sábado, 26 de diciembre de 2009

Oleaje


Asco, rabia e ilusión
se entremezclan con el viento,
historias de oscura pasión
en un mar de amor desierto.
Mar revuelto por las olas
que me arrastran sin razón
a pasar más y más horas
buscando tu corazón.
Mar rudo y bravo,
mar lleno de tormentas,
mar que me ha acorralado,
marea que al mar me adentra.
Mar puro,
mar frío y salvaje,
mar de fondo oscuro,
mar de fuerte oleaje.
Mar de oscuros abismos,
mar de fuertes corrientes,
mar que curte a sus hijos
haciéndoles aún más fuertes.
Hoy abandono tus aguas
gritando en contra del viento
que siempre te diré gracias
por dejarme seguir viviendo.
Hoy vuelvo tierra firme
sin olvidar lo que he sido,
sin olvidar que me diste,
estándote agradecido.
Cambio cantos de sirenas
y tu desierto oleaje
por tierras quietas y calmas
donde iniciar otro viaje.
Será un viaje agotador
con una sola salida,
regresar a su calor
y curar al fin mi herida.











miércoles, 16 de diciembre de 2009

Contra el río


Sus padres trabajaban en una pequeña granja en las afueras, junto al río. Allí nació a él, junto al río; ese río marcaría su vida para siempre. Solía ir allí con su padre a pescar desde muy pequeño, a la zona más próxima a la casa, donde el río no tenía mucha profundidad pero si que bajaba con mucha fuerza, por lo que siempre tuvo prohibido acercarse al río en solitario, aún así, lo hizo. Aquella aventura estuvo a punto de costarle la vida cuando apenas tenía 4 años; sus padres trabajaban en la granja cuando él se aventuró en el río, intentando nadar a contracorriente, como las truchas que pescaba junto a su padre, aquellas que le maravillaban con su fuerza al nadar río arriba desafiando su fuerza, solo que él no lo consiguió, la fuerza del río le arrastró y, por suerte, tras chocar con una piedra, le arrastró inconsciente hacia la orilla. Lo peor no fue el susto, ni el golpe, ni siquiera los dos días de hospital. Lo peor fue la bronca (cinturón en mano) que le echó su padre al volver a casa. Nunca lo entendió, si precisamente su padre era quién le había descubierto el reto. Aún así, no se rindió, en su cabeza quedó marcado aquel momento y se propuso luchar contra aquel río hasta derrotarlo. Durante muchos años nadó en aguas más tranquilas para ejercitar su musculatura y mejorar su habilidad en el agua, poco a poco se fue marcando metas mayores y a los 9 años ya nadaba en las mismas aguas que a punto estuvieron de quitarle la vida, eso sí, con una cuerda de seguridad atada a un árbol en la orilla y, por supuesto, siempre a escondidas de sus padres. A los 15 años, tras la muerte de su padre, no pudo esperar más. No sabía muy bien por qué, pero sentía que aquel río le desafiaba, sentía como le llamaba retándole a volver a luchar contra sus aguas. No se lo pensó dos veces, al volver a casa tras el entierro de su padre colgó el traje que su madre le había comprado para aquel día en el armario, se miró al espejo y durante unos minutos mantuvo la mirada perdida, tocó su imagen en el espejo y dijo: Tú puedes. Luego se fue al río. Se tiró al río desnudo, era un día frío, principios de primavera, incluso aún se podían ver picos nevados en algunas montañas a lo lejos, eso hacía que el río bajara helado y más bravo que de costumbre debido al deshielo, pero eso no le importó, sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse con él y aunque sabía que era una lucha injusta, casi imposible, no tenía miedo a plantarle cara, se sentía preparado. Nadó durante horas sin apenas avanzar, apenas podía mantener su posición en el río que le arrastraba con fuerza, afortunadamente, aunque bajaba con más agua que de costumbre, aún hacía pié en aquella zona, lo que le ayudaba a descansar apoyándose de vez en cuando en las piedras del fondo. Aún así, acabó exhausto y finalmente volvió a ser arrastrado por el río, con menos fortuna aún que la vez anterior. Otra vez estuvo a punto de perder la vida, varias fracturas en tobillo y brazo izquierdo le hicieron retorcerse de dolor tras luchar por volver a la orilla tras golpearse con las mismas rocas que le golpearon en su niñez. Esta vez consiguió salir él solo, aunque tuvo que gritar un buen rato, helado de frío, hasta que alguien le oyó y le llevó al hospital, donde pasó dos semanas hasta recuperarse y volver a caminar con dificultad. Su madre no se enfadó con él esta vez, pensó que la rabia le había cegado y le habría hecho hacer aquella locura, por lo que esta vez, al menos la vuelta a casa fue más tranquila. Eso sí, el río seguía corriendo por su cabeza, seguía llendo allí cada día y volvía a repetirse una y otra vez mientras lo miraba: Algún día volveré a por tí...

domingo, 6 de diciembre de 2009

Remendando velas



Cuando más ruge el oleaje, cuando menos fuerza tienes para remar contra la corriente, cuánto más te sopla el viento en contra acabando de destrozar tus velas, justo en ese momento en que te vuelves a plantear el tirar la toalla y dejarte llevar, es cuando la vida te recompensa por todo el esfuerzo que has hecho luchando para agarrarte a ella y te manda un soplo de esperanza. A veces, ese soplo viene en forma de viento a favor, otras veces en forma de abrazo cargado de amor, de beso pasional, de trabajo, de sonrisa, de billete...
Nunca sabemos como, pero de vez en cuando, la vida te manda un guiño cómplice y te recuerda que es bueno luchar, que no hay que rendirse; algo que te recuerda que vida no hay más que una y que no hay que desperdiciar el tiempo.

lunes, 30 de noviembre de 2009

domingo, 29 de noviembre de 2009

Heridas de guerra


Hoy te quiero contar
con todo mi sentimiento
que tengo ganas de cantar,
aunque se que aún no debo,
ya que aún debo librar
mil batallas contra el tiempo.
Algunas he de ganar,
de otras salir huyendo
y muchas otras perder
en un combate sangriento,
pero en todas lucharé
hasta quedar sin aliento,
porque la guerra es muy larga
y el enemigo muy fiero.
Me gustaría llorar,
sin embargo estoy riendo,
por fuera muestro alegría
mientras estallo por dentro,
mi sangre corre deprisa
extendiendo ese veneno
que me hiela el corazón
y esconde mis sentimientos.
Me he batido a muchos monstruos,
dragones llenos de fuego,
hombres llenos de maldad,
mercenarios del acero
me han intentado quitar
todo aquello que aprecio;
mi vida, mi libertad,
mi alma y hasta mi cuerpo,
mis ansias de oler el mar,
mis ganas de ver el cielo.
Algunos, sin rechistar,
me han ofrecido dinero
para poder comprar
cosas que yo no quiero,
pues ni el oro ni las joyas
valen la mitad del viento
que enfría mi duro rostro
mientras mece mi cabello,
ni el poderme despertar
donde, como y cuando quiero,
ni por supuesto llevarme
otra vez hasta tu lecho,
aquí es donde quiero estar,
aquí es donde yo me siento
tan libre para volar
como un pájaro entre el viento,
aquí es donde yo hallo
el descanso del guerrero,
aquí tengo mi hogar,
en el calor de tus pechos,
aquí quiero despertar
de todos mis dulces sueños,
y aquí quiero morir
cuando me llegue el momento,
aquí quiero que reposen
mi alma, mi espada y mi yelmo.
No quiero mirar atrás
he dejado un gran reguero
de sangre por el camino,
caminos lleno de muertos,
siempre he vuelto a caminar
escuchando los lamentos
de todos esos caídos
tras probar mi duro hierro.
Hoy he vuelto a soñar,
aunque dormir no puedo,
que me vuelves a abrazar
mientras me dices
te quiero.



Desde el andén


Un halo de misterio rodeaba toda la casa, una brisa fría la recorría invadiendo hasta el último de sus oscuros rincones haciendo olas en las cerradas cortinas que no dejaban pasar apenas luz al interior. Allí estaba él, sentado en un sillón, solo, en silencio, pensando en ella como cada día.
Hacía mucho tiempo que ella se había ido y el sabía que se había ido para siempre, pero cada tarde pasaba horas y horas sentado en aquel sofá, en aquella habitación oscura deseando que volver a tocar su pelo, a oler su fina piel, en besar sus bellos labios...
Hay trenes que solo pasan una vez en la vida y él sabía que el suyo hacía tiempo que había dejado su estación en un viaje sin retorno, un viaje al que él no se quiso sumar cegado por el miedo, por la carga de una vida que no le enseñó algunas cosas útiles para una vida plena si no solo las imprescindibles para vivir, o mejor dicho, para sobrevivir...
Un sofá como estación, un tren como sueño y un reloj roto como corazón; esa era su triste vida.
Aquel tren había pasado, la estación estaba vacía, triste, pero no muerta. Allí seguía él, esperando que un tren volviera a iluminar aquella estación y que alguien bajara de él con las herramientas que volvieran a poner aquel reloj en marcha.
O mejor aún, un día se levantaría, abriría las cortinas, las ventanas y sacaría la cabeza al exterior, volvería a disfrutar del viento, del olor de la hierba del jardín y de la preciosa vista de la avenida. Aquello abriría las puertas de la estación de nuevo, levantaría las barreras que impedían a la gente entrar a ella y el sonido de un otro tren haría vibrar sus vías.
Esta vez estaría preparado, ésta vez no dejaría pasar el tren.

viernes, 27 de noviembre de 2009

El dia después




Hoy me siento como si me hubieran arrasado por dentro, algo que se nota por fuera, claro, no hay más que ver con que cara me he levantado esta mañana. Hoy he vuelto a sentir la tristeza más profunda y mil y un fantasmas han recorrido mi cabeza volviéndome a recordar tiempos peores, aquellos tiempos en los que me sentía podrido por dentro, donde este blog era mi alimento diario y a la vez el cubo donde vomitaba mi desilusión y agonía. La única diferencia entre el tiempo pasado y ahora es que, poco a poco, voy descubriendo las armas que me permiten enfrentarme a esos fantasmas que tanto daño pueden hacer, atacando en lo más profundo de nuestro ser, tocando donde más duele, haciéndote sentir un cero a la izquierda. Y no hay más arma que contraatacar con sus mismas armas, levantándose cada mañana blandiendo el arma más poderosa que tenemos y que no es otra que nuestra propia autoestima, el saber que hay quien nos aprecia tal como somos, que cada uno de nosotros es un ser único y maravilloso, con algo especial que le distingue de los demás, con algo que le hace inigualable, insustituible.
Al final, lo que empezó como un día triste (nunca es fácil cuando acabas de perder un buen amigo) que amenazaba con no dejarme levantar de la cama ha cambiado a un día más, a otro día con sus cosas buenas y malas, a un día de limpieza en casa, siguiendo la rutina diaria, a un día de catálogo de juguetes para los sobrinos...
En resumen, hay que mirarse más al espejo y acostumbrarse a lo que hay, porque sea como sea, seguro que es maravilloso.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Un niño en un rincón


La primera vez que le vi, solo en su rincón oscuro, me dio lástima, me pareció tan triste... Me acerqué hacia él y le pregunté si le pasaba algo solo me dijo: "Estoy solo" ¿Estás bien? Le pregunté. Y su respuesta fue: "Si, pero quiero estar solo" Me fui, con mucha pena, dejándolo allí, solo en su rincón oscuro, triste por no poder hacer nada por él, pero estaba claro que no quería que le molestasen. Al día siguiente volví y allí estaba otra vez, acurrucado en su rincón oscuro, solo, con la cabeza entre la piernas, pensativo, con aire triste. Me volví a acercar a él y le pregunté si podía hacer algo por él; su respuesta fue la misma del día anterior: "Estoy solo y así quiero estar" ¿Puedo sentarme a tu lado?, pregunté. "Si no me molestas... No tengo ganas de hablar", me dijo. Me senté a su lado, observándole. Al principio pareció molestarle, por lo que hice como él, agaché la cabeza, la metí entre mis piernas y así, en esa posición fetal, pasé un rato con él. Ninguno de los dos habló, pero no hizo falta, sentí su cariño sin cruzar siquiera una mirada con él, sentí su dolor, su soledad, su fuerza interior. Después de un buen rato a su lado, me levanté, me despedí de él y le dije: "Ha sido un placer conocerte, ¿Te importa si vuelvo mañana?" Levantó la vista y encogió los hombros, para mi sorpresa, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, como si el comienzo de una amistad se acabara de encender. Fueron varios días los que pasamos juntos, cruzando pensamientos sin cruzar una sola palabra, solo alguna mirada fugaz muy de vez en cuando, incluso alguna pequeña sonrisa furtiva o un gesto de tristeza de vez en cuando. El primer día que me habló sin que yo le dijera nada me sorprendió tanto que casi se me escapa una lágrima, y eso que lo único que me dijo fue, con una sonrisa burlona: "Hoy llegas tarde". Aquella fue la primera vez que me hizo reír de verdad, la primera vez que sentí que teníamos algo especial, que por fin habíamos conectado como verdaderos amigos. Es más, como hermanos, como si nos conociéramos de toda la vida, de hecho, yo iba pensando en hacer alguna broma sobre mi retraso aquel día y parece que me leyera la mente. A partir de aquel día hablamos bastante más, no voy a decir que nos contáramos nuestras vidas, porque extrañamente ninguno de los dos teníamos curiosidad por saber del otro. Como he dicho antes, parecía que nos conociéramos de toda la vida, por lo que no teníamos nada que contarnos el uno del otro. Es más, un día me di cuenta que nos conocíamos, que nos conocíamos mucho más de lo que yo pensaba, por eso nunca hablábamos uno del otro, ni de nosotros mismos, por eso, después de tantos ratos juntos y tantos buenos momentos compartidos nunca nos habíamos preguntado ni siquiera nuestros nombres. El motivo era que no hacía falta, que ya lo sabíamos, aunque ninguno de los dos se había dado cuenta. Bueno, creo que él lo supo antes que yo, pero su timidez o simplemente su manera de ser le hizo dejar que fuera yo quien descubriera el porqué de nuestro encuentro, que no fue casual. Al fin me di cuenta de quien era él, al fin me di cuenta de quien era yo... Lo encontré, al fin lo encontré. Todos tenemos un niño interior, pero a veces estamos tan ciegos que no somos capaces de verlo ni teniéndolo delante. A mi me costó mucho tiempo darme cuenta de donde estaba, pero al final, después de muchos sueños y mucha paciencia, allí estaba, en su rincón oscuro, acurrucado, solo, triste... Ahora, sale bastante más, aún me siento alguna noche a su lado, entre sueños, a disfrutar de un rato de soledad, aunque ya hay mucha más confianza. Le abrazo si le veo triste, le limpio su llanto cuando necesita desahogarse, me río con él cuando juega, juego con él cuando me llama y, sobre todo, le dejo salir siempre que quiere, porque me encanta verle salir, jugar, disfrutar y reír. Cuando cae la noche, vuelve a su rincón, aunque ahora no es un rincón solitario y oscuro, tiene su tele, si la quiere, sus juegos, su luz y sobre todo, un gran amigo que le escucha, le entiende y le quiere como se merece.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Agapornis papilleros




Cosas de la vida, un día va uno paseando tranquilamente por la calle y se encuentra un cartelito colgado de una farola en que le ofrecen "bonitos agapornis papilleros", ideales como mascota y mira por donde le da a uno por pensar (y es que cuando uno se aburre y tiene tiempo... malo malo). El caso es que me hizo gracia, mejor dicho, nos hizo gracia, porque iba acompañado de otra "pájara" de cuidado y nos hemos pasado el día entre bromas y chorradas a cuenta de algo tan simple como el nombre de los pajaritos, que nos ha parecido de lo más curioso, que si podíamos comprar la parejita y llamarlos Nacho y Lucía (por Vidal y Lapiedra), que si ponga un agaporni en su vida, etc... Pero lo mejor de todo es que, tras un día como otro cualquiera me he acostado y, como muchas otras noches, no podía dormir y he hecho un pequeño balance del día y no se me ocurre otra forma de definirlo que "perfecto". He aclarado un malentendido tonto con una gran amiga y creo que le he vuelto a sacar una sonrisa, eso ya me parece más que suficiente para alegrarme el día, he cotilleado un poco con otra buena amiga y me ha contado que todo le va más o menos bien, mis espectativas laborales parece que van cambiando... Al menos me llaman de vez en cuando, aunque sea para decir que no... Ya es algo... Y puede que pronto alguno diga que sí, lo cual es muy esperanzador. Me he reído como hacía tiempo que no me reía (sobre todo gracias a la "pájara" que mencionaba antes) y, sobre todo, me he dado cuenta de que me encuentro en un gran momento, féliz, contento, esperanzado y, aquí vienen lo mejor de todo, muy bien acompañado, así que aquí os dejo, os mando un abrazo, un besote de madera y me vuelvo a la camita, que me están esperando y, aunque no pueda dormir, no hay nada como acabar el día abrazado a alguien con quien encajas perfectamente... Por cierto, si alguien está pensando en regalarme un agaporni por mi cumpleaños, os diré que por muy bonitos que me parezcan, no me gusta tener pájaros, no hacen más que cagarse por todas partes y dar el coñazo desde que se despiertan... Donde esté un perrito que se quite un agaporni...

miércoles, 11 de noviembre de 2009

El elixir de la eterna juventud


Como un explorador en la selva, como un paracaidista novato, como un torero en mitad del ruedo; todos buscamos algo en la vida: emociones fuertes, o una vida tranquila sin sobresaltos, depende de cada uno y su manera de ser. En mi caso, yo buscaba el elixir de la eterna juventud, ese que la humanidad ha anhelado desde hace siglos, pero yo, a diferencia de mis antepasados no lo buscaba para vivir eternamente, mi sueño era otro, mi sueño era volver atrás y disfrutar de cosas que ya casi he olvidado a pesar de haberlas vivido ya.
Por supuesto, no voy a revelar donde lo encontré, y no solo porque sería desilusionante para algunos y demasiado simple de conseguir para otros, pero el caso es que lo conseguí. Una sola gota de aquel elixir era suficiente para volver un año atrás, para recuperar un año de juventud, yo lo encontré cuando tenía poco más de 40, por lo que empecé a pensar en qué punto de mi juventud me gustaría estar... 35? 25? 20?...
Aquello me planteó un gran problema moral ya que yo no quería volver demasiado atrás, tenía muy clara la idea de que no quería hacer negocio con aquello tampoco, mi idea era clara (hasta entonces), vuelve a ser joven una vez más, estudia, aprende, aprovecha esta oportunidad que te brinda la vida para ser alguien, para volver a hacer todo aquello que en su día no pudiste o no tuviste valor para hacer, y luego, recupera tu vida normal, sigue tu camino y no cometas los mismos errores que cometiste en el pasado.
Lo malo es que, en el fondo, el ser humano nunca tiene nada tan claro, o al menos éste que escribe, y mil y una ideas se me empezaron a pasar por la cabeza, había mil y una cosas que podría volver a hacer con menos años, empecé a añorar aquellas juergas universitarias, aquellas salidas nocturnas hasta las tantas que hacía tiempo no hacía, los viajes con mochila y sin un pavo... La locura juvenil, resumiendo.
Me pasé noches y noches sin dormir pensando si debía hacerlo, si debía probar aquel elixir y volver atrás. ¿Sería capaz de dominarme o me vencería mi ansia de poder que me ofrecía aquel elixir? La eterna juventud... La vida eterna...
Pues bien, la respuesta es fácil, después de mucho deliberar tiré el contenido de aquella botella al retrete y tiré de la cadena, lo hice rápido para no darme tiempo a pensarlo más, y decidí no volver nunca al lugar donde la conseguí. ¿Que por qué? Pues creo que está claro, he cometido muchos errores en mi vida, he hecho muchas cosas de las que me arrepiento, pero ha sido mi vida y hay cosas de las que me siento orgulloso: He conocido amigos/as de verdad, he conocido el amor, he visto mundo y lo poco que tengo me lo he ganado trabajando duro. ¿Volver atrás? Sí, tengo que reconocer que sería bonito, pero nunca me ha gustado jugar haciendo trampas y si la vida me ha dado estas cartas, pues tendré que jugar con ellas lo mejor que pueda.
Al menos me queda el orgullo de saber que conseguí lo que nadie pudo, el maldito elixir...


martes, 3 de noviembre de 2009

El arbol de la vida


Llevaba años intentando pintar el cuadro de mi vida, aquel que me daría por fin el reconocimiento del público, aunque no lo hacía por eso, lo hacía porque me lo pedía el cuerpo y mi mente, hacía mucho tiempo que soñaba con aquel cuadro, el cuadro perfecto, un árbol vivo, tan vivo como un árbol en llamas, rojo y vivo como el fuego. Pero cada vez que lo intentaba algo salía mal, o bien el color no era lo bastante vivo, o el árbol no estaba lo bastante vivo... Siempre faltaba algo... Cada vez que lo intentaba había algo que no me acababa de convencer, por lo que acababa quemando el boceto del cuadro en mi estudio y mirando la belleza del fuego durante horas, preguntándome que era lo que había fallado aquella vez, hasta que un día lo vi, lo vi claramente, el árbol, el fuego, el rojo, la sangre... Eso era lo que faltaba para que mi cuadro estuviera vivo, el color perfecto, el color sangre sería el perfecto, más concretamente el de mi sangre, el de mi vida; era mi cuadro, mi fuego, mi vida, mi sangre... Me corté las venas de mi muñeca izquierda y mi sangre comenzó a caer sobre mi paleta, con ella empecé a mojar mi pincel y con él a pintar mi cuadro, mi árbol. El trabajo que comenzó a intuirse en mi lienzo era espectacular, exactamente lo que buscaba, un árbol vivo en tonos rojos más o menos intensos según su movimiento en su ramaje, algo completamente impresionante, cuanto más pintaba, más y más me involucraba en el proyecto, más y más sangre necesitaba, por lo que mis cortes en la muñeca izquierda, aunque tapados con vendas blancas, de vez en cuando se volvían a descubrir para darle algo más de color a mi paleta de colores. Solo con el rojo de mi sangre , el cuadro iba tomando más y más vida, era exactamente como lo había imaginado, solo necesitaba más y más rojo para darle más intensidad a algunas partes que lo requerían, por lo que necesitaba más y más sangre para darle ese tono rojo vivo que estaba en mi cabeza. Al fin conseguí exactamente lo que quería, mi árbol vivo, mi árbol rojo en llamas, pero a la hora de firmar el cuadro, mi cabeza empezó a irse, a meterse más y más en aquel cuadro y a perder conciencia de la realidad. El perder tanta sangre empezaba a afectarme, empecé a sentir un mareo que, mezclado con el placer de contemplar mi obra, me llevó a una especie de éxtasis que no acababa de comprender. Por un lado parecía que me mareaba por la pérdida de sangre, por otro, parecía una especie de orgasmo acompañado de una sensación de orgullo y tranquilidad que me invadía mientras miraba mi cuadro. Así me encontraron, muerto ante mi obra con una sonrisa de felicidad que hacía pensar que seguramente la droga habría sido la causa de mi muerte, por lo que tampoco se investigó demasiado mi muerte, al menos hasta que se dieron cuenta que mi cuadro, mi último cuadro, estaba hecho con mi propia sangre, eso fue la pista que finalmente incitó a la policía a investigar mi muerte, a mí a descansar tranquilamente en mi cama de agua (mis cenizas en el Mediterráneo) y a mi familia y amigos a entenderme un poco más...

viernes, 30 de octubre de 2009

Siempre puede ser peor... o no...



Esto no es un escrito, es una simple recomendación. Me encanta tomarme la vida a cachondeo, creo que es la mejor manera luchar contra la monotonía, el aburrimiento, la depresión o lo que sea que te quite una sonrisa de la cara. Por eso, porque me encanta tener una sonrisa en la cara y verme rodeado de ellas, os dejo esta perla de página de internet donde la gente se rie de sus miserias... Toda una joya.
Relájate, olvídate de todo y piensa en lo afortunado/a que eres después de leer lo que pasa por ahí, las historias del día a día pinchando aquí.

El retorno del gladiador


Lusidio volvió a la arena, desafiando así al emperador y éste, sorprendido por la actitud de aquel bravo guerrero le mandó llamar en privado tras ver su última batalla y le preguntó: Te ofrecí la libertad, ¿Por qué has vuelto a la arena? A lo que Lusidio respondió: Si vuelvo a Helmántica, y dad por seguro que no deseo ir a ningún otro lugar, volveré a rebelarme contra vuestro gobernador, ya que lo considero indigno de su cargo e injusto con mi pueblo, por eso vuelvo a la arena y por eso seguiré volviendo día tras día hasta que muera o escucheis mi mensaje. La constancia de Lusidio finalmente dio su fruto, pudo volver a su tierra y lo hizo con honores, acompañado por el flamante nuevo gobernador de Helmántica, elegido por el emperador en persona con Lupidio como consegero. El puesto de Lupidio en la arena fué ocupado por el antigüo gobernador, aquel que se había enriquecido a costa de las arcas del imperio. Desfortunadamente, él no tuvo tanta suerte como Lupidio, no logró superar su primer día en la arena. Lusidio vivió muchos años, nunca volvió a pelear, pero sus cicatrices le recordaron tanto a él como a los suyos todos y cada uno de los días de su vidaque a veces es mejor luchar hasta la muerte por la libertad que conformarse con vivir con lo que te ofrecen...

Naúfrago


Mi nombre es Roberto, soy naufrago, vivo solo desde hace años en mi pequeña isla desierta, bueno, no exactamente... Me explico: En realidad (aunque la realidad es algo bastante relativo...), soy escritor, vivo en una pequeña casa cueva a las afueras de Guadix, al norte de Granada, en una zona bastante apartada donde, por propia voluntad, paso la mayoría de mi tiempo. Mi única compañía es un pequeño perro al que adoro y con el que no paro de hablar, él es el primero en conocer mis escritos (quiera o no...), y la verdad es que tengo que agradecerle su paciencia, hasta le he enseñado a asentir con la cabeza si le pregunto si está bien. Hay otros dos amigos en mi vida de naufrago; por cierto, a veces me dejo el pelo y la barba bastante largos y desaliñados como si fuera el mismísimo Robinson Crusoe y no me importa vestir ropas viejas y hasta rotas. Mis otros dos amigos de los que hablaba son un tanto peculiares; el primero es un viejo teléfono móvil al que solo respondo cuando la palabra Editor aparece en la pantalla, ya que eso quiere decir dos cosas, o bien me han hecho un ingreso en el banco y pronto me llegará un sobre con algo de dinero (haya o no gustado mi libro o artículo, eso me da igual), o bien me he pasado demasiado tiempo sin enviarle nada y me llama para echarme la bronca y ponerme las pilas (eso quiere decir que me faltará dinero pronto). Mi otro amigo tiene que ver con esos sobres de dinero que me envía mi editor, le pido que lo haga así ya que no me gusta ir al banco, prefiero hacer mis compras por internet, me las traen a casa, pago por el banco y no tengo ni que hablar con nadie, pero por otro lado, siempre me gusta tener algo de dinero suelto para visitar a mi único amigo humano, al único con el que tengo algo de contacto y al único que hablo, aunque a él parece no gustarle mucho... Me refiero a mi amigo Viernes, el indígena de mi isla (no hace falta que explique el por qué ¿verdad?). Él insiste en que se llama Juan y se enfada muchísimo cada vez que le llamo viernes, bueno, cada vez menos, creo que ya me da por imposible y me aguanta pensando que estoy loco perdido (y lo peor es que tiene bastante razón). El caso es que Viernes trabaja en una gasolinera 24 horas y cada Jueves por la noche me paso a verle para comprar un par de bocadillos, un poco de vino y, como no, a darle un poco de conversación... Normalmente , como he dicho antes, pasa de mí, o bien me sigue el juego o ni me habla esperando que me aburra y me vaya, otras veces (ya las menos) le pillo con mal día y me manda a tomar por culo chillándome que está harto del puto loco todos los Jueves... Si tiene buen día, simplemente hablo con él, aunque no me responda, le cuento siempre lo mismo: El día que naufragué, como llegué hasta esta playa, como le conocí... Le enseño palabras como galleta, leche, etc (mostrándole ejemplos de cada una, claro), eso le pone de los nervios... Y le explico que le llamé Viernes porque, aunque le encontré un Jueves, me recuerda al amigo de Robinson Crusoe... El día que está cansado, me echa directamente, a lo que siempre respondo a voces: He visto la luz, solo yo conozco el camino, dame un brick de Don Simón, que quiero hartarme de vino hasta acabar en mi ataúd. ¿Que por qué lo hago?... Yo que sé... Solo se que me encanta... El día que "Juan Viernes" tiene buen día hablamos un poco de todo, después, por supuesto, de mis estúpidas y pesadas bromas de aprendizaje del idioma. En realidad me cae bastante bien, es un tipo sencillo pero inteligente con el que puedo hablar de todo y, aunque no lo sabe, es fuente de inspiración para muchos de mis artículos, ya que es mi foco de contacto con el mundo y me pone un poco al día de todo lo que pasa. A veces me pregunta el porqué de mi encierro, o mi destierro voluntario, como queráis llamarlo, y la verdad es que siempre escapo a la respuesta porque, en realidad no quiero recordarla, creo que mi vida naufragó en algún momento por motivos que no puedo recordar, pero recuerdo que no estaba solo, que echo de menos a mi tripulación, pero que me siento seguro en mi isla, con mi perro y mi amigo Viernes. Algún día construiré una balsa y saldré de aquí, pero de momento me quedo aquí, bajo mi palmera que me protege del sol y los recuerdos.

martes, 27 de octubre de 2009

El juego de la vida



Sombras en la noche,
murmullos en la oscuridad.
Todos tememos algo,
todos lo esperamos con ansia.

Susurros al oído,
palabras de amor y caricias.
Todos ansiamos algo,
todos lo tememos.

Abrazos de pasión,
amores furtivos.
Todos buscamos algo,
todos lo ocultamos.

Miradas cruzadas con odio,
rencores escondidos.
Todos ocultamos algo,
todos lo escondemos.

Escritos con sentimiento,
pensamientos en alto o en letras.
Todos tenemos algo que decir,
Todos lo sacamos por algún lado.

Amigos de ida y vuelta,
almas descarriadas buscando reposo.
Todos tenemos decepciones,
todos tratamos de superarlas.

Dulces y malos momentos,
lágrimas y sonrisas entrelazadas en el tiempo.
Todos pasamos por caminos de rosas y espinas,
todos seguimos andando.

Momentos duros y deliciosos,
peleas con sangre y sudor.
Todos luchamos y amamos,
todos seguimos aprendiendo...

Momentos de amor y de guerra,
camas hechas y desechas.
Todos nos enamoramos y desenamoramos,
todos lo seguimos disfrutando...

domingo, 25 de octubre de 2009

Regreso al hogar



Mi nombre es Lusidio, viví en mi ciudad de nacimiento, mi amada Helmántica, hasta que fui detenido y acusado de traición por mi oposición abierta a la política del gobernador elegido por Roma para dirigir esta región con mano de hierro. Por esa simple discrepancia fui detenido y llevado hasta Roma en un carruaje de esclavos, encadenado y humillado, despojado de todas mis posesiones y con un destino bastante incierto.
Mi llegada a Roma fue bastante traumática, ya que la incertidumbre de mi castigo, el desprestigio de mi nombre y el trato como a un traidor a mi llegada a la ciudad ya fue bastante castigo para mí. Fui presentado ante las autoridades como un enemigo del imperio, como una amenaza para la estabilidad de mi ciudad, por lo que fui castigado a luchar por mi vida en el circo romano contra otros parias como yo, condenados también por otros motivos tan injustos como el mio propio.
Nunca fui un guerrero, aunque supe defenderme cuando tuve que hacerlo, por lo que fui bastante inseguro al circo, pensando que mi paso por la arena sería bastante fugaz y mi sangre se derramaría por ella rapidamente, no me imaginaba luchando por mi vida y menos aún para diversión del pueblo romano.
Sin tiempo apenas para pensar y descansar, entré en el circo romano y encerrado en una celda junto con otros "compañeros" de aventura. Nos despojaron de nuestras ropas y nos entregaron una pequeña túnica para que nos cubriéramos, de ahí fuimos llevados a una sala donde los "perdedores" del expectáculo anterior yacían ensangrentados, algunos de ellos desmembrados e irreconocibles. Fuimos obligados a elegir armas y armadura que arrancamos directamente de los fríos cuerpos de los muertos y nos vestimos para la función.
Saltamos a la arena entre vítores y aplausos; algunos lloraban, otros (como yo) temblaban de miedo, incluso alguno de ellos se hizo sus necesidades encima o fue incapaz de de andar ante su temblor de piernas, por lo que fue aniquilado directamente antes de salir ante el público.
De repente, me encontré en mitad de la arena, muerto de miedo, temblando y sin un enemigo claro, unos 10 luchadores estábamos en la arena, mirándonos unos a otros sabiendo que solo uno saldría de allí con vida y, aun así, su futuro seguiría siendo incierto.
Entonces dieron la señal, todos nos estremecimos y un gran luchador de color abrió el juego destrozando el hombro de otro luchador con una gran maza, sus gritos de dolor nos hicieron reaccionar a todos y vi como un pequeño luchador con barba venía hacia a mi con una lanza, por lo que realicé una acción evasiva y cuando falló su golpe me abalancé hacia él blandiendo mi espada y lanzando un ataque que resultó mortal para mi pequeño adversario; mi cara se salpicó de sangre, miré mis manos y miré a mi alrededor. Levanté mis manos y grité, grité con todas mis fuerzas, tan fuerte que los otros luchadores miraron hacia mi preguntándose que pasaba, entonces corrí hacia ellos y empecé una orgía de sangre y destrucción sin pensar siquiera lo que estaba haciendo, algo en mi interior creció y me hizo más y más fuerte, perdí mi miedo a la muerte y me centré en hacer lo que tenía que hacer: "Sobrevivir".
Una vez acabé con todos mis contrincantes me dirigí hacia el palco y, negando mi saludo al representante del emperador que ocupaba el trono, tiré mis armas al suelo y grité: SOY INOCENTE.
Por supuesto, este gesto no gustó a nadie, por lo que fui encerrado en los calabozos de la arena para repetir espectáculo al dia siguiente, eso si, 20 latigazos fueron mi único "premio" por mi gesta, mi victoria y rebeldía posterior.
Al dia siguiente, volví a repetir mis pasos: Elegir una armadura, un arma y un escudo, y paseo triunfal hacia la arena. Solo que esta vez ya iba preparado, los latigazos en mi espalda me recordaban que yo no estaba allí para defenderme de mis injusto castigo, nadie escucharía mi defensa, solo era un animal entrenado para animar al gran público. Por segunda vez, la furia se apoderó de mi y volví a ser el único luchador que acabó de pie en la arena. Volví al palco y volví a repetir mi gesto del día anterior, lancé mis armas a la arena y grité mi inocencia, añadiendo esta vez un insulto a la ley romana por mi injusto castigo.
Otros 20 latigazos calmaron mi furia antes de volver a mi frío calabozo, otra noche en un frío suelo de piedra y otro día comenzaba con las mismas expectativas del anterior.
Por las marcas en mi espalda, llevaba ya más de 8 días repitiendo la misma rutina una y otra vez, era difícil prestarle atención al tiempo cuando estabas tan ocupado tratando de salvar tu vida cada día y tratando de olvidar el dolor de los latigazos y las heridas de la lucha cada noche, llegó un momento en el que todo daba igual, no había un nuevo día, si no que se alargaba el anterior, o se repetía, no lo se muy bien. El caso es que aquel día el emperador en persona había ido a ver al fenómeno del momento, aquel luchador hispano que había sido capaz de sobrevivir más que nadie y, lo que es peor, había sido capaz de desafiar a la muerte desafiando al imperio romano poniendo en duda su justicia. Aquella tarde luché con más bravura aún que los días anteriores, no solo maté a mis "enemigos" si no que puse hincapié en hacer el mayor daño posible, en hacer sufrir y sangrar a mis contrincantes para darles exactamente lo que querían ver. Al acabar el espectáculo, volví a dirigirme al palco, pero esta vez, antes de que pudiera hacer mi reivindicación, la guardia del emperador me rodeó y me obligó a arrodillarme ante él. El emperador se levantó y se dirigió a mi para concederme un deseo, eso sí, debería luchar una vez más, una última tarde de sangre para ganar mi libertad y volver a mi tierra, ese sería mi premio, volver a mi vida anterior y recuperar mis posesiones.
Aquella noche no pude dormir, no hice más que pensar en que me esperaría en la arena al día siguiente, aún así, me sentía preparado, habían sido tantas tardes de lucha que me sentía fuerte para superar cualquier reto. Me levanté aquella mañana, comí lo mejor que pude e intenté no pensar demasiado en lo que me esperaba aquella tarde. Volví al cuarto de los cadáveres, escogí mi armadura y mi armamento y salté a la arena confiado en mi victoria. Aquella tarde era especial, muy especial, no lucharía contra otros gladiadores, si no contra soldados profesionales de la mismísima guardia del emperador, 6 hombres bien armados y organizados, acostumbrados a la lucha, serían mi prueba para ganarme mi libertad. Volví a sentir miedo, como la primera vez, pero pronto lo perdí, en cuanto vi que ellos sangraban igual que los demás. Una vez que maté al primero volví a sentirme invencible, como cada tarde, tanto que tiré mi escudo y me armé con una segunda espada que arrebaté al primer caído, lancé mi grito de guerra y corrí hacia ellos, que desorientados y sorprendidos por mi ataque perdieron a otro de sus compañeros.
Uno tras uno, los 6 guardias reales cayeron a la arena y derramaron su sangre, como todos los demás; levanté mis espadas al cielo y grité. La gente se volvía loca, aplaudían como locos y gritaban como yo. El emperador en persona se había puesto en pié para aplaudir y me pedía que me acercara al palco. Y eso fue lo que hice, me acerqué al palco, me arrodillé para escuchar al emperador y éste me dijo que, como prometió, era libre de volver a mi tierra, a mi casa, con mi familia. Me puse en pie y le pregunté que qué pasaba con mi honor, con mi nombre manchado con la sombra de la traición. Extrañado por mi petición y con un notable enfado me gritó que no tentara a la suerte, a lo que respondía tirando mis armas al suelo, maldiciendo la ley romana y gritando: Mañana volveré a la arena...

miércoles, 14 de octubre de 2009

Escalando la montaña


Pasaba casi todas las semanas por aquel paraje, me encanta escaparme al campo siempre que puedo y esa pared vertical me tenía casi obsesionado. Nunca he hecho escalada, al menos a nivel profesional, por lo que nunca había visto la montaña de aquella manera, pero aquel día, sin saber muy bien por qué, me planté delante de aquella pared de unos 20 metros de altura, solté mi mochila y me dije: ¿Por qué no?
Sin ninguna seguridad, sin ninguna idea de escalada y sin saber muy bien por qué lo hacía, empecé a trepar por aquella pared con entusiasmo, como si me fuera la vida en ello. Vamos, que me lo tomé como si fuera una cuestión de vida o muerte, o al menos de superación personal.
Empecé tan entusiasmado que los primeros metros fueron bastante fáciles, aunque poco a poco empecé a darme cuenta que no era tan fácil como me había imaginado en un primer momento. Para empezar, empezaba a asustarme cada vez que miraba hacia el suelo, mis manos empezaban a doler por el esfuerzo de aferrarme a pequeñas grietas en la pared. También me di cuenta que mi calzado no era el mas adecuado para aquella aventura, pero bueno, que le iba a hacer, ya se me había metido en la cabeza subir aquella pared y no quería echarme atrás, además, casi era más difícil volver a bajar que seguir subiendo, aunque hubo bastantes momentos en los que me planteé seriamente dejarme caer o intentar como fuera porque empezaba a sufrir en todos mis músculos el esfuerzo de aquella aventura que cada vez me parecía más una tontería y me hacía plantearme seriamente mi salud mental... Vamos, que me sentía como un gilipollas por haberme metido en semejante lío. Pero cuanto más cerca veía la cumbre, más dulce me parecía aquel dolor que recorría todo mi cuerpo. Estando a medio camino tuve que detenerme unos minutos, aprovechando un saliente que me permitió apoyar mi cuerpo sobre mis pies con comodidad. Durante esos minutos que pasé apoyado en la pared descansando pensé en muchas cosas que no venían a cuento, pero claro, ¿En qué puede pensar uno cuando se ha subido, sin venir a cuento, a escalar una pared perdida en mitad del campo? Pues la verdad es que allí, con aquella maravillosa vista del valle a unos 10 metros de altura, el miedo te hace sentir un cosquilleo en el estómago por que te estás exponiendo a un riesgo innecesario, pero por otro lado, el estar allí subido sin más razón que demostrarte a ti mismo que lo puedes hacer también te da una sensación de poder y de seguridad en ti mismo que te puede ayudar a superar retos que en tu vida te habías siquiera planteado.
Por cierto, subí el resto de la pared (con dificultad, pero la subí) y al llegar arriba me sentí como si hubiera conquistado el mundo, aunque solo había subido una pequeña pared que, para cualquier iniciado en escalada, sería muy fácil, pero para alguien como yo que no lo había hecho nunca, fue algo para recordar. Durante 15 minutos estuve allí sentado, en lo alto de aquella pared, mirando el valle y sintiéndome como un gran héroe que hubiera conseguido un reto inigualable, aunque después de mis 15 minutos de gloria aparte de sentirme feliz y cansado, también me sentí un poco como un imbécil porque, entre otras cosas, abajo, en el valle, vi mi mochila tirada, esperando allí a que volviera a recogerla, pero, por supuesto, no iba a bajar otra vez por aquella pared, tendría que dar un gran rodeo para volver a por ella, perder un tiempo precioso dando la vuelta a la montaña y esperar que si algún alma caritativa pasaba por allí antes que yo no se la echara a la espalda...
Pues eso, que es muy fácil pasar de sentirse un héroe a un bobo en un solo segundo, pero, por otro lado, también se puede hacer al contrario...
Con pensar un poquito antes de hacer las cosas...

lunes, 12 de octubre de 2009

El colmo de la superación


Hace poco conocí a una de esas personas que te dejan el corazón en un puño, ciega y sordomuda, no solo se negaba a pedir ayuda si no que seguía viviendo sola, en una gran casa heredada de su madre y ella sola se valía para todo, le bastaba con seguir ciertas normas de aprendizaje que estudiaba en otra ciudad a unos 50 kilómetros de su casa donde, por supuesto, se desplazaba ella sola en autobús una vez por semana, además aprovecha las tardes para ir al gimnasio ya que también tiene problemas musculares y necesita ejercitarse bastante.
Sí, los que conozcais mi blog sabreis que las historias que escribo son irreales en su mayoría, aunque siempren lleven parte de mi, inevitablemente. Pero en esta ocasión, esta es una historia real, sobre una persona real. Una persona que es capaz de luchar contra todo lo que se cruza en su vida y saltárselo (con más o menos esfuerzo) para seguir adelante. No voy a entrar en otros detalles de su vida, porque aparte de conocerlos solo de oidas y no tenerlos contrastados, tampoco vienen al caso, bastante duro ya es perder sentidos como el oido, la vista y la capacidad de hablar. Si a todo eso sumamos que por esos detalles en los que no voy a entrar, esta chica (de unos 35 años) se ha visto obligada a luchar sola desde hace años, ya no solo estamos hablando de una luchadora, si no de una mujer casi sobrenatural, capaz de enfrentarse a la vida, plantarle cara descaradamente y vencerla por K.O, porque no solo he visto a una mujer con ganas de vivir y seguir luchando, si no que me he encontrado al mirarle a la cara a una de las sonrisas más dulces y puras que he visto nunca, el simple hecho de visitar a una amiga ya le ha iluminado la cara, y su expresión al tocar a un bebé con sus manos es algo que nunca olvidaré, esa sonrisa burlona, cómplice, tan inocente como la del niño que recibía su caricia.
He visto la esencia de la vida en unos segundos, un enano de 3 meses sorprendido ante una desconocida y una desconocida, ciega y sordomuda, sorprendida ante el suave tacto de un enano de 3 meses. Él, inocente, acabó llorando (hay que decir en su defensa que estaba cansado porque le jodimos la siesta), pero ella, no menos inocente, iluminó la casa con su sonrisa y no pudo impedir que su boca soltara una casi-carcajada de felicidad y sorpresa. Tardaré tiempo en borrarme esa imagen de mi mente porque, ciertamente, es de lo más bonito que he vivido nunca. No he tenido ocasión de hablar con ella, ya que no es fácil seguir el ritmo de su tablilla adaptada al braile (o como se escriba...), pero he quedado tan impresionado por su fuerza y su coraje encerrados en un cuerpo aparentemente tan frágil e inocente, que me he echado una mirada por dentro y no he podido evitar reirme de todos esos problemas que tanto me agobian y que, al fin y al cabo, se pueden superar luchando, solamente, con unas gotas de alegría, esfuerzo y ganas de vivir.
A veces, hay que mirar al dolor a los ojos para enfrentarte a tus monstruos, pero si te fijas bien, siempre hay un amigo en el camino dispuesto a prestarte unas buenas gafas para que veas que ni existen monstruos invencibles, ni las cosas son tan malas como las ves. He conocido a una chica con problemas... Con muchos problemas, y he visto en ella a un ejemplo de superación y felicidad. Me he quedado con ganas de abrazarla y darle un buen par de besos, pero he pensado que podría interpretarlo como un símbolo de pena y compasión, cuándo en realidad, lo que quería expresarle era admiración y agradecimiento, por lo que, al final, he optado por no decir nada, dejarle seguir su camino y quedarme solamente con su recuerdo, bien guardado, como un cromo de la suerte que pienso utilizar cuando las cosas me vengan grandes.
Gracias por tu ejemplo, se que no leerás esto, ni creo que te lo comenten, pero me ha encantado conocerte.

martes, 6 de octubre de 2009

Bocados de realidad


Me desperté una noche, angustiado, alterado, nervioso, sin poder dormir, con mil y una ideas en la cabeza (ninguna buena, por cierto). Acababa de ver una historia de vampiros, una de esas que tanto me gustan (sin final feliz). Mi primer impulso fue levantarme y escribir todo lo que se me estaba pasando por la cabeza, pero por vaguería pura y dura, me di la vuelta e intenté seguir durmiendo (cosa que me costó un rato), pero mientras intentaba dormir, mil y una ideas daban vueltas y mas vueltas por mi cabeza y era algo así....:
Miré a mi derecha y vi tu cuello, pero no lo vi como siempre, ese cuello sexy que tanto me gustaría comerme a besos, pero esta vez no lo veía de esa manera, no lo veía como un cuello sexy de mujer, si no como un apetitoso cuello con sus venas marcadas, unas apetitosas venas que me gustaría morder hasta reventar y chupar su sangre hasta saciar mi hambre (o mi curiosidad a probar la sangre), pero no con intención de matarla, si no simplemente de alimentarme de ella y continuar con mi vida, esa vida en la que yo domino de cabo a rabo. No solo mi propia existencia si no la de todo aquel que está a mi alrededor. Como la suya, por ejemplo, hoy mismo he mordido su yugular, he arrancado su garganta y me he alimentado de su sangre y de su alma, mañana... ella será la misma, aparentemente, pero no para mí, porque yo ya la maté ayer, ya me la comí. Hoy es el mismo cuerpo pero ya no es mi Ariadna, hoy es Jessica, o Marta, Silvia, Déborah o Ramona... ¿Qué más da? Ella es un recipiente, un vaso. Un simple termo que guarda mi alimento, mi energía, la esencia de mi vida.
No estoy muy seguro si es sueño o realidad, porque me encuentro en la cama, entre sueño y sueño. Miro tu cuello de nuevo, veo tu vena, tan sugerente, tan apetecible...
Al final, ni te muerdo ni me levanto a escribir. ¿Qué quiere decir eso? Pues no se, seguramente querrá decir que vivo entre realidad y fantasía y que, ni en mundo ni en otro, soy tan manso ni tan peligroso como parezco. Y por cierto, también debo decir que hay que tener paciencia para aguantarme y (válgame la modestia) suerte para conocerme...
Besitos de madera y mordiscos inocentes para todos.

lunes, 5 de octubre de 2009

El largo regreso a casa


Conducía tarde, cansado y medio dormido después de varias horas al volante, pero me resistía a parar porque ya estaba cerca de casa y al fin podría descansar a gusto. Pero entonces pasó, pasó tan rápido que no se en que momento perdí el control del coche, quizás me confié demasiado al entrar en aquella curva, aquella curva que tantas veces había pasado sin problema, pero aquella tarde, entre el cansancio, la confianza y puede que algo más que hubiera en la curva, perdí el control por completo y mi coche salió disparado fuera de la carretera y comenzó a dar vueltas y más vueltas de campana a una velocidad endiablada. Mientras, dentro de aquella noria del infierno, el tiempo pasaba despacio, muy despacio y miles de imágenes comenzaron a pasar por mi cabeza.
De repente vi a mi novia, sonriente, acercándose hacia mi para abrazarme y darme un beso. Vi a mi abuela, frente a mí, estábamos comiendo juntos uno de aquellos platos que tanto me gustaban, y también me sonreía mientras me tendía la mano. Mi madre me miraba medio sonriente, pero con cara de preocupación, incluso vi una lágrima resbalando por su mejilla, mientras, mi padre me miraba con cara seria, intentando esconder la tristeza de su cara y reprimir las lágrimas mientras me tendía la mano con cara de estar muy orgulloso de mi. Vi a mis hermanos y hermanas, me decían adiós entre risas, besos y abrazos, mis sobrinos jugaban conmigo y me pedían que no me fuera. Vi aquella cara que me sonreía en el autobús cada mañana cuando iba al instituto, hacía años que no pensaba en aquella chica, o aquella otra de sonrisa contagiosa y eterna alegría, aquella mirada azul capaz de alegrarte el día y aquellas sábanas tan suaves... Vi a mi mejor amigo, me invitaba a una cerveza, tras él había otros amigos que levantaban sus vasos intentando que aceptara la invitación. Por supuesto, no todo fué bonito, también aparecieron por medio algunas decepciones, desamores, discursiones y desilusiones, pero apenas me fijé en ellas. Vi como el tiempo se iba deteniendo, sentí un golpe que paró el coche en seco, y fue ahí donde me relajé. De repente un gran dolor sacudió todo mi cuerpo, pero pronto fue tan fuerte e intenso que desapareció de golpe. A partir de ahí todo se fue volviendo cada vez más tranquilo y oscuro, algunos seres queridos mas pasaron por mi mente, pero cada vez más lejos, más serios, más borrosos. Empecé a sentir frío, cada vez más, pero no me molestaba, porque al mismo tiempo una sensación de paz me iba invadiendo a la vez que que todo se iba apagando. Aquel fue el fin (o el principio) de mi viaje, fue lento, algo doloroso, pero dulce y emotivo, un viaje que no esperaba y que me trajo tantos recuerdos que, tristemente se borrarán conmigo con la luz que cada vez se va apagando más y más. Vuelvo a casa...

domingo, 4 de octubre de 2009

Miradas telefónicas


Trabajé de noche durante muchos años, es duro adaptarse a vivir contra corriente, al revés que todo el mundo, pero por otro lado, la tranquilidad de la noche te da algo que no te puede dar el día, una paz y una visión del mundo que es completamente diferente a los que viven durante el día. No hay ruido por la noche, no se ve la polución de la ciudad, la gente no corre hacia su trabajo, nadie tiene prisa de noche. Por otro lado, la gente que vive la noche suele ser gente extraña, hay que ser muy especial para poder vivir de noche, o bien te dejas atrapar por ella y sus tentaciones, o bien la dominas acostumbrándote a ella y viviéndola en toda su intensidad. En mi caso, la noche no llegó a dominarme del todo, más bien fui yo el que llegó a dominar la noche, adaptándome perfectamente a su cruel y constante maltrato a mi cuerpo (cambio de hora de dormir, de comidas, trastornos del sueño...), me sentía como un pez en el agua trabajando de noche, además, allí la conocí a ella, y esa es la historia que os quiero contar hoy.
Yo trabajaba en una recepción de hotel, por lo que tenía que atender durante la noche las entradas, salidas y antojos de los clientes que allí se alojaban. En cuanto a ella, era una simple voz, una voz sensual y divertida que algunos días coincidía conmigo, era la encargada del turno de noche del servicio de radio taxi, por lo que, de vez en cuando, teníamos que cruzar unas pocas palabras, las justas para solicitar que uno de sus coches se acercara a mi hotel para recoger a alguno de mis clientes.
Daniela, así se llamaba aquel ángel de voz dulce y sonrisa fácil y dulzona con la que intercambiaba algunas palabras algunas noches de trabajo. Nunca hablamos de nada personal, al menos durante los dos primeros años de trabajo, después de un tiempo fuimos tomando más y más confianza, hasta llegar incluso a hacer pequeñas bromas entre el momento de pedir el taxi y confirmar el número del coche asignado. Poco a poco, aquella confianza fue creciendo y su voz me iba obsesionando cada vez más, sin ninguna razón aparente. Yo era un tipo normal, dentro de lo normal que se puede ser viviendo de noche y durmiendo de dia, lo que quiero decir es que tenía mis amistades, mis pretendientes, incluso alguna amiga más que especial con la que compartía algo mas que palabras y copas en mis noches libres. Pero Daniela era especial, no se por qué razón aquella voz me parecía tan sensual, tan sincera, tan especial...
Aquella noche, una noche tan tranquila que me dejó horas y horas para pensar, empecé a pensar en ella, en su voz, deseando que alguien bajara de su habitación para pedir un taxi y me hiciera el favor pedírmelo para poder oir su voz, aunque solo fuera unos segundos, pero pasaba la noche y nadie pasaba por mi recepción. Así que al final cedí, marqué su número y simplemente le pregunté si tenía mucho trabajo, ella contestó que no, su voz denotaba cierto entusiasmo, enseguida me di cuenta que estaba tan aburrida como yo aquella noche, por lo que mi llamada le alegró especialmente, parecía que deseaba tanto como yo hablar con alguien (especialmente conmigo, diría yo). Aquel fué el desencadentante de todo, una simple llamada, una simple e inocente llamada destinada a matar una noche de aburrimiento se acabó convirtiendo en una charla entre amigos que duró varios minutos, desafortunadamente ella tenía más trabajo que yo, por lo que tuvimos que cortar al poco tiempo, eso si, el poco tiempo que pudimos hablar nos dio mucho de sí, tanto que aprendí mucho de ella. Daniela era algo mayor que yo, apenas un par de años, pero su alegría, su voz y su manera de hablar sonaban como si fuera mucho más joven. Tuvimos que despedirnos pronto, demasiado pronto, pero prometimos repetir aquella experiencia cada noche que no tuviéramos mucho trabajo. Aquello desembocó en noches y noches de pequeñas charlas en las que nos fuimos conociendo poquito a poco y yo fui cayendo en más y más en su red, enamorándome de ella completamente. Nunca la había visto, nunca cambiamos fotos ni hablamos de nuestro aspecto, solo de trabajo, aficiones y alguna que otra charla íntima sobre nuestra vida personal (antiguas relacciones fallidas, ilusiones, etc...).
Al fin me decidí, una noche, tras una de nuestras charlas insistí en conocerla personalmente, algo a lo que ella se negó, en principio, pero no me fue muy dificil convencerla para quedar un dia aunque solo fuera a tomar un café.
Aquella tarde fué la más dura de mi vida, nunca había estado tan nervioso, tan indeciso, tan tembloroso... Como si fuera a encontrarme con la mujer de mi vida, con la mujer que siempre había deseado. El caso es que sabía tan poco de ella... Ni siquiera sabía como era fisicamente, solo sabía que era un par de años mayor que yo, que tenía la risa fácil y preciosa y que podía hablar con ella con una gran facilidad de cualquier cosa, es más, teníamos bastantes cosas en común.
Llegué al bar donde habíamos quedado, me presenté allí nervioso, muy nervioso, con mi camisa negra, como le había dicho que iría, sudando por culpa de los nervios y con el estómago encongido pensando qué me iba a encontrar en aquel bar. Ella me dijo que iría vestida con baqueros y camisa blanca, eché un vistazo por el bar pero no la ví, al menos nadie con aquella descripción, aparte de una mujer rolliza acompañada de un niño de unos 4 años sentada en la terraza del bar. Me senté en la barra, pedí una cerveza y me senté e uno de esos taburetes altos justo a la puerta del bar, desde donde podía dominar todo el bar y la terraza. Esperé unos minutos, pero nadie apareció a mi encuentro, me notaba nervioso, mejillas coloradas, un calor horroroso me recorría mi cuerpo y mi cara, miraba de una lado a otro intentando buscar a aquella chica de sonrisa perfecta con la que hablaba cada noche, pero no veía a esa chica de camisa blanca y baqueros.
Mi ilusión se iba apagando, pensé que era una triste broma que me había gastado alguien que no me había tomado en serio, pero de repente me di cuenta de algo, aquella mujer rolliza, que aparentaba unos 40 años (yo tenía 32 por aquel entonces) y que intentaba controlar a su pequeño hijo miraba hacia mi de vez en cuando, timidamente, con cierto aire de vergüenza. Me acerqué hacia ella y le dije que estaba esperando a alguien, preguntándole si podía sentarme allí con ella, fue entonces cuando me dijo que ella también esperaba a alguien, así que teníamos algo en común entre risas.
Mi primera impresión fue bastante extraña, la verdad era que Daniela parecía mayor de lo que esperaba, tampoco habíamos hablado nunca de su aspecto físico, que, desde luego, no era el de una top model, ni tampoco sabía nada de su maternidad. Todo este cúmulo de pequeñas sorpresas (incluso podría decir pequeñas decepciones) me hicieron un flaco favor a la hora de controlar mis nervios, la verdad es que estaba loco por salir de allí, por encontrar una excusa que me sacara de aquella incómoda situación en la que estaba. Pensaba encontrarme con la mujer de mi vida, pero lo que me encontré fue una completa desconocida de la que no sabía nada de nada, tenía incluso ganas de llorar y salir corriendo de allí ya que no era, ni por asomo, lo que esperaba encontrar.
Pero entonces sucedió algo, algo tan inesperado como todo lo que había sucedido hasta ese momento. En plena desilusión, en plena abalancha de ideas que me sugerían que una huída a tiempo podría ser una victoria (aún quedando como un cobarde...), Daniela empezó a reir, su risa se contagió a su pequeño y allí estaba yo, colorado, con cara de tonto y el cuerpo tenso, preparado para salir corriendo, cuando ella me preguntó:
¿Decepcionado? Que le voy a hacer, me hago vieja, como todo el mundo...
Y siguió riendo con esa risa que tantas noches me había conquistado y me tantas noches me había alegrado.
Fué entonces cuando sucedió, volví a mirarla y no vi a la mujer rolliza y envejecida que había visto desde la puerta del bar, si no a una mujer un poco mayor que yo, con la sonrisa más pegadiza y adictiva que había visto nunca. Decidí tranquilizarme, sentarme y darle (y darme) una oportunidad.
Así empezó nuestra historia, me enamoré de una voz y, tras años de perseguirla y soñar con ella, me decidí a buscarla. Sí, vale que no era exactamente como la había imaginado, quizás no fuera, fisicamente, la mujer 10 que había idealizado en mi mente, y para más inri, era separada y tenía un pequeño demonio (tan indominable como adorable) que no esperaba encontrar... Pero era ella.... Y era tal cual la conocí, con su voz adorable, con su risa fácil y pegajosa y con un corazón tan grande que era imposible no querela.
Aún no se muy bien como pasó, no acabo de comprender como acabé viviendo con alguien en quien no me habría fijado nunca aunque la hubiera tenido delante de mis narices durante años, pero así fue, su voz me conquistó, me convenció y me sigue alegrando cada noche cuando tengo que enviar un taxi. La única diferencia es que ahora, también me alegra los días cuando llego a casa.
El aspecto es importante, sí, suele ser en lo primero que nos fijamos, pero, en el fondo, hay tantas cosas detrás de un cuerpo, de una sonrisa, de una mirada... Qué bonito es saber mirar con la suficiente calma para ver más allá de la primera impresión.
A todos/as los que teneis ese don (o la paciencia suficiente para dar una oportunidad a la gente), un sincero abrazo y mi más sincera felicitación.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Atrapado


Me tumbé en mi cama, bueno, más bien me dejé caer ya que llegué completamente derrotado después de un día duro que acabó entre cervezas y confesiones con algunos amigos (más cervezas que confesiones en realidad), por lo que apenas tuve tiempo siquiera de deshacer la cama, simplemente me desnudé dejando caer mi ropa por la habitación y mi último paso fue tirarme en plancha a la cama y quedarme completamente dormido en la misma posición en la que caí, boca bajo, roncando y babeando a los dos segundos de caer. No se cuantas horas dormí exactamente, solamente recuerdo que cuando desperté me costaba mucho moverme y me dolía la cabeza, también recuerdo dos cosas que me llamaron poderosamente la atención: La primera era que entraba bastante luz por la ventana por lo que imaginé que habían pasado bastantes horas desde que me acosté, la segunda era el olor, un olor extraño que invadía toda la estancia y que no sabría describir ya que estaba entre dulce y podrido, era algo así como una fruta demasiado madura y que empieza a descomponerse.

Intenté levantarme pero enseguida noté que algo frío y pegajoso rozaba mi espalda, lo que me hizo volver a tumbarme. Abrí los ojos y vi algo que me hizo pensar que estaba en mitad de un mal sueño; toda la habitación estaba cubierta por una blanca y espesa tela de araña cuyos hilos eran tan anchos como si en vez de seda estuvieran hechos de lana. No podía creer que aquello me estuviera sucediendo a mí, pero antes de hacer nada me paré a pensar, incluso cuando parecía algo imposible, pero aún así intenté barajar posibilidades como, por ejemplo, que se tratara de una broma de mal gusto. Por supuesto, no encontré explicación alguna para aquello, por lo que decidí investigar un poco más y, sin moverme demasiado, ya que tenía tela sobre mí demasiado cerca y parecía demasiado pegajosa, toqué ligeramente uno de los filamentos sobre mi cabeza. Entonces fue cuando empecé a darme cuenta de lo que realmente estaba pasando. Primero un ruido acompañado de grandes vibraciones comenzó en el salón y avanzó rápidamente hacia mi cuarto. Me quedé lo más quieto que pude, completamente aterrorizado, parecía que un terremoto sacudiera la pared que separaba el comedor de mi casa y mi cuarto, a los pocos segundos unas enormes patas peludas entraban por la puerta de mi cuarto, lenta y sigilosamente, como si hubieran perdido el rastro de lo que perseguían. Me quedé completamente paralizado, estaba viendo algo increíble (más bien imposible, podríamos decir). Allí, entrando de lado por la puerta de mi cuarto, ya que no podía entrar sin ladearse debido a su gran tamaño, había una araña enorme, de unos dos metros de largo aproximadamente. Entró en la habitación se paseó por ella lentamente, intentando sentir otra vez la vibración que la había atraído hacia allí, expectante, amenazante.

Paralizado de terror intenté respirar lo más calmadamente posible para no volver a tocar ninguno de los hilos que me rodeaban, no fué fácil pero lo conseguí. Pero aquello no era más que el el comienzo. La araña volvió a la oscuridad de mi salón, pero yo me quedé allí, solo, pensando cuando acabaría aquel sueño, aquella pesadilla. Era tal el terror que sentía (siempre tuve pánico a las arañas) que incluso volví a caer dormido, aunque esta vez era casi más un coma que un sueño de descanso. El caso es que cuando volví a despertar, esperando que todo aquello hubiera quedado en una mala resaca, volví a sentir el mismo olor y a ver la espesa tela sobre mí. Es más, fui testigo de su primera víctima, una paloma entró por la ventana y quedó atrapada entre aquella espesa red. El ataque fue inminente, terrible, completamente demoledor. La paloma no tuvo la más mínima oportunidad, primero le fue imposible desenredarse de la tela, llegó a partir una pequeña parte (al menos eso me hizo pensar que se podía romper sin demasiada dificultad), pero enseguida quedó atrapada entre tanto hilo y fue tan rápido el ataque de mi nueva inquilina que incluso si se hubiera liberado no habría tenido tiempo de volver a salir por la ventana.

Lo peor de aquello fue algo que me inquietó bastante y es que mientras envolvía a la paloma con su tela y la paralizaba para llevársela a su comedor (el que antes fuera mío...) nuestras miradas se cruzaron, me di cuenta que sus ojos negros como el carbón me seguían la mirada por un momento. Empecé a pensar que sabía que yo estaba allí, pero, si era así ¿Por qué me mantenía vivo? ¿Esperaba a que me rebelara contra ella y su tela o simplemente no me había detectado aún y eran imaginaciones mías? Por otro lado había otra cosa que me inquietaba, ya casi había pasado un dia entero allí encerrado con ella y no había oído ningún ruido de la calle, estando la ventana abierta, ni tráfico, ni gente... Nada. ¿Pasaría algo ahí fuera? ¿Sería algo general, una especie de invasión de arácnidos gigantes? ¿Me estaba volviendo loco?

De repente volvió a mi cuarto, comenzó a arreglar el pequeño destrozo que la paloma había hecho en su red y sucedió algo que me dejó completamente roto mentalmente, volvió a mirarme, se que esta vez me miraba, estoy seguro, sobre todo porqué tiró un hilo directamente desde la ventana a la tela que estaba sobre mi cabeza, lo que atraía gotas de lluvia del exterior, donde había comenzado a llover.

Tenía agua, tenía pánico y pronto tuve algo que comer, ya que mi anfitriona se dignó a compartir conmigo un jugoso secreto, su tela se podía comer. ¿Qué como lo descubrí? Fácil, después de arreglar su red arrojó los restos rotos y enredados en una pelota que parecía un pequeño ovillo de lana justo delante de mi cara, de tal forma que se me pegaron en la nariz y en parte de mi boca, impidiéndome respirar con facilidad, por lo que intenté quitármelos como pude, y como eran tan pegajosos me fue mas fácil morderlos y tragarlos que escupirlos. Después de comer un buen pedazo no solo me di cuenta que no me hizo daño si no que me sentía algo mejor.

Cada vez era más y más inquietante, parecía como si supiera que estuviera allí pero no quisiera que yo lo supiera, ya que me di cuenta que evitaba mirarme directamente mucho tiempo, o que me arrojaba pedazos de su tela sin apenas mirarme, como si lo hiciera casualmente, incluso no comía delante de mi como si no quisiera intimidarme. Fueron muchas las presas que vi caer en aquella red (pájaros, ratas, murciélagos...), llegué incluso a perder la noción del tiempo, ahora mismo, mientras os cuento esto, sigo aquí atrapado, pensando la manera de escapar pero, tengo un problema, sé que por una lado, no puedo lanzarme hacia la ventana, porque no me daría tiempo, mi única posibilidad sería que algún gran animal destrozara bastante tela como para dejarme vía libre hasta la ventana, pero eso de momento parece poco probable, ya que vivo en un segundo piso y no creo que algo como un perro o algo de semejante tamaño como para luchar contra la tela entre por mi ventana. Otra posibilidad sería aguantar y ser su cebo, esclavo, mascota... O lo que quiera que sea para ella, pero no es una opción agradable, sinceramente. Así que solo me queda una opción que es luchar contra ella, el caso es que se que es una lucha difícil ya que la balanza está muy de su lado, por eso sigo aquí, pensando, trabajando en la manera de salir de la red de este monstruo que controla mi vida sigilosamente y se que, con paciencia, acabaré encontrando la manera...

martes, 15 de septiembre de 2009

Los amos del mundo


Estaba dando marcha atrás a mi coche cuando, de repente, noté que tocaba algo con mi rueda trasera izquierda, acabé de aparcar y al asomarme, vi una enorme rata aplastada junto a mi coche, agonizante, me senté con la puerta abierta y me dediqué a observar su penosa agonía mientras encendía un cigarro. No se cuanto tardó en morir exactamente, unos cuatro o cinco cigarros aproximadamente, lo curioso es lo que empezó a pasar a su alrededor durante aquel tiempo, todo un arsenal de pequeñas hormigas empezaron a llegar poco a poco, primero una descubrió y examinó el pelaje sangriento y aplastado de aquel asqueroso bicho medio muerto, volvió por donde había venido y poco después de que dejara de moverse cientos de aquellos pequeños insectos ya rodeaban el cadáver y empezaban a despedazar lenta pero eficazmente las partes blandas del animal, partes blandas que estaban esparcidas por todas partes ya que el golpe había sido fuerte y tenía las tripas al aire. ¿Que por qué me quedé atontado viendo aquel espectáculo asqueroso? Quién sabe, pero la verdad es que durante un buen rato, quizás horas, me sentí casi como un Dios, allí arriba, viendo la vida y la muerte en aquel pequeño mundo, incluso lanzaba rayos y truenos desde mi alto Olimpo cada vez que consumía uno de mis cigarros, tratando de imaginar que se les pasaría por la cabeza a aquellas pequeñas recolectoras cuando una de esas enormes bolas de fuego les cayeran encima desde el cielo matando a varias de ellas y entorpeciendo su quehacer. Pero de pronto me di cuenta de algo y es que aquel pequeño ejército estaba tan bien organizado que incluso con un cruel (y falso) Dios sobre ellas castigando sin motivo sus vidas cada dos por tres seguían trabajando incansables, incluso los soldados caidos eran retirados en piezas como si de otro fardo mas de comida se tratara. Por un momento pensé que si quisieran podrían incluso organizarse y cargar contra mi por mi atrevimiento de meterme en sus vidas, pero enseguida me di cuenta de que su organización era tan buena que no perderían el tiempo en luchar contra un idiota tan grande, era mucho mas importante seguir despiezando su presa ya muerta que perder tiempo y efectivos conmigo, a no ser, claro, que tuvieran que defenderse, eso ya sería otra cosa... Total, que tras un par de horas viendo hormigas despedazando una puta rata muerta que yo mismo había aplastado con mi coche no solo llegué a la conclusión de que fumo demasiado (tanto como me aburro), que es apasionante pensar como unos pequeños insectos son capaces de organizar una comunidad de millones de individuos y no solo hacer que funcione, si no que lo haga extraordinariamente y mientras, el que se supone que es el animal racional del planeta se dedica a perder una tarde viendo un espectáculo asqueroso de vida y muerte mientras se mata a sí mismo metiéndose mierda en los pulmones por no volver a su triste y solitario hogar donde lo mejor que se le ocurre hacer es poner la tele para ver como otros tristes seres racionales como él mismo se matan entre ellos por motivos tan ridículos como el precio del petróleo, creencias religiosas, atracos por dinero, celos, envidias y tantos y tantos motivos idiotas que podría pasarme la tarde enumerando. Por un momento, sentí envidia y hasta ciertas ganas de llevarme mi trocito de rata para compartirlo con ellas, pero por desgracia, no creo que me invitaran...

viernes, 11 de septiembre de 2009

Tiempo


Nací en una pequeña localidad costera, en Costa Rica, y debo confesar que tuve bastante suerte porque nunca me faltó de nada en mi casa, mi familia no era rica precisamente, mi papá era policía y mi mamá profesora de derecho en la universidad, por lo que tuve una infancia bastante normal y la suerte de crecer alejado de muchos de los problemas que afectaban a los muchachos de mi edad desde muy jóvenes. Algunos acababan en las maras, bandas organizadas donde la vida era un bien que solía valorarse bastante poco, por lo que solía perderse pronto. Otros vivían en la mas absoluta pobreza y trataban de ganarse la vida con dignidad, pero apenas lo conseguían, por lo que o bien acababan metidos en problemas o intentaban emigrar al norte.
Yo tuve la suerte de evitar problemas y la gran fortuna de ser uno de los pocos elegidos que consiguieron una beca de estudio para Estados Unidos, un sueño hecho realidad para mí en aquel entonces. Sé que mis padres tuvieron bastante que ver en ello, no solo mi expediente académico, pero una oportunidad así no es fácil de rechazar. El hecho de tener familia en Nueva York también me facilitó bastante las cosas, el hermano de mi padre había emigrado allí hacía años y lo que comenzó como un pequeño negocio de comida latina ahora era un local bastante apreciado en la gran manzana, por lo que mi tío podía ofrecerme bastante apoyo en aquella caótica ciudad.
Mi aventura americana empezó bastante bien, me costó un poco acoplarme a aquel


caos de ciudad, pero enseguida, con ayuda de mis primos, conseguí hacerme un pequeño hueco en ella, buenos amigos y hasta una buena reputación en la universidad donde estudiaba derecho, siguiendo los pasos de mi madre. Todo iba perfectamente hasta que descubrí mi poder... Sí, mi poder, ya se que suena raro, pero siempre pensé que eran fantasías mías hasta descubrí que era verdad.
Empecemos por el principio, ya que es complicado de explicar. Desde muy pequeño siempre tuve la sensación de ser diferente a los demás, era el más rápido, el más fuerte y, a veces, tenía la sensación de jugar con ventaja sobre los demás, las pocas veces que me metí en problemas en el colegio escapé sin problemas, solo tenía que concentrarme y parecía que todo se movía más despacio a mi alrededor... Era una locura, por lo que nunca le di mayor importancia, siempre lo tomé como una fantasía infantil... Hasta aquella tarde...
Estaba bajando hacia el metro cuando ví como un hombre subía escaleras arriba con un bolso de la mano y una pistola en la otra. La gente se apartaba y le dejaba pasar, evidentemente nadie quería problemas con un loco con una pistola en la mano, pero yo le miré a los ojos y por un momento pareció que el tiempo se detuviera, o al menos se ralentizara, todo a mi alrededor se movía lento, muy lento, todo menos yo. Cogí su pistola, se la quité de la mano y le empujé escaleras abajo suavemente. Para mi sorpresa, mi pequeño empujón le mandó escaleras abajo con tal fuerza que parecía que le había arroyado un camión. Todo volvió a la normalidad, la gente me miraba sorprendida sin explicarse muy bien como había pasado todo. Ha sido todo tan rápido, repetían unos y otros a la policía que llegó al lugar, este chico se ha enfrentado al ladrón y, con una agilidad felina, le ha desarmado y le ha tirado por las escaleras.
No podía creerlo, aquel día me convertí en una especie de héroe de comic, pero las dudas empezaron a asaltar mi cabeza. ¿Qué había pasado en realidad? ¿Cómo había sido posible?
Empecé a esperimentar en mi habitación, lanzando objetos y ralentizando su movimiento y, para mi sorpresa, podía hacerlo, poco a poco empecé a controlar el tiempo. No de una manera absoluta, no podía detenerlo del todo ni controlar cuanto tiempo duraba la ralentización del mismo, pero siempre era lo suficiente como para lograr los pequeños objetivos que me marcaba.
Pensé en hablar con alguien sobre aquello, pero enseguida pensé que acabaría siendo una especie de rata de laboratorio y que me harían todo tipo de pruebas para ver como era posible aquello, eso en el caso que no me dieran por loco, claro. Así que decidí guardar el secreto y pensar en que podría utilizar aquel don que se me había concedido. Me veía como Flash, aquel superhéroe que corría como el viento, me veía en las olimpiadas, sorprendiendo al mundo, o con mi traje de superhéroe ayudando a la humanidad... Me veía haciendo tantas cosas...
Pero sí, como imaginais, cuando el ser humano tiene algo tan bueno, por lógica, tiene que estropearlo. Podría haber cambiado el mundo, podría haber ayudado a muchísima gente, pero en una simple tarde, tiré mi poder por tierra.
Aquella tarde me dirigía a casa, caminando, como siempre, disfrutando de aquellas locas calles de Nueva York donde te podías cruzar con gente de todo tipo, donde podías pintarte el pelo de rosa y pasearte en calzones que nadie te miraría mal, aquellas calles donde nadie conocía a nadie. Pero aquella tarde tuve mala suerte, dos tipos me empujaron a un callejón y navaja en mano me pidieron que les entregara todo lo que llevara encima, y yo, consciente de mi poder, consciente de que podía huir sin que siquiera se dieran cuenta o incluso enfrentarme a ellos sin que me tocaran un pelo, me crecí, tanto que decidí enfrentarme a ellos y darles un buen escarmiento, uno que no olvidaran nunca.
Golpeé al primero con tal fuerza que sentí como se partían sus costillas y esternón, noté incluso como su corazón se hundía bajo mi puño. Al otro, le quité la navaja tan rápido que no fué consciente de ello hasta que no vió clavada en su ojo. Por un momento me sentí como el hombre mas poderoso del mundo, había destrozado dos vidas en un momento y estaba orgulloso de ello, pensé que se lo merecían, que ellos se lo habían buscado, pero pronto me di cuenta de mi error.
Tenía un don, un don muy especial, se me había concedido un poder capaz de cambiar la historia de la humanidad y lo mejor que se me ocurrió hacer con él fue cargarme a dos chorizos de poca monta.
El gran universitario, el chico listo con superpoderes no era más que un fraude, un humano como otro cualquiera que se aprovechaba de su superioridad para pisotear a otros.
Aquello marcó mi vida, desde entonces nadie sabe de mí, mi familia me dió por desaparecido, hace años que no saben nada de mi, creen que soy una más de las tantas víctimas anónimas de esta caótica ciudad en la que sigo viviendo. Solo que ahora vivo aislado, paso horas y horas en Central Park, no me es dificil conseguir algo de comer para pasar el día, sigo controlando mi poder, cada vez más, pero desde aquella tarde he renunciado a él y solo lo utilizo para esconderme del resto del mundo y sobrevivir escondido ya que me considero un monstruo por lo que hice.
Pude cambiar el mundo, pude haber ayudado a tanta gente... Pero al fin y al cabo, mi poder no me hace más especial que a otros, sigo siendo un humano como otro cualquiera... O peor...

jueves, 27 de agosto de 2009

Una pequeña oración


Caminaba por la calle paseando mi tristeza, pensando en aquel amigo que acababa de perder hacía unos dias, pensando en la dureza de la vida que, en ocasiones nos juega malas pasadas cuando, de pronto, empecé a darle vueltas al sentido de la vida, a pensar en quién sería la mano cruel que maneja nuestro destino de manera tan implacable y decidí reflexionar a fondo sobre el tema.

Ví gente que salía de una iglesia y decidí entrar e intentar algo que nunca antes había hecho, hablar con Dios. Me senté en un banco, le miré a los ojos y empecé a hablarle sin saber muy bien que decir. Empecé por presentarme, ya que era la primera vez que me presentaba ante él desde hacía muchos años, continué explicándole que hacía tanto tiempo que no me veía por su casa porque hacía mucho tiempo que había perdido la fé y había dejado de creer. Le conté lo triste que estaba por la pérdida de mi amigo, lo enfadado que estaba con él por haber permitido que se fuera y, lo asustado que estaba porque cualquier otro día me podía tocar a mí. Entonces empecé a recordar antiguas historias que me contaban en mi infancia, historias sobre el cielo y el infierno, sobre el paraíso al que había que acceder tras una vida de sufrimiento y entrega a Dios. Entonces lo ví claro, perdí la fé años atrás porque aquel Dios no me ofrecía nada agradable, es más, llevaba un rato allí y ni siquiera me sentía escuchado, así que me levanté y me fui.

Al día siguiente entré en una mezquita, hablé con el Imán y le planteé mis dudas sobre la vida, sobre el mundo en general, le pregunté por su Dios y por sus planes sobre el mundo. Tampoco me contó nada nuevo, tampoco me convenció, salí de allí con la misma angustia por mi amigo perdido, con el mismo temor a la muerte, con las mismas dudas sobre un Dios capaz de aguantar tanta maldad en el mundo. Fueron varios dias experimentando, preguntando, pateando la ciudad y llevándome decepciones, una tras otra, en centros evangelistas, budistas, protestantes... Todos me ofrecían una misma idea envuelta en diferentes parrafadas. Una vida entregada a un Dios que lo único que me ofrecía era una vida después de la muerte, una reencarnación en vete a saber que y chorradas por el estilo que sonaban a inmortalidad, con lo aburrido que eso tiene que ser pasado un tiempo...

Al final, tanto darle vueltas al asunto, acabé en un bar y allí, un tipo desaliñado, con larga melena, un porro en la mano y una cerveza en la otra, me abrió los ojos. Yo soy mi Dios, me dijo, yo decido donde voy y con quien, a quien quiero y a quien no, si soy bueno o un cabrón desde que me levanto... Yo soy el dueño de mi vida, yo soy mi Dios. Brindamos por mi amigo una y otra vez, no nos hizo falta caliz ni rituales extraños, tampoco pasamos el cepillo al final (aunque no habría estado mal), y decidimos que nunca más nos pondríamos tristes por nada sin antes discutirlo entre cervezas en aquel templo de la reflexión.

Eso sí, algunas creencias si que deben perdurar, por eso, al volver a casa, recordando algunas de las creencias que me inculcaron en mi infancia, abrí una cerveza, cogí un lápiz y un papel y entre risas tontas y deseos incumplidos comencé a escribir:


Queridos reyes magos...

martes, 18 de agosto de 2009

Tranquilo


La ciudad está sitiada, las mujeres y los niños lloran, algunos tratan de escapar o de esconderse, como si eso fuera a evitar su destino, que no es otro que una muerte segura. Otros tratan de evitar lo inevitable buscando valor para enfrentarse a nuestros enemigos en el fondo de un vaso de vino mientras gritan que venderán caro su pellejo y gilipolleces por el estilo.

Y yo... Yo sigo aquí, afilando mi espada con calma, tranquilo, relajado, disfrutando del momento, porque se que aunque mi destino también será la muerte yo no la temo, al contrario, ha llegado mi momento, el momento que siempre estuve esperando, cientos de enemigos frente a mi espada y mi escudo, cientos de víctimas preparadas para derramar su sangre a cada golpe de mi brazo, cientos de cascos intentando cubrir calaveras de los golpes de mi espada, cientos de objetivos contra los que derramar mi odio y mi rabia a base de gritos y golpes. Aún es pronto, por eso estoy tranquilo, aun hay tiempo de disfrutar el momento previo a la batalla, y no le temo a la muerte, porque al fin ha llegado mi momento. No se si cargaré contra uno o contra cientos, si me dará tiempo a descargar toda mi rabia contra ellos o serán ellos los que me la arranquen a golpe de hacha o espada, pero al menos se que ya no estará ahí cuando acabe el dia.

Sigo escuchando gritos y lamentos, arengas de soldados muertos de miedo en el fondo, plegarias que morirán con sus dueños, lágrimas cargadas de sueños rotos.

Y yo... Yo sigo ahí, tranquilo, afilando mi espada... Disfrutando mi momento...