domingo, 26 de junio de 2011

Persiguiendo la tristeza





Hoy soy feliz persiguiendo la tristeza, aunque tu no lo entiendas, hoy revivo un poco sintiendo que me muero, o que otros mueren, o quizás vuelvan a vivir. No lo sé muy bien, solo sé que que hoy, me he vuelto a reencontrar con la tristeza, y me ha sentado bien. He vuelto a ver unos ojos tristes y me han traido recuerdos del pasado, recuerdos agridulces: Un amor, una decepción, una ilusión, una esperanza, felicidad y dolor, abrazos y comprensión... sentimientos, al fin y al cabo. He vuelto a pensar en gente que hacía tiempo no recordaba, y la melancolía ha dibujado una cara triste en mi rostro, incluso ha estado a punto de hacerme llorar, algo que ya casi no recordaba. Estoy triste, sí, y eso me hace tan féliz...


Sueño con llorar, con querer, con sentir... Al menos algo ha quedado claro dentro de esa tormenta de emociones que me acaba de arrollar, y es que soy una buena persona. He sentido rabia, dolor, incluso he tenido tentaciones de hacer daño muchas veces, pero no soy capaz. Soy un hombre sin sentimientos, sí, un hombre que anhela vibrar por dentro como hace tiempo que no lo hace, aunque sea para ponerse triste... Pero a diferencia de otros, yo no descargo mi rabia contra el mundo, solo sigo luchando por volver a él, y hoy, mi tristeza me demuestra que estoy un poquito mas cerca, asique voy a disfrutar de ella, si no te importa... Navegando en tristeza y soledad, igual que otros navegan en mitad del mar...


Si algún día llego a ella, te escribiré, para decirte, que soy feliz en mi tristeza.

martes, 15 de marzo de 2011

La vida desde el aire





Me desperté volando muy alto, un aire helado me acariciaba la cara y me tiraba del pelo suavemente, me masajeaba el pecho mientras cruzaba entre las nubes, descendiendo bajo ellas para ver el paisaje; un paisaje verde como no había visto nunca. Bajo mis ojos se extendía una selva tropical tan espesa que apenas se distinguía lo que había bajo los árboles, lo único que se veía claramente era un río que bajaba serpenteando desde lo alto de la montaña. Bandadas de pájaros de colores lo cruzaban de un lado a otro, como un arco iris viviente, mientras el río tomaba vida cuánto más me acercaba a sus aguas. El olor, el calor, la vida de aquel lugar... Era impresionante. Volé otra vez hacia arriba para retomar la perspectiva, me paré en el aire para contemplar aquel paisaje y lo que vi me impresionó tanto que pensé que nunca volvería a ver alto tan bello. Extendí mis brazos hacia las montañas, como si pudiera abrazarlas, y para mi sorpresa, mis brazos no eran brazos si no alas, y cuánto más grandes parecían mis plumas, mas pequeñas parecían las montañas. No me fue difícil rodearlas y estrecharlas contra mi pecho, lo hice con tanta fuerza que en poco tiempo el paisaje y yo fuimos una misma cosa.
Recuerdo que entonces pensé:
Nunca volveré a abrazar nada tan bello.

Entonces volví a despertar, esta vez en mi cama, con aquella música que sonaba en mi despertador todas las mañanas, una preciosa canción que me traía tantos recuerdos... Me estiré, me froté los ojos y al volver a abrirlos tu estabas allí, sentada frente a mi, mirándome con una sonrisa en los labios.
Buenos días mi amor, ¿Qué tal has dormido hoy?
No te contesté, solo te devolví la sonrisa y extendí mis brazos hacia ti, te rodeé con mis brazos y te estreché contra mi pecho mientras sentía tu pelo acariciando mi cara, tu olor inundando todos mis sentidos y tu cuerpo dando todo su calor al mío.
En ese momento, los dos nos fundimos en uno y pensé:
Me equivoqué...

lunes, 14 de marzo de 2011

Paraíso ondulado




Estoy sobre el puente, apoyado en la barandilla viendo el río pasar, observando como se van formando más y más olas que, lentamente, se alejan de mi vista.
Es algo que me relaja, ese movimiento ondulado, lento, repetitivo, me lleva a un estado hipnótico que deja mi mente completamente en blanco. Podría pasarme horas allí viendo las olas pasar, viendo como alguna rama perdida pasa lentamente bajo el puente y se pierde río abajo en su camino hacia el horizonte.
Llevo ya varias horas allí, sin pensar en nada, pero pronto mi cabeza me juega una mala pasada y vuelven los mismos pensamientos que me llevaron hasta allí. Violencia, horror, miseria...
Me veo a mi mismo, armado con un palo contundente, mi mirada está llena de odio, de rabia, de dolor. Persigo a alguien, siento el miedo en su cara, pero eso no me detiene. Le alcanzo y descargo contra él toda mi furia. La sangre corre por su cara, mancha toda su ropa, me salpica los ojos... Pero no me detiene.
Le veo tendido en el suelo, inmóvil, mientras pienso en lo que he hecho, en el porqué de tanta rabia, y le miro a la cara. Su cara me resulta familiar, aunque es difícil de reconocer con tanta sangre. Me sorprendo, me asusto, salto hacia atrás al descubrir que su rostro es el mío, no entiendo nada... ¿No soy yo quien golpea?
Corro buscando un espejo, pero es mi rostro el que vuelve a asomarse a él. Me miro extrañado y mi propia imagen me dice:
"Ya has matado al monstruo".
Esta vez el sobresalto es tan grande que mi mente sale de ese sueño enfermizo y vuelvo a la realidad de golpe, al puente, donde me encuentro agarrado a la barandilla, tenso, con el cuerpo rígido, las manos hinchadas de apretar el frío hierro y apoyado hacia delante, de puntillas, como si fuera a lanzarme en cualquier momento.
Una rama me hace concentrarme de nuevo en el río, las olas la arrastran lentamente muy cerca de la orilla, incluso parece que va a engancharse con la vegetación que entra en el río. Mi cuerpo se relaja, mi mente la sigue... ¿Conseguirá llegar hasta la línea del horizonte...?
Veremos...

domingo, 20 de febrero de 2011

Arrancando penas


Tiro de una cuerda anclada a la pared intentando arrastrar mis problemas conmigo, esperando que así queden atrás para seguir andando solo el camino.
Pero cuanto más tiro, más me doy cuenta que tengo un problema.
Quizás debería pedir ayuda, pero hace meses que no salgo de casa, tengo pánico a cruzarme con alguien y que reconozca lo que soy... lo que me pasa.
A veces me acerco a la puerta, agarro el pomo y me paso horas haciendo con que lo giro, pero al final, no puedo. Entonces me vuelvo al salón, al sucio salón, descuidado tras meses sin atención, abro un paquete de galletas y alguna lata, últimamente no como otra cosa... Lo haría si saliera...
Vuelvo a la pared, agarro la cuerda, completamente desnudo y vuelvo a empezar.

Tira!

Tira de ella y arranca tus problemas de cuajo.

martes, 25 de enero de 2011

¿Quién dice que no se puede?


Alguien se coló en mi casa, alguien con oscuras intenciones que llegó sin previo aviso y se coló por la ventana del salón, o al menos eso creo... La verdad es que no se exactamente en que momento entró en mi casa, en mi vida, en mi cabeza. Solo se que un día me di cuenta que estaba allí y que había llegado para quedarse.
Nunca le he visto físicamente, aunque siempre se donde se encuentra exactamente, a veces noto su respiración en mi nuca, otras veces oigo sus pasos por el pasillo, a veces incluso me susurra cosas al oído. Normalmente no le gusta hacerse notar, incluso a veces me acaricia tan suavemente que se diría que me está explorando, como si a sus ojos yo fuera un ser nuevo y misterioso. Cuando habla, sus palabras sueles ser dulces y apaciguadoras, suele susurrarme pequeñas cosas cuando nota que estoy irritable o intranquilo; se acerca a mi y me dice: "Tranquilo", o "no estás solo".
Ha sido mi apoyo durante meses, el hombro en el que apoyarme y llorar, siempre ha estado ahí cuando le he necesitado, siempre ha encontrado la palabra que necesitaba oír.
Hoy he decidido dar un paso más, he decidido pedirle que me ayude, que me acompañe; hoy debo hacer algo importante en mi vida y no he podido encontrar el valor para hacerlo yo solo, por lo que he pensado en él y en lo importante que sería para mi su apoyo.
He vuelto a casa, nervioso, pensando en la manera de pedirle que me acompañe, en cómo explicarle lo importante de su presencia a mi lado en un momento crucial en mi vida. Durante toda la mañana, mi cabeza ha estado intentando buscar la manera de solucionar mi problema primero y de pedir su ayuda después. Todo ha empezado en el banco, hace apenas unas horas, hoy he hablado con una amable gestora que me ha explicado que no hay nada que hacer, que en breve tendré que abandonar mi vivienda ya que los pagos hace tiempo que no están al día. No ha habido piedad, no han atendido mis ruegos, no han escuchado mis súplicas. Eso si, al menos, mañana podré hablar con el director de mi sucursal para explicarle mi situación.
Por eso necesito su apoyo, por eso es tan importante para mi que él esté conmigo, sentir que no estoy solo. Pero no quiero que piense que me aprovecho de él, quiero que venga como amigo, no a dar la cara por mi...
No me ha hecho falta explicarme, apenas he llegado a casa él me estaba esperando, apenas he abierto la puerta me ha susurrado al oído:
"No te preocupes, yo estaré contigo"
En ese momento he roto a llorar (otra vez), agradecido por haber encontrado alguien tan bueno y bondadoso en mi camino y, por primera vez, él se ha dejado ver...
Bueno, quizás decir que se ha dejado ver es decir demasiado, pero si que he sentido su presencia física de manera clara por primera vez.
Un ruido en la cocina me ha sobresaltado y al abrir la puerta he visto como un gran cuchillo se había situado en medio de la encimera, con la hoja brillando justo hacia la puerta, de manera que cegara mis ojos nada más entrar en la sala. Lo he cogido con mis manos y entonces me he vuelto a oír su voz, susurrándome al oído:
"Yo estaré contigo, sabes lo que tienes que hacer..."
Entonces me he sentido tranquilo, he dejado de llorar y por fin he vuelto a sonreír.
He dormido tranquilo, por primera vez en mucho tiempo y me he levantado animado, sabiendo que hoy se acabarían mis problemas, que ya no había de que preocuparse; él estaba conmigo...
Me he puesto mi mejor traje, he guardado el cuchillo dentro del periódico, junto a los papeles de mi hipoteca y me he dirigido a mi cita con la mejor de mis sonrisas.
Le he oído reír detrás de mi, se nota que él también viene contento...
Hoy va a ser un gran día...