martes, 6 de octubre de 2009

Bocados de realidad


Me desperté una noche, angustiado, alterado, nervioso, sin poder dormir, con mil y una ideas en la cabeza (ninguna buena, por cierto). Acababa de ver una historia de vampiros, una de esas que tanto me gustan (sin final feliz). Mi primer impulso fue levantarme y escribir todo lo que se me estaba pasando por la cabeza, pero por vaguería pura y dura, me di la vuelta e intenté seguir durmiendo (cosa que me costó un rato), pero mientras intentaba dormir, mil y una ideas daban vueltas y mas vueltas por mi cabeza y era algo así....:
Miré a mi derecha y vi tu cuello, pero no lo vi como siempre, ese cuello sexy que tanto me gustaría comerme a besos, pero esta vez no lo veía de esa manera, no lo veía como un cuello sexy de mujer, si no como un apetitoso cuello con sus venas marcadas, unas apetitosas venas que me gustaría morder hasta reventar y chupar su sangre hasta saciar mi hambre (o mi curiosidad a probar la sangre), pero no con intención de matarla, si no simplemente de alimentarme de ella y continuar con mi vida, esa vida en la que yo domino de cabo a rabo. No solo mi propia existencia si no la de todo aquel que está a mi alrededor. Como la suya, por ejemplo, hoy mismo he mordido su yugular, he arrancado su garganta y me he alimentado de su sangre y de su alma, mañana... ella será la misma, aparentemente, pero no para mí, porque yo ya la maté ayer, ya me la comí. Hoy es el mismo cuerpo pero ya no es mi Ariadna, hoy es Jessica, o Marta, Silvia, Déborah o Ramona... ¿Qué más da? Ella es un recipiente, un vaso. Un simple termo que guarda mi alimento, mi energía, la esencia de mi vida.
No estoy muy seguro si es sueño o realidad, porque me encuentro en la cama, entre sueño y sueño. Miro tu cuello de nuevo, veo tu vena, tan sugerente, tan apetecible...
Al final, ni te muerdo ni me levanto a escribir. ¿Qué quiere decir eso? Pues no se, seguramente querrá decir que vivo entre realidad y fantasía y que, ni en mundo ni en otro, soy tan manso ni tan peligroso como parezco. Y por cierto, también debo decir que hay que tener paciencia para aguantarme y (válgame la modestia) suerte para conocerme...
Besitos de madera y mordiscos inocentes para todos.

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