguían soñando, tan metidos en su sueño que ni se dieron cuenta que un coche había entrado en el tunel por donde los motoristas se habían ido, seguían tan descontrolados, que Toño, en pleno frenesí, pisó una piedra del tamaño de un puño y, como un toro bravo, arrastro el pié hacia atrás, como si fuera a arrancar su nueva y flamante moto, tirando la piedra hacia la carretera. El estruendo fué tremendo, se mezclaron ruidos de golpes, cristales, chapa, frenazos, gritos...
Se quedaron paralizados durante un momento, se miraban con ojos de terror, como el que sabe que ha hecho algo terrible, aún sin saber lo que había pasado en realidad... Hasta que uno de ellos gritó : ¡CORRE! Y sin pensárselo dos veces, los dos se subieron a sus bicicletas y, tras una mirada furtiva a la carretera, salieron a toda prisa lejos de allí. No vieron nada demasiado sospechoso en la carretera en aquella mirada rápida, ni siquiera el coche al que, sin duda, le habían dado con aquella piedra, por lo que pensaron que habría seguido su camino asique no habría sido tan grave, al menos no tan grave como si el seguramente enfadadísimo conductor les hubiera pillado cerca de allí. Los dos sabían que el coche no había seguido por la carretera, lo habrían visto, además, el ruido que habían oído dejaba claro que el coche había caído por la parte derecha de la carretera, directo al bosque... Pero no querían pensar en eso, eso sonaba demasiado malo.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos y un poco mas recuperados del susto (o eso intentaban aparentar, porque seguían respirando a mil por hora y les temblaba la voz), pararon sus bicicletas y, entre sonrisas nerviosas, decidieron que aquello debería quedar como un secreto entre ellos, aunque eso significara decir que no habían estado cerca de la carretera, lo que implicaba también no poder presumir de haber visto a aquel grupo de ángeles en moto. Pero era un precio que estaban dispuestos a pagar para no recibir una buena bronca, seguramente con alguna bofetada para afianzarla...
Susana y Javi habían disfrutado cada kilómetro de aquel viaje, aquella montaña era expectacular, las vistas eran increibles y hasta habían descubierto otra cosa mas que tenían en común durante aquel viaje, al cruzarse con aquel grupo de moteros ella había comentado que le encantaría viajar a lomos de una de aquellas máquinas, sobre todo una buena custom, algo que a Javi le encantó, ya que aquel era uno de sus sueños, una harley, un traje de cuero y una chica preciosa abrazándole detrás. Se miraron, sonrieron y siguieron su camino hablando de hipotéticos viajes en aquella maravillosa moto que se iban a comprar...
Un poco mas alante en el camino, había un pequeño túnel en mitad de una recta con buena visibilidad, por lo que Javi decidió acelerar, haciendo un ruido con la boca como si estuviera montado sobre el motro ronco y potente de una moto como la que hablaban, Susana le miraba sonriendo mientras le llamaba tonto con voz de niña vergonzosa, jugueteando con el teléfono entre las manos.
De repente, algo entró por la luna delantera golpeando con fuerza la cara de Susana y salpicando de sangre la destrozada luna, los cristales laterales, salpicadero, volante, la cara de Javier...
Fué tal la sorpresa, el shock del momento y el terror que recorrió el cuerpo del chico, que apenas pudo reaccionar cuando, al volverse a ver a Susana, el coche giró y salió de la carretera cayendo por un terraplén, atravesó una zona de zarzales y chocó contra un árbol, por suerte, ya que de no haber chocado, habría seguido cayendo por una pendiente aún mas pronunciada. Javi perdió el conocimiento, apenas fué consciente de lo que acababa de pasar, fué todo tan rápido...
No sabía cuanto tiempo había pasado, ni siquiera sabía exactamente lo que había pasado, solo sabía que acababa de despertar, se encontraba en una extraña postura, cabeza abajo, con un fuerte dolor de cabeza y solo veía, de manera muy borrosa a través de su ojo derecho, que solo podía abrir a medias, plantas y mas plantas a través de la ventanilla del conductor de su coche, rota en mil pedazos y salpicada de sangre. Y también aquel olor... Un olor extraño, que mezclaba un fuerte olor a hierba fresca con sangre, vómito y... no sé, un olor muy extraño.
Había vomitado, tenía restos de vómito por la cara ¿Y SUSANA? De repente pensó en Susana, se acordó que estaba con ella, en su coche, intentó volverse para verla, pero un dolor horrible le impidió mover el cuello. Gritó de dolor, pero soltó apenas un hilo de voz y tras unos segundos, preguntó: ¿Susana? ¿Estás bien? Pero nadie contestó.
Intentó cambiar de postura, evaluando cada parte de su cuerpo, pero sus piernas no respondían. Se ayudó con los brazos, aunque con mucho dolor, para desabrochar su cinturón de seguridad, lo que le hizo caer al suelo sobre el techo de su coche, que estaba volcado. Una vez liberado del cinturón, se volvió haciendo un gran esfuerzo para comprobar como estaba Susana y lo que vió fué terrible. El coche estaba lleno de sangre y Susana yacía muerta en su asiento con la cara completamente destrozada. Intentó acercarse a ella, pero le era imposible moverse, sus piernas estaban rotas y sentía un dolor terrible al intentar moverlas, al igual que su brazo izquierdo. También tenía un fuerte dolor por todo el cuerpo, seguramente varias de sus costillas estaban rotas también.
Intentó gritar otra vez, pero apenas soltaba un hilo de voz, pero nadie parecía oirle, por lo poco que podía ver a través de las ventanillas del coche, todo a su alrededor era verde, vegetación oscura y cerrada, su visión era muy reducida y borrosa por su entreabierto ojo derecho, por el izquierdo era nula, no sabía a cuanta distancia estaría la carretera, pero sí que se dió cuenta pronto que nadíe podía oirle ni verle, había pasado tiempo y no se veía movimiento por ninguna parte. Volvió a mirar a Susana y rompió a llorar. Siguió así hasta que se volvió a desmayar y estuvo inconsciente durante horas.
Se despertó durante la noche, muerto de frío, aún mareado, dolorido y le pareció escuchar un ruido a lo lejos. Parecía ser un coche pasando por la carretera, comenzó a intentar gritar de nuevo, con la esperanza de que le oyeran, quien fuera que pasara por allí. Pero nadie le oyó. Tampoco se veía nada desde la carretera, algunos cristales rotos en la carretera eran la única señal del terrible accidente.
Javi comprendió que tenía que hacer algo si quería que alguien se diera cuenta de que estaba atrapado en su coche, intentó llegar hasta la guantera, donde había dejado su teléfono móvil, aunque para eso, tenía que arrastrarse ayudándose de su brazo derecho (el izquierdo, definitivamente estaba roto) pasando sobre el cadaver de Susana, algo que no solo le producía un terrible dolor (y no solo el dolor físico que martilleaba todo su cuerpo) sino también unas terribles naúseas, al comprobar el daño que le chica tenía en su cara, completamente destrozada, hundida por el impacto. Aún así, superó el asco y el dolor y pudo abrir la guantera, pero, desgraciadamente, tras horas inconsciente (no sabía cuantas) el móvil se había quedado sin batería. Intentó alcanzar el de Susana, pero no pudo encontar su bolso, ni siquiera tras mover el cadaver de ésta por si estuviera debajo.
Aquello fué como un mazazo para Javier, fué como una bofetada cuando vas a pedir ayuda. Sin saber porqué, se acordó de su médico, de aquel primer médico que tuvo cuando era un niño. Recordó una mañana en la que se sintió mal y su madre le llevó a ver a aquel médico, librándose así de una mañana de colegio. Aunque se sentía mal (apenas había podido dormir por un fuerte dolor de estómago) sentía cierta alegría por no tener que ir a clase aquella mañana, hasta que llegó a la consulta... Aquel médico había sido bastante borde con él, sin apenas hacerle caso, le había instado a volver al colegio y dejarse de tonterías. Él sabía que algo iba mal, le dolía el estómago, pero se quedó tan intimidado ante aquel viejo con bata blanca que agachó la cabeza y confirmó ante su madre la teoría del médico aunque no fuera cierta, le dijo que no era para tanto y que podía ir al colegio, lo que le valió una buena bronca por fingir...
Nunca supo porque aquel viejo médico le trató así, seguramente no tendría un buen día, pero nunca olvidó la sensación de frustración con la que salió de aquella consulta por no haberse enfrentado a aquel dictador con bata... Y ahora, volvía a tener la misma sensación, la de no tener fuerzas, ganas, valor, o lo que fuera, para enfrentarse a aquella situación. Volvió el llanto, el cansancio, los mareos... y volvió a desmayarse, otra vez...
Lunes por la mañana, ya habían pasado dos días, aunque Javier no lo sabía. Como era normal, la familia de los jóvenes les empezaba a echar de menos, algo no iba bien, deberían haber vuelto la noche anterior a sus casas, pero no lo habían hecho y no respondían al móvil.
Javier se despertó con un dolor punzante en el brazo izquierdo, pero lo que mas le preocupaba eran sus piernas, no las sentía, pero seguían llenas de sangre y con un color negruzco en las partes visibles por los agujeros en sus pantalones.
De repente un ruido le sobresaltó, reconocía aquel ruido, era un tono de un teléfono móvil, el de Susana, pero el ruido venía de algún lugar fuera del coche.
No podía mover las piernas, ni su brazo izquierdo, su único miembro útil era su brazo derecho, y aunque sentía como si le clavaran cuchillas en todo su cuerpo cada vez que se movía, salió por la ventanilla izquierda del coche e intentó seguir el sonido del móvil, que sonaba una y otra vez con intervalos de unos 5 minutos.
Tardó casi una hora en recorrer los apenas 10 metros que había hasta el teléfono, pero cuando lo oía muy cerca, el teléfono se silenció... Estaba tan agotado y dolorido que no tenía seguir buscando. Solo de pensar lo que le estaba pasando, volvió a llorar.
Cerca de allí, Toño y Juan habían vuelto, tras la fiestas del pueblo, que no habían podido disfrutar pensando en que habría sido de aquel coche. Volvieron hasta el tunel montados en sus bicicletas, hasta encontrar en la carretera algunos restos de cristales rotos, fijándose en la carretra, había algunos indicios de que un coche había caído por allí, aunque no era fácil de ver a primera vista, buscaron la manera de bajar a aquel terraplén de manera segura, para lo que tuvieron que desplazarse varios kilómetros mas abajo en la carretera y luego subir a pié algunas pendientes bastante pronunciadas. Pasaron tres horas caminando hasta llegar al lugar del accidentado coche de los jóvenes, lo que vieron allí, fué lo más terrible que tendrían que ver en su vida, el coche estaba volcado, con las ruedas hacia arriba, había restos del coche por todas partes, sangre por todo el coche y no había que acercarse mucho para ver el pelo ensangrentado que sobresalía de la parte del copiloto. Tuvieron que aguantar las ganas de vomitar y de gritar, estaban tan aterrorizados que no puedieron acercarse mas. Sin saber porqué, empezaron a correr y se escondieron tras un gran árbol cercano, desde allí, tras minutos mirándose sin saber que decir Juan preguntó:
Están muertos, ¿Vérdad?
Toño asintió con la cabeza.
¿Qué vamos a hacer?. Preguntó Juan.
De repente un ruido les sobresaltó, un móvil sonaba en algún lugar cerca de allí, se miraron y Juan rompió a llorar. Toño intentó calmarlo, aunque estaba tan aterrorizado como él, de hecho, se sentía responsable de todo aquello ya que él había sido quien empujó sin querer aquella piedra, lo que le convertía en culpable de todo aquello, pensaba que todas las culpas recaerían en él, se veía enfrentándose a su padre y la cara de furia de éste cuando supiera lo que había hecho, se imaginaba recibiendo una paliza de éste y, por supuesto, luego vendría la policía y todo eso que veía por la tele: Palizas, cárcel... etc. La imaginación de un niño puede ser muy cruel a veces.
De repente, se armó de valor y le pidió a Juan que se quedara allí y se acercó al lugar donde sonaba el teléfono, lo que encontró allí le dejó completamente perplejo. Cuando tenía el teléfono bajo sus pies, algo se movió tras una mata, cerca del coche, asustándole de repente. Estaba tan aterrorizado que no podía ni imaginar que sería aquello que se arrastraba hacia él, pero aún así, decidió asomarse sin siquiera saber lo que se podría encontar. Lo que se encontró fué a un hombre de aspecto horrible, moribundo, lleno de sangre y que apenas podía mover la mano derecha, una mano llena de mugre y sangre donde las uñas habían desaparecido o estaban levantadas de arrastar aquel cuerpo destrozado por el suelo. Aquel hombre ni siquiera se había dado cuenta de que él estaba allí, tenía la mirada perdida, su ojo izquierdo no se veía, solo había un bulto de carne morada en su lugar, el derecho apenas se divisaba por la hinchazón alrededor, pero en ningún momento hizo ademán de mirarle o decir algo, solo intentaba arrastarse en dirección al móvil, aunque no conseguía avanzar apenas.
Sopesó las posibilidades y decidió hacer algo, no podía soportar la idea de sentirse responsable de aquello, pero no paraba de repetirse que había sido un accidente. Volvió donde estaba Juan, que seguía llorando sentado contra un árbol y con la cabeza entre las piernas. Le ayudó a levantarse y, sin hablar, volvieron hacia las bicicletas, volvieron al pueblo, pero antes de llegar, decidieron intentar corregir su error... ¿Error?, ¿Tenían realmente la culpa de lo que había pasado? Era duro decidir a esa edad lo que era el bien y el mal, tenían claro que lo que habían hecho tenía unas consecuencias terribles, las habían visto, pero por otro lado, fué sin intención ¿Era justo que fueran a la cárcel, enfrentarse a la policía, a "los padres", por algo hecho accidentalmente?
Finalmente decidieron volver al pueblo y comentar que habían visto cristales junto al tunel mientras paseaban con las bicicletas, eso les quitaría la culpa del accidente y a su vez mitigaría su propio sentimiento de culpa ya que alguien descubriría lo ocurrido.
De camino al pueblo, Toño instó a Juan a parar un momento, "necesito mear" le dijo, espérame aquí. Dejó su bicicleta al lado de la carretera y se escondió tras un árbol para que no le viera Juan, entonces, cuando estuvo lo suficientemente seguro de que su compañero no le veía, sacó de su bolsillo un móvil rosa con una pegatina de un juguetón cachorrito con una gran S, lo miró por un momento y lo lanzó tan lejos como pudo.
Después de eso, volvieron al pueblo y, tras tomarse un par de minutos para respirar y recuperar el aliento, entraron el el bar del pueblo y le comentaron al camarero, al que conocían bastante bien ya que era su proveedor de chucherías, que habían visto algo extraño en el camino en su paseo en bicicleta, algunos cristales rotos y algún signo de frenadas a la salida del túnel. Compraron algunas chucherías y siguieron su camino a casa.
Al principio, nadie dió importancia a aquella historia, hasta que días después la guardia civil preguntó por una pareja de jóvenes desaparecidos que habían reservado una cabaña no muy lejos de allí y nunca llegaron a ir.
Nunca más volvieron a hablar de ello, incluso cuando dos cadáveres en un pequeño pueblo como aquel dió tema de conversación para mucho tiempo, pero dentro de ellos, aquel tema siempre estuvo latente. Algunas veces incluso, les costaba dormir, Juan sintío naúseas sin motivo alguna noche. Toño decidió olvidar, y aunque nunca lo consiguió del todo, algunas noches se despertaba de repente, pensando en aquello, a veces incluso se sorprendía sonriendo en la noche, pensando en que pudo ser peor...