viernes, 20 de noviembre de 2009

Un niño en un rincón


La primera vez que le vi, solo en su rincón oscuro, me dio lástima, me pareció tan triste... Me acerqué hacia él y le pregunté si le pasaba algo solo me dijo: "Estoy solo" ¿Estás bien? Le pregunté. Y su respuesta fue: "Si, pero quiero estar solo" Me fui, con mucha pena, dejándolo allí, solo en su rincón oscuro, triste por no poder hacer nada por él, pero estaba claro que no quería que le molestasen. Al día siguiente volví y allí estaba otra vez, acurrucado en su rincón oscuro, solo, con la cabeza entre la piernas, pensativo, con aire triste. Me volví a acercar a él y le pregunté si podía hacer algo por él; su respuesta fue la misma del día anterior: "Estoy solo y así quiero estar" ¿Puedo sentarme a tu lado?, pregunté. "Si no me molestas... No tengo ganas de hablar", me dijo. Me senté a su lado, observándole. Al principio pareció molestarle, por lo que hice como él, agaché la cabeza, la metí entre mis piernas y así, en esa posición fetal, pasé un rato con él. Ninguno de los dos habló, pero no hizo falta, sentí su cariño sin cruzar siquiera una mirada con él, sentí su dolor, su soledad, su fuerza interior. Después de un buen rato a su lado, me levanté, me despedí de él y le dije: "Ha sido un placer conocerte, ¿Te importa si vuelvo mañana?" Levantó la vista y encogió los hombros, para mi sorpresa, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, como si el comienzo de una amistad se acabara de encender. Fueron varios días los que pasamos juntos, cruzando pensamientos sin cruzar una sola palabra, solo alguna mirada fugaz muy de vez en cuando, incluso alguna pequeña sonrisa furtiva o un gesto de tristeza de vez en cuando. El primer día que me habló sin que yo le dijera nada me sorprendió tanto que casi se me escapa una lágrima, y eso que lo único que me dijo fue, con una sonrisa burlona: "Hoy llegas tarde". Aquella fue la primera vez que me hizo reír de verdad, la primera vez que sentí que teníamos algo especial, que por fin habíamos conectado como verdaderos amigos. Es más, como hermanos, como si nos conociéramos de toda la vida, de hecho, yo iba pensando en hacer alguna broma sobre mi retraso aquel día y parece que me leyera la mente. A partir de aquel día hablamos bastante más, no voy a decir que nos contáramos nuestras vidas, porque extrañamente ninguno de los dos teníamos curiosidad por saber del otro. Como he dicho antes, parecía que nos conociéramos de toda la vida, por lo que no teníamos nada que contarnos el uno del otro. Es más, un día me di cuenta que nos conocíamos, que nos conocíamos mucho más de lo que yo pensaba, por eso nunca hablábamos uno del otro, ni de nosotros mismos, por eso, después de tantos ratos juntos y tantos buenos momentos compartidos nunca nos habíamos preguntado ni siquiera nuestros nombres. El motivo era que no hacía falta, que ya lo sabíamos, aunque ninguno de los dos se había dado cuenta. Bueno, creo que él lo supo antes que yo, pero su timidez o simplemente su manera de ser le hizo dejar que fuera yo quien descubriera el porqué de nuestro encuentro, que no fue casual. Al fin me di cuenta de quien era él, al fin me di cuenta de quien era yo... Lo encontré, al fin lo encontré. Todos tenemos un niño interior, pero a veces estamos tan ciegos que no somos capaces de verlo ni teniéndolo delante. A mi me costó mucho tiempo darme cuenta de donde estaba, pero al final, después de muchos sueños y mucha paciencia, allí estaba, en su rincón oscuro, acurrucado, solo, triste... Ahora, sale bastante más, aún me siento alguna noche a su lado, entre sueños, a disfrutar de un rato de soledad, aunque ya hay mucha más confianza. Le abrazo si le veo triste, le limpio su llanto cuando necesita desahogarse, me río con él cuando juega, juego con él cuando me llama y, sobre todo, le dejo salir siempre que quiere, porque me encanta verle salir, jugar, disfrutar y reír. Cuando cae la noche, vuelve a su rincón, aunque ahora no es un rincón solitario y oscuro, tiene su tele, si la quiere, sus juegos, su luz y sobre todo, un gran amigo que le escucha, le entiende y le quiere como se merece.

No hay comentarios: