jueves, 7 de mayo de 2009

El paraiso de Eva


Eva trabajaba en un pequeño local de copas en el centro de Leioa y, aunque su trabajo no era el mejor del mundo, más bien lo odiaba, en el fondo estaba agusto en él ya que le permitía ganarse la vida sin grandes agobios. Solo tenía dos grandes incovenientes, el primero era el horario, solía trabajar hasta las dos o las tres de la madrugada, según la noche, y el segundo era el jefe, o el gordo cabrón, como todos le conocían, un hombre pasado de peso, bastante desagradable, no por su aspecto físico, que ya denotaba por su cara su falta de sensibilidad, sino por el trato que le daba a todo el mundo, solía hablar de manera despectiva a todo el mundo, como si se creyera superior a los demás, pero lo que realmente molestaba a Eva era su manera de mirarla, tanto a ella como a su compañera, como si fueran de su posesión, incluso alguna vez había intentado propasarse con ella, pero ella era fuerte y había salido bien de la situación. Cuando las cosas se ponían duras o difíciles, Eva pensaba en Álvaro, su pequeño de tan solo año y medio que le esperaba cada noche en casa de la abuela. Había sido duro criarlo sola después de que él las abandonara, es más, ni siquiera merecía la pena pensar en él, Álvaro era lo importante, lo mas importante en su vida, y la razón por la que seguía en su trabajo, día tras día, aguantando a aquel gordo cabrón y a borrachos con pocos modales que acudían cada noche a aquel pequeño bar del centro. Bueno, también estaba Pablo, que era como una pequeña isla en mitad del océano. Pablo era el único de los clientes habituales con el que Eva mantenía un poco de confianza. Solía ir un par de veces por semana y, en los pocos ratos libres que tenía ella para relajarse, hablaban mientras ella fingía que secaba vasos con un trapo. Hablaban de todo un poco, pero de nada en especial, pero había buena química entre ellos y él le hacía reir, algo que ella agradecía muchísimo, ya que le hacía volar fuera de allí durante unos minutos. Pero lo que mas le gustaba era hablar sobre ella y sobre Álvaro, a él le encantaba oir las historias de aquel pequeño que a su corta edad, apenas sabía expresarse y aún andaba con ayuda. Hacía casi un año que se conocían, pero aún había cierta tensión en el ambiente cuando hablaban, una mezcla entre timidez y tensión sexual que no dejaba que las conversaciones se hicieran demasiado profundas... Tampoco hacía falta, tenían una bonita relacción de amistad que llenaba a los dos.
Aquella noche era tan monótona y agobiante como otra cualquiera, solo había una diferencia, Pablo se mostraba distante, nervioso, como si tuviera miedo hasta de cruzarle la mirada, pero Eva pensó que tendría sus propios problemas en la cabeza y no quiso agobiarle con preguntas, asique un simple ¿Cómo estás? Fué todo lo que cruzaron durante la primera copa que él tomó. No fué hasta el segundo Gin-tonic cuando él se decidió a mirarla a la cara y con voz rasgada, como si saliera con dificultad le dijo: Te quiero, Eva, no puedo aguantar mas sin decírtelo, te quiero desde la primera vez que te ví tras esa barra. Ella sonrió, pensó que estaba bromeando, pero cuando vió que sus ojos se tornaban vidriosos supo que aquel hombre decía la verdad. Eva adoraba a aquel chico de mirada triste que tenía delante, ni siquiera le sorprendió aquello, era algo que había imaginado en múltiples ocasiones, pero tenía tan mal recuerdo de los hombres, tanto miedo de volver a equivocarse, que no se sentía preparada para empezar otra relacción, aún no. Intentó explicárselo a Pablo de la mejor manera que pudo, incluso le dijo que no era un "no" definitivo, sino que necesitaría algún tiempo hasta centrarse un poco más y hacerse con el control de su vida antes de volver a dar un paso tan importante. Él, como siempre, fué muy comprensivo con ella, aunque estaba claro que su rostro denotaba un grado de decepción facilmente apreciable, pero lo superaría, seguro que lo haría. Al finalizar la noche Eva ya casi había olvidado la charla con Pablo, estaba tan centrada en su trabajo que, aunque le dió pena la situación, acabó por olvidarla y no fué hasta la hora de parar cuando volvió a pensar en ello, pero Pablo había desaparecido, se había ido sin decir siquiera adiós, por lo que ella sospechó que no lo había encajado tan bien como pensaba... Bueno, tiempo al tiempo, pensó. Fregó la parte de la barra, como cada noche, se despidió de su jefe y salió a la calle a buscar su coche, que estaba cerca de allí, junto al callejón. Se acercó a su coche, abrió las puertas con el mando de la llave y... Eso era todo lo que recordaba cuando se despertó, el sonido de su coche al desbloquear las puertas y un ruido extraño tras de ella, como si alguien saliera a toda prisa del callejón, pero no sintió miedo, no le dió tiempo, fué todo tan rápido... Ahora estaba en una cama, en una habitación extraña, atada de pies y manos a los barrotes de aquella cama antigua y con un fuerte dolor de cabeza. Empezó a gritar, pero nadie acudió a sus gritos de auxilio. Siguió gritando durante un buen rato, hasta que se dió cuenta que aquello era inutil, nadie la oía. La habitación era grande, estaba completamente vacía, aparte, claro está, de aquella vieja cama, que parecía una de esas camas de hospital, con un diseño tan simple que era dificil de imaginar a alguien comprando algo así... Pero los barrotes a los que estaban atadas sus muñecas y sus tobillos eran fuertes y no parecía viable romperlos por mucha fuerza que hiciera. Las pareces eran de piedra, a simple vista, diría que estaba en uno de esos viejos caserones, o caseríos, que tanto abundan por el norte, por lo que era imposible saber en que zona se encontraba, pero fácil adivinar que no estaría cerca de la civilización, si quien fuera que la había llevado allí se había tomado la molestia de atarla pero no la de amordazarla, estaba claro que no temía a que nadie la oyera gritar, inclus dejándola sola. Lo único que oyó fueron a varios perros ladrar fuera de la casa. Intentó relajarse, hacía rato que había quedado claro que gritar o intentar escapar no valía de nada, nadie la oía y era imposible romper aquellos barrotes o las cuerdas que la sujetaban, asique no tenía nada que hacer mas que esperar, pero no era fácil mantener la calma en aquella situación, y menos aún pensando en su pequeño, al que debería haber recogido de casa de su madre aquella mañana y al que estaba loca por abrazar. ¿Quién sería capaz de hacer algo así? ¿Qué hacía ella allí? Pronto se resolvieron sus preguntas, tan pronto como la puerta de la habitacíon se abrió y Pablo entró por ella. Nervioso, intentó explicar lo inexplicable, con voz partida, evidentemente agobiado, intentó explicarle a Eva que la quería tanto que quizás ella no entendío la noche anterior lo bien que estarían juntos, todo lo que él le podía ofrecer. Mientras, ella lloraba sin poder decir una sola palabra, intentando autoconvencerse que aquello que le estaba sucediendo no era real, pero desgraciadamente no era un sueño, Pablo estaba allí, frente a ella, declarándose, otra vez, solo que esta vez ella no podía decir que no... Tras la nueva declaración, Pablo seguía sin entender porque ella le seguía rechazando, aunque en esta ocasión no fué un rechazo como la noche anterior, simplemente se había puesto un poco violenta y le había insultado, pero claro, estando atada en la cama, quizás estuviera nerviosa y no pensara con claridad, asique le daría un tiempo para pensarlo. Salió de la habitación y, despidiéndose de ella cariñosamente, le dijo que pensara en ello y se marchó. Ya volvería mas tarde cuando hubiera reflexionado un poco. Desafortunadamente para Pablo, ella no cambió de idea, nisiquiera cuando al tercer día, tras haber hablado con ella de forma mas calmada, él había accedido a soltarle una mano para que ella pudiera comer sola, pero había aprovechado ese mínimo de libertad para clavarle un tenedor en el brazo izquierdo. Pablo estaba empezando a desesperarse, creía que podría hacerla cambiar de opinión, pero cuantos mas días pasaban, más y más violenta se volvía ella, incluso había intentado agredirle otra vez tras intentar seducirle una noche. Aquella noche ella se había mostrado amable con Pablo y, tras hacerle ver que empezaba a comprender porqué había actuado de aquella manera, le había besado y le había pedido que le liberara al menos una mano para abrazarle. Él había desconfiado un poco, pero ¿Cómo negarse? Ella aprovechó aquel pequeño voto de confianza para soltar su otra mano, mientras le besaba con pasión, pero en esta ocasión fué mas inteligente que en el primer intento, no intentó agredirle, sino que dejó su mano izquierda libre aunque no desatada del todo, y dejó que él volviera a atarle la derecha tras aquel momento de confianza. Eva fué paciente, esperó durante horas, intentó asegurarse que él no estuviera en casa para desatarse completamente, llevaba varios días atada a aquella cama ya. ¿cuatro, cinco...? No lo recordaba exactamente, había sido todo tan duro... Intentó dormir, quería estar descansada porque contaba con que tendría que andar varios kilómetros hasta llegar a algún lugar donde pudiera pedir ayuda, necesitaba tener fuerzas, además, también había pensado en los perros, por sus ladridos parecían grandes y no estaba segura si había dos o tres... Quizás incluso mas. Aquella mañana, decidió que era el momento. Pablo solía salir todas las mañanas, por lo que era muy posible que, después de darle el desayuno, como cada mañana, se fuera a la ciudad. Liberó su mano izquierda con facilidad, y liberó la derecha, para lo que tuvo que hacer mucha fuerza con sus uñas, ya que el nudo estaba fuertemente atado. Liberar sus pies fué mas sencillo, al hacerlo con las dos manos. Desgraciadamente, algo salió mal, aquella mañana no estaba sola en aquel caserío. Se abrió la puerta y Pablo, visiblemente confuso entró en la habitación con un ramo de flores. Pronto esa cara de confusión se tornó rabia cuando se dió cuenta que ella intentaba escapar. Se abalanzó sobre ella y, tirándola a al suelo, la golpeó una y otra vez, primero con el ramo de flores, luego con su mano abierta, mientras gritaba: ¡NO ERES MAS QUE UNA PUTA, IGUAL QUE LAS DEMÁS! Ella apenas podía defenderse, estaba demasiado débil y era imposible que pudiera con él, por lo que intentaba arrastrasrse impulsándose con sus piés hacia atrás para intentar meterse bajo la cama, mientras usaba sus manos para proteger su cara, golpeada una y otra vez con rabia. Consiguió meter medio cuerpo bajo la cama y, mientras él tiraba de ella hacia fuera, Eva se aferraba a los bajos de la vieja cama para protegerse, aunque no sabía si aquellos viejos muelles que formaban el somier aguantaría mucho. Finalmente los muelles cedieron y Eva se vió a merced de su atacante de nuevo, que siguió golpeándole en la cara una y otra vez. Finalmente él paró de golpearla, y pasó de los golpes a las caricias. "Lo siento", repetía una y otra vez, "pero no me has dejado otra opción". En ese momento, ella apretó en su mano un viejo muelle que había arrancado de los bajos del colchón y se lo clavó con rabia a Pablo en el ojo derecho. Él se levantó, gritando de dolor y, arrodillado en una esquina, intentaba quitarse aquello del ojo, pero cada vez que intentaba hacerlo, se retorcía de dolor con solo tocarlo. Ella aprovechó el momento para salir de la habitación y bajar a la planta baja, pensó que podría salir de allí corriendo, sin mas, pero al abrir la puerta dos enormes mastines le cortaron el paso con aire amenazante. Evidentemente, salir de allí no iba a ser tan fácil. Por otro lado, Pablo había salido de la habitación y bajaba escaleras abajo gritando que la mataría. Corrió hacia la cocina, pensando que quizás hubiera una puerta trasera, pero no solo no la había, sino que se vió completamente acorralada. Él estaba en la puerta, cubierto de sangre, amenazante, y no había salida posible. Estaba aterrorizada, pero pensó que tendría que ser fuerte si quería salir de allí con vida. Entonces pensó en Álvaro, su pequeño, se armó de valor y cogió el cuchillo más grande que había a la vista y se lanzó hacia él, que se vió sorprendido por el ataque. No fué fácil en absoluto, el se defendió con mucha fuerza, pero finalmente ella le hundió el cuchillo en el pecho y no paró de clavárselo una y otra vez hasta que se aseguró que no se volvería a levartar. Ahora, había que salir de allí, había que pensar en los perros. Decidió que lo mejor sería observarlos primero desde dentro. Estaba agotada, dolorida y cubierta de sangre, la mayoría de Pablo, pero también había mucha sangre que seguía brotando de su rostro tras los golpes y la lucha. Se asomó a la ventana y contó tres perros, todos enormes y todos con pinta de ser buenos y peligrosos guardianes. La finca estaba rodeada por una valla, pero estaba lo suficientemente lejos para que no fuera buena idea correr hacia ella, seguro que los perros la alcanzarían antes. Pero estaba claro que tenía que salir de allí, no había teléfono, ni fijo ni móvil, fué lo primero que buscó por toda la casa, asique tendría que pensar un plan. Pensó en matar a los perros, pero no sabía como separarlos. Al menos tenía algo, había encontrado las llaves del coche de Pablo, quizás pudiera llegar hasta él, no estaba lejos de la casa, podía verlo desde la ventana a unos 100 metros, era complicado, pero era una buena opción. Abrió la nevera y cogió un par de jugosos filetes, se fué a la parte trasera de la casa e intentó atraer a los perros hacia la ventana. No podrían entrar por allí, había fuertes rejas, pero podría entretenerlos mientras salía hacia el coche. Fué mas fácil de lo que pensaba, nada mas abrir la ventana los perros se abalanzaron hacia la reja, como si la estuvieran esperando. Lanzó los filetes lo mas lejos que pudo y vió como los tres mastines corrían hacia ellos. Mientras, ella corrió en sentido contrario, con las llaves del coche en la mano y, sin pensárselo dos veces, corrió hacia éste lo más rápido que pudo. Corrió sin mirar atrás, pero a mitad de camino, oyó como los ladridos comenzaban a acercarse. Los perros habían dado media vuelta y ya habían dado la vuelta a la casa para correr hacia el coche. Ella tenía suficiente ventaja, al menos eso creía. Llegó hasta el viejo coche y descubrió, con sorpresa, que el cierre era manual. Intentó meter la llave en la cerradura rapidamente pero con calma, pero le temblaba tanto el pulso por el miedo que no era nada fácil, oía a los perros cada vez mas cerca. Giró su cabeza un momento para calcular su posición cuándo vió como uno de ellos estaba tan cerca ya que podría incluso tocarlo si alargara su brazo, el perro ya estaba lanzando su ataque hacia ella. Saltó hacia atrás instintivamente y el perro chocó contra la puerta del coche haciendolo temblar, chilló como un cachorro asustado y la llave del coche cayó al suelo. Eva saltó sobre el capot del coche y de ahí, subió al techo, esperando estar a salvo allí arriba, pero enseguida se dió cuenta que no era así, cuando el segundo de los perros saltó sobre el capot y se preparó para subir a por ella. El primer perro seguía en el suelo, se había dado un golpe tan fuerte contra el coche que su cabeza sangraba abundantemente, se levantaba, andaba unos metros como si estuviera borracho y volvía a caer, pero los otros dos la miraban, con los ojos inyectados en sangre, uno a un solo salto de subir a lo alto del coche y el otro en un laterar de éste esperando que ella bajara de él. Eva sopesó sus opciones en apenas un segundo: No podía seguir allí, ya no estaba segura, en cualquier momento uno de los mastines saltaría sobre ella, no podía correr hacia la valla, aún estaba demasiado lejos, por lo que solo vió una opción viable. Cerca de allí, a apenas 15 metros de donde se encontraba, había una piscina, sucia, llena de hojas, pero aunque estaba agotada, ella era buena nadadora, podría aguantar allí mientras pensaba algo mejor. Saltó del coche por la parte trasera y corrió hacia la piscina, donde se lanzó justo antes de que el perro le atrapara, cayendo éste al agua tras de ella. Enseguida se dió cuenta que el perro luchaba por salir, asustado. Eva, llena de rabia, nadó hacia él y sorprendiéndole por debajo, tiró de sus patas hundiéndo al animal y llevándole al fondo de la piscina una y otra vez hasta ahogarlo. Estaba agotada, pero esa nueva pequeña victoria le había dado ánimo seguir peleando y no pensar en la rendición. Ahora quedaba planear su salida de allí, pero no sería fácil, aún había dos perros fuera de la piscina, uno de ellos junto a la piscina no dejaba de gruñir, esperando amenazante que ella saliera de la piscina, retándole con la mirada, el otro, seguía intentando recuperarse del golpe, sangrando abundantemente por la cabeza. Ella, por su parte, trataba de pensar y de economizar fuerzas, ya que la piscina era lo suficientemente profunda para que no hiciera pié en ninguna parte, y apoyarse en la orilla para descansar tampoco era buena opción, el perro la esperaba impaciente. Hacía frío y empezaba a cansarse, por lo que pensó que debía actuar pronto. Se acercó al borde de la piscina y retó al perro a acercarse. Éste ni se lo pensó, se acercó al borde de la piscina e intentó morderla, pero fué lo bastante prudente para no lanzarse al agua, como el anterior. Ella se acercó un poco más, se había quitado la camiseta y la había enrollado a su antrebrazo, por si el perro se llegaba a morderla, y le volvió a retar, esta vez ofreciéndole el brazo. El ataque fué tan rápido que el perro se enganchó a su brazo, mordiéndola con fuerza y haciéndola gritar de dolor. El perro tiraba hacia fuera y, casi consigue sacarla, pero ella apoyó los pies contra el borde de la piscina y agarrando al perro por su piel con la mano derecha por si este le soltaba el antebrazo izquierdo, tiró fuertemente de él hacia la piscina, haciéndole caer al agua. El perro soltó su brazo e intentó nadar hacia fuera, como el primero, pero ella sacó fuerzas de flaqueza para bucear y volver a atacar a éste como al anterior. No fué tan fácil en esta ocasión, este perro era tan fuerte y furioso, que luchó con fuerza e incluso la mordió en alguna ocasión, pero finalmente logró ahogarlo como al anterior. El tercer perro estaba tirado en el suelo, en un charco de sangre y ella estaba tan agotada que solo podía pensar en salir de allí. Salió de la piscina, se dirigió hacia el coche y buscó la llave en el suelo. No fué dificil encontrarla, la metió en la cerradura y abrió la puerta. En ese momento el tercer perro, empapado en sangre, saltó sobre ella y la tiró al suelo tras golpearse los dos contra el coche. Estaba tan agotada que ni siquiera lo había oído llegar, pero por suerte para ella, el perro también estaba débil por toda la sangre que había perdido. Cada vez que la mordía, ella le golpegaba y el perro la soltaba tras el puñetazo. Finalmente le agarró por la correa y, acercándole la cabeza al asiento del coche, comenzó a cerrar la puerta golpeándole en la cabeza una y otra vez. El viejo Ford fiesta blanco acabó salpicado de sangre por todo el laterarl, el perro estaba muerto, estaba claro, pero ella seguía golpeándole, una y otra vez, hasta que al fín, el agotamiento la hizo caer al suelo y se echó a llorar. Después de cinco minutos llorando que le valieron para recuperarse, apartó el cuerpo del perro y entró en el coche. Arrancó el motor y solo paró para abrir la puerta de la finca. Después, siguió conduciendo sin saber donde estaba, pero siguió el camino hasta llegar a la carretera y a partir de ahí fué fácil escapar de su infierno. Olvidarlo, ya sería otra cosa...

1 comentario:

NERIM dijo...

Me gusta la historia, bien valdría para una pelicula.
Lo que no me gusta es la crueldad con que describes la muerte de los tres peros, sobre todo la del último, lo siento, tengo perro y no puedo siquiera imaginarlo.
Te superas en cada historia, a saber con qué nos sorprendes la próxima vez.
Besotesss