martes, 7 de julio de 2009

Asfalto y soledad



Era un día cualquiera, una tarde aburrida como otra cualquiera. A mis 43 años la vida me había pasado por encima como una apisonadora, lenta y duramente, durante los últimos años, primero llevándose a mi familia cansados de ver como la rutina me hundía más y más en una espiral de autodesctrucción entre drogas, alcohol y noches sin dormir, algo que finalmente acabó llevándose también mi trabajo, mis amigos y lo poco que hasta entonces me quedaba. Solo me quedaba una cosa, mi coche, mi viejo y querido coche, un viejo Ford Capri 2.800 injection, una bestia con 6 cilindros en V que rugía como un dragón y parecía devorar la carretera.




Aquella tarde, mientras el sol caía tras el horizonte yo decidí abandonar este mundo y acabar con esta triste vida por la que me arrastraba entre angustia y dolor sin mas esperanza que no despertar una mañana de forma repentina, algo que nunca llegaba. Subí a mi cuidado Ford Capri negro, aquel niño mimado que yo mismo restauré con mis manos y empecé a conducir sin rumbo fijo, buscando el sol al final del horizonte, un sol cada vez más y más rojo.






Pronto decidí salir de la autopista, aunque no estaba muy transitada, ya que apenas me crucé con unos 20 coches, pero eso era 20 veces más de los que necesitaba ver aquel día, por eso giré el volante buscando la primera salida que encontré, sin saber siquiera hacia donde llevaba. Entré en aquella carretera local sin ninguna indicación, apreté el volante con todas mis fuerzas y pisé el acelerador hasta el fondo. A ambos lados de la carretera los árboles iban desapareciendo, dejando un paisaje cada vez más seco y desértico. Me encantaba aquella estrecha y desolada carretera, era justo lo que estaba buscando, lo que necesitaba ver: ¡Nada!






Mientras avanzaba por aquel desierto de asfalto el paisaje se iba tornando más y más extraño a mi alrededor, algo que, lejos de sorprenderme o asustarme, hacía más agradable mi viaje. A mi derecha, varios chicos observan un árbol en llamas, ralentizo un poco mi paso para observar la escena y me sorprendo al ver que lo que los chicos observan sonrientes es como varios gatos atados al árbol chillaban mientras se consumían entre las llamas atacándose los unos a los otros como si el destrozar a los demás les fuera a salvar de la quema. Uno de los chicos vuelve la cara y me observa sonriente, con unos ojos rojos que se me clavan hasta hacerme sentir una punzada en la nuca. Pero lejos de sorprenderme, le devuelvo la sonrisa y vuelvo a acelerar, dejando atrás aquella dantesca escena entre risas cada vez más fuertes que acaban conviertiéndose en carcajadas histéricas. Me siento bien...






Mi Ford Capri ruge cada vez más fuerte, como si estuviera vivo, mientras sigo pisando el acelerador avanzando en aquella carretera donde acabo de reparar que no hay ni una sola curva sino que se dirije directamente al horizonte. Extraños personajes me sorprenden por el camino, como el macho cabrío que con sonrisa desafiante me enseña los dientes mientras se alza a dos patas a mi paso, sacando pecho amenazante. Cae el sol y mientras la oscuridad lo va invadiendo todo mi viejo Ford Capri parece hacerse más y más grande, como uno de aquellos viejos Cadillac de las películas de los años 50. La carretera también parecía ensancharse a mi paso mientras las montañas se iban difuminando en el horizonte dejando a lo lejos un llano y oscuro horizonte donde se perdía la carretera en la que no se adivinaba ni una sola curva a lo lejos.


Noté como el aire caliente me rozaba el pelo, aquel sucio pelo donde hacía días no entraba ni peine ni champú, ahora que lo pienso, mi Ford tampoco era descapotable, pero claro, aquel ya no era mi Capri, al menos en el exterior, parecía como si tuviera vida propia y él mismo hubiera decidido cambiar su aspecto, como la persona que se corta el pelo, mi coche se sentía tan potente que había ampliado su carrocería y se había descapotado, dejándome disfrutar más aún de aquel paraje ardiente que me rodeaba.




Una autoestopista me hace señas insinuante a un lado de la carretera, la escupo a mi paso mientras me río y ella hace lo propio mientras me alejo expulsando una bocanada de sangre a mi paso mientras me maldice entre risas dejando entrever unos afilados dientes semipodridos. La veo alejarse por el retrovisor y sigo mi camino. Aunque estoy en medio de una noche cerrada, los faros de mi coche alumbran perfectamente el camino, a su vez alumbrado por la luz de los cientros de fuegos que arden a cada lado de la carretera sobre los pocos árboles secos que pueblan el paisaje. Veo un edificio a lo lejos, iluminado por focos y antorchas por dentro y fuera. Voy descubriendo su forma a cada metro, parece destruído, como si una guerra hubiera pasado por allí arrasando puertas, ventanas y parte de la fachada, aunque los restos caídos de ésta han sido sustituidos por fuertes barrotes que le dan un cierto aire de cárcel o de inmensa jaula. Se oyen gritos, gritos de terror mezclados con risas desenfrenadas y disparos. Seres alados intentan salir entre los barrotes de la parte superior, en lo que sería la primera planta si huviera un suelo en ella... Parecen ángeles, como los de los cuadros, seres humanos con alas blancas chillando entre los barrotes a los que se aferran con fuerza mientras debajo, seres oscuros con ropas roídas y rostros difusos les disparan sin piedad entre burlas y carcajadas, empapados en sangre y cubiertos de plumas que caen de sus víctimas aladas. Algunos yacen ya muertos en el suelo, otros se aferran a los barrotes con sus cuerpos y alas sangrantes intentando evitar lo inevitable. Uno de ellos se levanta del suelo y corre a la puerta de la jaula, empujando a uno de esos extraños seres, logra abrirla y salir corriendo hacia la carretera, me hace señas de ayuda mientras contemplo impasible la escena ralentizando mi marcha para no perder detalle. Antes de que logre alcanzar el asfalto es alcanzado por uno de sus verdugos, que le tira al suelo y le sujeta mientras otro le rocía en gasolina y le prende fuego. Es una escena preciosa, intenta volar pero cuanto más bate sus alas más aviva las llamas, opta por correr, su rostro está completamente desencajado de dolor, paro el coche y observo como pasa por delante de mí intentando huir de su destino, pocos metros más lejos cae entre convulsuiones y muere. Se acabó el espectáculo, vuelvo a acelerar...




Un letrero de neón anuncia la entrada a una vieja gasolinera junto a un restaurante, no tengo hambre pero algo me dice que debo parar, aunque solo sea a repostar, el viaje puede alargarse. Alguien me sonríe desde la ventana de la gasolinera, como dándome la bienvenida, pega la cara al cristal, dejándo ver su cara con una extraña mueca y un rastro de baba baja desde su boca a su barbilla. A la derecha, en el restaurante, varias mesas ocupadas disfrutan de su menú mientras el dueño del local (supongo que es el dueño por el uniforme y la placa) abronca a la camarera porque ha dejado caer una jarra de café. La camarera parece aterrorizada, de hecho es la única que parece normal dentro del local, el dueño parece loco perdido, su cara es de odio, esa es la expresión, "odio", se da un cierto aire a Jack Nicholson en aquella famosa escena de "el resplandor" en la que atravesaba la puerta hacha en mano buscando a su familia. Varios clientes se levantan de sus mesas y persiguen a la camarera, todos parecen estar locos, parecen desaliñados, tienen la mirada perdida, parecen... ¡Se parecen a mí!


Una carcajada me sorprende, no puedo parar de reir, están todos locos y... están muertos, o al menos lo parecen, incluso alguno de ellos tiene restos de sangre en su cara o cuello. Atrapan a la camarera, que grita y se agita intentando huir, pero no puede hacer nada contra tanta gente. La suben a la barra del bar y no puedo ver exactamente lo que pasa, pero el dueño ha entrado en escena y lleva algo grande escondido a su espalda. Gritos y más gritos, tapo el depósito de mi... ¿Cadillac?... y me dispongo a continuar mi camino. Un fuerte ruido me detiene, algo ha salido del bar atravesando la cristalera de la puerta, es la camarera. Se arrastra hacia mí suplicando ayuda, aunque dudo siquiera que pueda verme, tiene el rostro cubierto de sangre y le han amputado las piernas de cuajo a la altura de las rodillas. ¿Qué porqué dudo que me vea? Muy fácil, dudo que distinga nada entre el dolor y los golpes y si fuera así, dudo que pidiera ayuda a alguien como yo, como el ser en el que me he convertido en este viaje. Subo a mi coche y sigo mi camino sin mirar atrás.

Cuanto más avanzo en este mundo extraño más fuerte me siento y menos me sorprendo de las cosas que me rodean. Un poco mas adelante veo arañas de un tamaño exagerado, de unos dos metros de largo, tejiendo telas a ambos lados de la carretera, mientras me miran sigilosamente esperando que caiga en su trampa mortal. La noche se vuelve más y más oscura a cada metro, pero en mi mente todo se ve más claro a cada minuto. Acelero a fondo a sabiendas que controlo cada movimiento de mi coche, que nadie se cruzará en mi camino, que soy el amo de la carretera... Pero me equivoco. Alquien está plantado en medio del camino, amenazante, apoyado en su rodilla derecha mientras apoya sus manos en la carretera, como si fuera un atleta de 100 metros lisos preparado para salir tras el sonido del disparo. Algo en él me resulta muy familiar, por lo que paro el coche para observar con tiempo al inepto personaje que ha tenido la osadía de plantarse en mi camino. Alza su cabeza y me sonríe con una mirada fría que me pone los pelos de punta. Me veo a mi mismo, allí plantado, delante de mi coche ( ¿Mi cadillac? ¿Mi Ford Capri?), mirada desafiante, sonrisa burlona y cuerpo tenso, esperando la salida. Me miro en el espejo y confirmo que estoy dentro del coche, pero al mirar por el parabrisas me vuelvo a ver frente a mi, amenazante, con un cuerpo que parece puro músculo y una cara que deja ver que no tengo miedo a enfrentarme a mi mismo, aunque vaya montado en un enorme Cadillac descapotable.

Piso el acelerador, no puedo dejar que el miedo me venza, y al mismo tiempo, frente a mí, salgo corriendo mientras tenso mi musculatura preparándola para el impacto. Cuanto más me acerco a mi otro yo más grandes veo los faros del Cadillac, más brillantes, más intensos... Mientras desde mi otro yo, veo mis ojos más grandes, más luminosos, más amenazantes, mientras de mi boca el sonido de mi voz, alzada en un furioso grito, se torna luz, luz blanca, luz que deslumbra a mi contrincante... A mi mismo...

El choque es brutal, el sonido es tan intenso que mis oídos sufren un dolor indescriptible, mis ojos están cegados por la intensidad de la luz, todo mi cuerpo se retuerce de dolor y un sabor a vómito sangrante me invade y me provoca una profunda arcada. En ese momento, despierto en mitad de la noche, en mi cama, en mi sucia cama a la que hace más de un mes que no cambio las sábanas. Me llevo las manos a la cara, estoy sudando, mi pelo está pegado a mi cabeza, está mucho más largo de lo que solía estar. Todo huele a suciedad. Mis ojos están húmedos, como si hubieran llorado durante horas y me duele la cabeza por culpa de la resaca...

Ha vuelto a suceder... Me he vuelto a hundir.

He tenido un mal sueño, el peor que recuerdo. Si es que realmente ha sido un sueño... Me levanto y voy directo al baño, necesito desahogarme, me meo como un niño chico... Algo me pincha en la mano al apoyarme sobre el colchón, es la llave de mi Ford Capri, lo único que me queda, lo único realmente mío que poseo, aparte de mi propia vida. ¿Debería seguir mi instinto, montar en él y acelerar hasta perder el sentido o debería darme una oportunidad más y luchar contra este día que no me ofrece nada nuevo...?

Voy al baño y lo pienso por el camino...





2 comentarios:

NERIM dijo...

Coge las llaves y monta en el coche.
Quien sabe, quizá la pesadilla se convierta en sueño y cambie tu vida para siempre, o no.
Es cuestión de arriesgarse!
Y asabes que sin riesgo, no hay gloria.

Por favor sigo pidiendo a voces algo alegre!!!!!!

Un besazo jumentillo.

SILVIA dijo...

Lo fácil? montar en el coche hasta perder el rumbo. Lo difícil? luchar contra este día y contra todos los que se presenten de igual manera. Si quieres mi opinión: yo no lo dudaría, lucharía con uñas y dientes. Al final, merece la pena. Un mal sueño se queda sólo en eso, sin embargo un mal día, puede transformarse en el mejor si te lo propones. Y mientras lo piensas debo decirte que coincido con nerim: para cuando algo mas alegre?????
Cualquiera diría que vives en el lado oscuro, jejejej!!! Por cierto, ya conozco tu cara (facebook), y gracias por decir que mi hija es muy guapa, pero.... y la madre??? Hombre ya, que tó se lo lleva la jodía niña. Mil besitos!!!